Tribuna

Es hora de admitir que el sueño americano ha muerto. Las condiciones subyacentes para la subsistencia de este sueño –un crecimiento económico fuerte y constante, además de una meritocracia estructurada para evitar que los ricos hagan jugarretas con el propósito de aprovecharse del sistema– ya no existen.Sin embargo, aún existe la posibilidad de que surja un sueño americano 2.0, y dependerá de aquellos que ahora luchan para que la Casa Blanca ofrezca un plan para que dicho sueño sea una realidad. Para empezar, los líderes de Estados Unidos deben explicar el problema claramente. La Declaración de Independencia proclamó la “búsqueda de la felicidad” como una característica central de la vida estadounidense. Desde el año 1776, cada generación ha buscado la movilidad social ascendente; y, durante mucho tiempo, muchos, aunque no todos, alcanzaron la prosperidad.

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