Fernando Méndez Ibisate
- 27/10/2015, 00:22
27/10/2015, 00:22
Tue, 27 Oct 2015 00:22:41 +0100
Es evidente que el ritmo del crecimiento mundial no mantiene la aceleración que mostraba hace un tiempo en diversos países, menos intensa en Europa, y que tal minoración pilla en situación no óptima a algunas economías, empezando por las de Estados Unidos o la Unión Europea que, especialmente esta última, no termina de lograr un crecimiento bien asentado o con fortaleza. Noto la evidencia, tanto por la experiencia reciente como histórica, de que ni la política monetaria -con inyecciones masivas de liquidez sin precedentes, tanto en cuantía como en la forma concertada de ejecución desde 2008, y en realidad varios años antes-, ni las políticas fiscales de gastos públicos mayores (la austeridad no lo ha sido, desde luego, ni por la cuantía total de los gastos, ni por la eliminación plena de los déficit, que han continuado, como tampoco por menor endeudamiento de los gobiernos, y tal vez puedan referirse, no siempre si atendemos a los números, a las composiciones del gasto) han tenido el éxito o los logros que desde los poderes públicos se dijeron. Tales políticas expansivas no han sido inocuas, pues han tenido inicialmente efectos concretos y momentáneos sobre la recesión y a largo plazo han creado distorsiones. Pero conocíamos su ineficacia, pues si inyectar dinero o gasto público fuesen verdaderas soluciones a los problemas que enfrentan las economías, bastaría con incrementar esos componentes y fomentar sus diversas y complejas consecuencias. Por el contrario, más bien parece que buena parte de aquéllos problemas de las economías han sido creados por este tipo de políticas e ideas económicas desafortunadas.