
Con un camino no exento de riesgos, Pablo Iglesias llega más 'vivo' de lo que querría Pedro Sánchez a la repetición electoral del 10 de noviembre. Aunque en el áspero trayecto hasta aquí ha quedado evidenciado que una de las intenciones del socialista, si no la más clara de ellas, era achicar todo lo posible a sus rivales por la izquierda, el desenlace de las fallidas negociaciones brinda al líder de Unidos Podemos una oportunidad casi inimaginable en abril. Parte tocado -no es el único-, pero no 'aniquilado'.
Cometió Iglesias el 'error' de subir la puja a Sánchez con el Gobierno de coalición cuando el socialista ya le daba una vicepresidencia y tres ministerios, se llamasen éstos como se llamasen. Si acertó estratégicamente al echarse a un lado tras el veto de Sánchez, lo echó a perder al desperdiciar esta forma de echar el ancla en Moncloa. Esta negativa le dio pista de despegue al PSOE para borrar del mapa la coalición y regresar a la 'vía portuguesa' al mismo tiempo que fraguar de nuevo la consigna de que Iglesias volvía a tumbar un Gobierno de izquierdas en una investidura.
Sin embargo, el enmarañamiento de las conversaciones, las maneras poco elegantes de algunas maniobras -la difusión que hizo Carmen Calvo de los documentos negociadores-, el poco decoro de Sánchez pidiendo la abstención a la derecha, el "estimado Albert" del martes y el hecho trascendental de que la coalición de Unidas Podemos no se haya llegado a romper en la negociación -hubo momentos tensos con IU- han puesto en manos de Iglesias una última 'bala'.
Aunque los cálculos más difundidos apuntan a que los 'morados' perderían fuelle al ser culpabilizados de nuevo de evitar la investidura de un socialista, lo cierto es que los de Iglesias tienen un filón interesante -si no se van a la abstención- a la hora de dirigirse a los electores de izquierdas que querían un entendimiento entre PSOE y Unidas Podemos y que no quieren oír ni hablar de un Albert Rivera que, hasta la oferta de abstención esta semana, ha sido implacabe con Sánchez.
Cabe dar trascendencia en este punto a que las encuestas difundidas en las últimas semanas, contrariamente a lo que se pensaba, señalan que la caída de Unidas Podemos es leve y que eso incluso les permitiría recuperar el tercer puesto en detrimento de Ciudadanos. Si Iglesias llegó a abril bajo mínimos, con una considerable contestación interna en el partido, en la ultima semana de la campaña, debates mediante, consiguió remontar el vuelo y aguantar el chaparrón: se dejó 30 escaños pero salvó los muebles al ser necesario para Sánchez. Ahora podría repetirse un patrón similar o incluso más jugoso para el líder 'morado': no llega tan descalabrado a la precampaña y puede herir a Sánchez por el flanco izquierdo habida cuenta de que el entendimiento entre PSOE y Ciudadanos de cara a noviembre ya no es la quimera que se presuponía. También explotará el riesgo de una tenue resurrección del bipartidismo.
Por supuesto que la posición de Iglesias sigue siendo muy débil. Los hilos que cosen las confluencias son muy finos y cada paso del líder está ensombrecido por dos antiguos aliados que ahora son prácticamente su mayor amenaza: Íñigo Errejón y Teresa Rodríguez. Si el que fuera su amigo amenaza con trocear aún más el espectro de la izquierda con una suerte de Más Madrid que concurra a las generales -esto también puede ser un riesgo para Sánchez y para el voto socialista en Madrid, nunca sobrado-, Teresa Rodríguez sigue como 'martillo pilón' de contestación interna. Próximos suyos amenazan ahora con ir a las elecciones como Adelante Andalucía anticipando un posible escenario de colisión dentro del grupo confederal en el nuevo Congreso. Pero, en la medida en que Iglesias pueda sortear estos dos escollos, nada fáciles o incluso determinantes, el líder de Podemos llega a las puertas de noviembre con más argumentos de los que querría Sánchez. El presidente en funciones tendrá que volver a agitar el relato.