Periodista y escritor. Entre apocalípticos e integrados, lo mío es abordar el presente y el futuro del empleo con acento crítico y sin 'hype'.

El Ministerio de Trabajo y Economía Social ultima el diseño de la Estrategia Española de Apoyo Activo al Empleo para 2025 y 2028 con el objetivo de consolidar la reforma de las políticas para encontrar trabajo a los desempleados que aprobó en 2023. Y aunque la norma sigue en el ojo del huracán por su lento, e incompleto, desarrollo en varios apartados, la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, tiene motivos para el optimismo: la evaluación de la fase inicial arroja que la introducción de nuevos "servicios garantizados" puede casi duplicar la tasa de inserción de las personas con más dificultades para encontrar trabajo, del 28% al 51,4%: un incremento de 23,5 puntos que con los ajustes que se preparan podría crecer hasta duplicar la empleabilidad . El problema es que el 60% de los apuntados al paro parecen ignorar esa posibilidad.

En los últimos años, los llamamientos a relocalizar la producción han saltado de los discursos antiglobalización al centro de estrategias económicas de los principales estados europeos, España incluida. La pandemia y crisis como la crisis de suministros en 2021 han mostrado el riesgo que conlleva una excesiva dependencia de terceros países, como Vietnam, que repercute en variables como la inflación y el crecimiento del PIB. Pero el principal escollo sigue muy presente: ¿cómo competir con economías con costes laborales y de producción mucho más bajos, como Vietnam? En este escenario, las innovaciones en robots e inteligencia artificial empiezan a presentar una solución inesperada. ¿Y si una mayor automatización es la clave para recuperar los empleos perdidos en España al traer de vuelta las factorías?

El pasado mes de mayo se registraron 2.045.049 millones de altas de afiliación y otras 1.826.917 bajas al Régimen General, lo que equivale a una media de 97.383,29 y 86.996,05, respectivamente, por cada día laborable, según las estimaciones de la Seguridad Social. Unos datos que reflejan una volatilidad disparada del mercado laboral que no parece haberse reducido sustancialmente tras la reforma laboral. Aunque sí ha sufrido un cambio sustancial en su composición: por primera vez los asalariados indefinidos tienen más peso en la rotación que los temporales.

¿Cuánto está dispuesta una empresa a pagar para contratar a un trabajador? Según un análisis de Indeed, los salarios recogidos en las vacantes publicadas por los empleadores españoles hasta abril crecieron un 2,99% más respecto a hace un año. Un incremento notable que supera la inflación del 2,2% en ese periodo, pero queda por debajo de las subidas de los últimos años y se ve ya superadas por las que fijan los convenios colectivos, muy superiores al 3%. Una evolución que apunta a que, ante la negociación para cubrir un puesto de trabajo entre empleadores y candidatos, los segundos empiezan a perder poder.

Prácticamente todas las empresas tecnológicas del mundo se han centrado en desarrollar equipos e inversiones con las que desarrollar su propia IA o extender negocios al calor de esta revolución tecnológica. Sin embargo, mientras su llegada ha cristalizado en la promesa de mayores ingresos, rentabilidad y cambio de paradigma empresarial sin precedentes… el sector que está apostando tan fuertemente por ella está inmerso en una oleada de despedidos desde hace años que no remite. Una paradoja que parece tener más que ver con los errores del sector que con el impacto de la nueva tecnología en sus plantillas.

El país que supuestamente tiene las peores condiciones de trabajo de Europa, al menos si lo medimos en términos de porcentaje de asalariados con contratos temporales o a tiempo parcial, con un récord de pluriempleo, anota, sin embargo, una tasa de paro inferior al 4% y ostenta una de las mayores rentas per cápita de los Veintisiete. Un cúmulo de contradicciones con nombre propio, Países Bajos, que parece haber dado con la fórmula para convertir prácticamente todo aquello que se considera una lacra para un mercado laboral en una fórmula de éxito.

En los últimos años, el número de españoles que se plantea un cambio en su carrera profesional se ha disparado. No hay más que ver datos como los de las dimisiones, la mayoría de los asalariados con un contrato indefinido. Si la Gran Recesión entre 2008 y 2013 acabó con el mito del trabajo para toda la vida, la pandemia supuso una reordenación de las prioridades para muchos profesionales que, con cada vez mayor frecuencia, se hacen la pregunta: "¿Me quedo o me voy?".

España sigue siendo el país que crea menos oportunidades para sus desempleados de toda la Unión Europea. Según las últimas cifras actualizadas por Eurostat, las vacantes por cubrir en el primer trimestre del año apenas alcanzarían al 5,6% de los desempleados, un porcentaje que palidece frente al 99,6% de Países Bajos o el 74,4% de Alemania. Aparte de sus implicaciones para las personas que buscan trabajo, este dato refleja una de las claves que amenaza la competitividad de la economía española: es la peor preparada de los Veintisiete para ofrecer oportunidades a candidatos nacionales y extranjeros.

Por primera vez desde la crisis financiera, España no es el país que peor aprovecha su capital humano de toda la Unión Europea. Aunque seguimos siendo, eso sí, campeones en tasa de paro, ya no lideramos la 'holgura laboral', una métrica que suma a los desempleados en sentido 'estricto', la cifra de personas sin trabajo que no se clasifican como parados, y los ocupados subempleados. Suman 4,8 millones de personas entre 15 y 74 años, el 18,7% de lo que Eurostat denomina la "fuerza laboral ampliada". Es el menor dato desde 2009, si bien lo más sorprendente es que quien nos ha 'arrebatado' la última posición por una décima, con 18,8% es el considerado "país más feliz del mundo", Finlandia. Y otro 'paraíso nórdico', Suecia, nos pisa los talones.

El debate por el impacto de las ausencias de trabajadores en su puesto de trabajo no es precisamente nuevo. Siempre han generado datos y titulares muy llamativos que las mutuas y empresas utilizan para reforzar una demanda de cambios legales y burocráticos que puede estar justificada, pero que cada vez es peor recibida por la opinión pública a la que apela. En buena parte es por el uso del término "absentismo" cuando el foco se pone en las bajas médicas plenamente justificadas. Una polémica que, especialmente desde la pandemia, se ha agravado por el creciente peso de la incapacidad temporal ligada a la salud mental y ante la que ciertas retóricas se han vuelto contraproducentes.