La banca estadounidense aún está ávida de liquidez y, por ello, ha desatado un 'boom', que ha generado preocupación entre los reguladores, con los depósitos intermediados, o conocidos en la jerga financiera como hot money. Este instrumento financiero funciona en el balance de los bancos como un depósito tradicional, como recursos propios de una entidad en forma de capital, pero es mucho más inestable. En concreto, los bancos más pequeños del país se han lanzado a por esta financiación, llevándola a zona de máximos de la década, cerca de 1,2 billones de dólares, frente a los cerca de 640.000 millones registrados el año pasado, un 86% más, según datos de la Corporación Federal de Seguro de Depósitos.