
Con la temporada electoral presuntamente finiquitada, los partidos que han conseguido mayor representación en las generales, municipales y autonómicas se enfrentan a un periodo de tiras y aflojas, órdagos, vetos y tanteos del que saldrán los pactos que formarán los futuros gobiernos central, autonómicos y locales. Cada movimiento es escrutado por el electorado, pendiente ahora de si sus votos acaban sumando para un contrario. Por eso, cualquier paso en falso puede suponer una retirada del apoyo que en las siguientes urnas se traduzca en batacazo.
Los pies de plomo predominan entre aquellos que más se juegan mientras que los que nada tienen que perder proclaman a los cuatro vientos aquello que buscan, sin tapujos. ¿En cuál de esos escenarios se sitúan PSOE, PP, Ciudadanos, Podemos y Vox? La respuesta se oculta en las intenciones que plantean los partidos desde la misma noche del 26-M, cuando se conoció el panorama político ya en todos sus niveles.
Bloque de derechas (PP, Cs y Vox)
El PP es el partido mayoritario del bloque de derechas. Cuenta con el respaldo del 'pacto a la andaluza' que sirvió para echar a los socialistas tras casi 40 años en el poder. Esa hazaña avala el intento de repetir la fórmula tanto en gobiernos locales como en Comunidades. Desde el 26 de mayo, los diferentes candidatos populares hacen un llamamiento a Ciudadanos y no ocultan que utilizarán a Vox para sumar en aquellos lugares donde pueden desbancar a la izquierda.
El caso de la Comunidad de Madrid es el más representativo de esta situación. Dada por perdida antes de los comicios, el resultado del 26-M supuso un balón de oxígeno gigante para el PP en general y para Pablo Casado en particular, que recibió un espaldarazo como presidente a pesar de no superar la tendencia de peores resultados históricos de la formación. Sin embargo, la posibilidad real de que la situación vuelva a revertirse -por ejemplo si hubiera pacto en el reparto entre PSOE y Ciudadanos- puede acabar con el momento de gloria en un momentito.
Vox, por su parte, goza de la tranquilidad que da haber logrado entrar en el Congreso con una representación de 24 diputados. El descontento de votantes del PP de más a la derecha fue la clave que el partido de Santiago Abascal supo aprovechar. Con una campaña hecha más desde fuera que desde dentro por la publicidad que dan los vetos en los debates y en los planes futuros, Vox ahora tiene cogida la sartén por el mango y parece dispuesto a aguantar el pulso a PP y Ciudadanos, a quienes amenaza con no apoyar si no les tratan también de tú a tú.
Es precisamente Ciudadanos el partido del bloque de derechas que más cautela muestra. La razón es la doble discordia que puede generar: por un lado, la ruptura de promesa del cordón sanitario al PSOE de Pedro Sánchez no sería vista con buenos ojos por quienes les votaron -provenientes en gran medida de ex moderados del PP- confiados de que el 'sanchismo' iba a ser excluido de cualquier opción que estuviera en mano de la formación naranja. Por otro, reeditar el 'pacto a la andaluza' reviviría el fantasma de la foto de Colón y podría fulminar los intentos de funambulista de Ciudadanos para desvincularse de la ultraderecha. Porque, convenga poco o mucho, si su apoyo no es suficiente para que den los números y el PP necesita también nutrirse de los votos de Vox, puede resultar difícil desvincular una aceptación velada de esa letra pequeña.
Bloque de izquierdas
En el bando contrario es el PSOE el peso pesado tras salir reforzado de las citas electorales. Tiene en Unidas Podemos el mayor aliado, un socio que además no puede exigir demasiado. La suma de la izquierda sería el escenario perfecto y no chirriaría a sus votantes, más aún si no dependiera de los partidos independentistas que en la legislatura anterior marcaron los tiempos y la toma de decisiones. Volver a recolectar los votos favorables que recibió Meritxell Batet para ser elegida presidenta del Congreso (PSOE, Podemos, Coalición Canaria, Compromís y PRC) es la opción más ansiada por Pedro Sánchez pero no parece que vaya a contar con los mismos favores.
Sin embargo, la posibilidad, en teoría sobre la mesa, de pactar con Ciudadanos para asegurarse una legislatura menos frágil a nivel nacional y además conseguir Comunidades en principio perdidas es una caramelo que puede atragantarse; el "con Rivera no" que se escuchó en Ferraz tras imponerse los socialistas el 28 de abril fue una advertencia del electorado similar a la que soporta Cs.
En cuanto a Unidas Podemos, poco puede exigir por mucho que Pablo Iglesias recuerde los nada despreciables 3.700.000 votos. La caída en picado, arrastrada por una crisis interna letal, ha bajado el tono del partido hasta el punto de ser el propio líder el que ha reconocido, sin rechazar al Gobierno de coalición, que las cosas están ahora más complicadas que hace un mes.
Solo puede Podemos recordar a Sánchez los acuerdos del pasado para que se siga fijando en ellos como escudero fiel mientras recuerda a los votantes que no se han ido que apretará las tuercas a quienes estén a los mandos, sean quienes sean.
Análisis de comodidad: gana Vox
La sensación generalizada que queda es que, salvo Vox, todos tienen algo que perder. Los posibles pactos que se plantean, ya sea entre PP y Ciudadanos, entre PSOE y Podemos o entre PSOE y Ciudadanos, conllevan un factor de riesgo que provoca que cada palabra esté medida.
Es Ciudadanos el partido que tiene más frentes abiertos pues, ya sea en una dirección o en otra, el descontento entre parte de sus votantes está asegurado: si se decanta por un pacto como el que derrocó a Susana Díaz, los tentáculos de Vox podrían devolver al PSOE a parte de los votantes que se fueron hacia su proyecto. Pero si se decanta por mantener al PSOE con Pedro Sánchez al frente, su promesa quedará ahogada y su credibilidad muy tocada.
Los de Abascal, sin embargo, no tienen nada que perder porque acaban de iniciarse en el 'juego del poder' y además, ya han aprendido en Andalucía, que quien no llora, no mama. De ahí que sus órdagos puedan ser las mayores amenazas a las que se enfrentan los más veteranos.