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Ford frente a Musk: cómo los millonarios tratan de influir en la Casa Blanca

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Desde el nacimiento de Estados Unidos como país, los ricos han tenido la tentación de influir en los políticos. Con más o menos éxito, cercanía o discreción, han tratado de presionar a los diferentes presidentes para proteger sus industrias, impulsar sus negocios, luchar contra los impuestos o, simplemente, asegurarse que el poder político está de su parte.

Los millonarios, sin necesidad de haber recibido nunca un voto en unas elecciones, cuentan con numerosos recursos que les ayudan a ganar influencia sobre el presidente, empezando por algo tan sencillo como la financiación de las campañas electorales. Sin embargo, pocos empresarios antes, quizá ninguno, han tenido tanta cercanía con el poder, tanta importancia y tantas responsabilidades como actualmente tiene Elon Musk.

No hay precedentes de una relación tan intensa como la que tiene el hombre más rico del mundo y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. A pesar de que en algún momento de su vida el magnate sudafricano se presentó como demócrata, e incluso confesó haber votado a Biden, hace años que se ha volcado en el apoyo a Trump. No solo económicamente, a pesar de que invirtió más de 250 millones de dólares durante la campaña presidencial, sino también con su apoyo público, tanto en redes sociales, incluyendo numerosos post en Twitter con gran repercusión; como participando en actos de campaña.

El pasado mes de noviembre, tras ganar las elecciones pero antes de jurar el cargo, Trump ya oficializó la relación, al anunciar que Musk gestionaría el nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental, llamado DOGE, por sus sigles en inglés, que además es un juego de palabras con la criptomoneda de inspiración cómica apoyada por el propio empresario.

El objetivo de esta oficina es ambicioso, como ha ido explicando Trump, es desmantelar la burocracia, reducir las regulaciones excesivas, recortar gastos y eliminar agencias federales. Para hacer una auditoría completa del Gobierno. En definitiva, el objetivo es aplicar en el Gobierno un enfoque empresarial "nunca antes visto". Una auténtica revolución.

Una estela de multimillonarios

Como decíamos, no es el primer multimillonario que ha intentado influir en el poder, pero sí que puede ser el que más lejos ha llegado. Magnates del siglo XIX, como Cornelius Vanderbilt, John D. Rockefeller o Andrew Carnegie, acumularon enormes riquezas sobre negocios apoyados por los diferentes Gobiernos y por el sector público, y con auténticos monopolios, pero en una época en la que el presidente de la Casa Blanca estaba a otra distancia.

Otro coetáneo suyo que también compartió intereses fue JP Morgan. Su cercanía con el Gobierno fue más palpable, ya que tuvo que salir a su rescate en varias ocasiones. Primero en 1893, cuando Estados Unidos se quedó sin reservas de oro, y el inversor intervino cambiando oro por bonos del Tesoro. Y después, en 1907, cuando un pánico financiero amenazó con colapsar el sistema bancario, y Morgan reunió a todos los responsables del sector para obligarles a cerrar un plan de estabilización. Sin embargo, a pesar de estas acciones, nunca llegó a ocupar esa posición de consultor de cabecera del Gobierno.

Posteriormente, aparece William Randolph Hearts, el magnate de la prensa que llegó a tener mucha influencia en los diferentes Ejecutivos. Y aunque su fortuna, muy inferior, no es comparable con la de Musk, su forma de actuar sí que guarda cierto paralelismo con el sudafricano: porque si Hearts logró su influencia a través de sus medios de comunicación, de alcance masivo, Musk también lo ha logrado con Twitter, la red social que adquirió para difundir sus mensajes.

El caso de Henry Ford

Tan exclusiva es la posición actual de Musk respecto a Trump que, en realidad, solo es comparable con un caso en la historia: el de Henry Ford. Y con sus matices. Primero, porque sus figuras tienen muchos puntos en común, como es el hecho de que se hicieron ricos con una industria, la del motor, que lograron revolucionar. Ford, con la producción en cadena que dinamitó el sector, convirtiendo un producto de lujo en uno asequible; mientras que Musk, con Tesla, ha revolucionado de nuevo la automoción con la producción de vehículos eléctricos.

Cadena de montaje de Ford
Trabajadores en la cadena de montaje de Ford.

No solo eso, sino que en lo personal también comparten algunos aspectos más oscuros, como su querencia por las teorías conspirativas y la difusión de las mismas, además de su preferencia por los partidos de extrema derecha en Alemania. De hecho, Ford se convirtió en el empresario favorito de Adolf Hitler, del que dijo que era su inspiración.

A nivel empresarial, también comparten su odio a los sindicatos, su exceso de control sobre los empleados, con amenazas y tácticas de espionaje incluidas, y un modelo de gestión absolutamente autoritario. Por último, también comparten su interés por el debate público de ideas que en muchos casos iban más allá de su especialidad. Como Musk ahora, cuanto más famoso era, más se atrevía a compartir sus perspectivas vitales, hasta las más polémicas.

Ford, en su momento, también era una figura muy tenida en cuenta en la Casa Blanca. El hecho de haber creado infinidad de puestos de trabajo gracias a su nuevo sistema de fabricación de coches, y con buenas condiciones, hacían que fuera puesto como ejemplo.

El empresario de los coches, cuya fortuna llegó a alcanzar el equivalente a 200.000 millones de dólares actuales, tuvo sus mejores relaciones con el presidente Warren Harding, al que era frecuente ver en las acampadas de verano que Ford llevaba a cabo con sus amigos Thomas Edison y Harvey Firestone, también millonarios y también disruptivos.

Ford Edison y Firestone
Henry Ford con sus amigos Harvey Firestone y Thomas Edison.

Su voz, en realidad, fue tenida en cuenta por todos los mandatarios con los que convivió. Su cadena de montaje y la semana laboral de 40 horas que promovió fueron clave para cambiar la sociedad, para mejorarla. Fue un firme defensor de la idea de que la industria y el consumismo no solo beneficiarían a la economía, sino que además promoverían la paz mundial.

La gran diferencia al final entre Musk y Ford seguramente tenga que ver con el hecho de que, mientras que Trump también adora al magnate sudafricano, Franklin D. Roosevelt despreciaba bastante a Ford.

También cabe la posibilidad que tanto Ford entonces, como Musk ahora, como el resto en su época correspondiente no tengan ningún interés en la política, y que en realidad su único objetivo sea su propio beneficio. ¿Logrará Tesla convertirse en la empresa más valiosa del mundo gracias a las leyes que impulse la Casa Blanca? ¿Será impulsada por la desregulación y la permisividad con las normas de conducción autónoma? Solo el futuro lo dirá.

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