Las elecciones de Estados Unidos se celebran el próximo 5 de noviembre, pero, aunque parezca raro, las urnas ya llevan semanas abiertas. Son muchos los Estados en los que ya se puede depositar la enorme papeleta para elegir al presidente. Y, casualidades de la vida, Virginia, el Estado que vio nacer al primer presidente de EEUU, George Washington, es el primero en el que se pudo empezar a votar.
Hay que remontarse a los orígenes de la democracia americana para comprender el anómalo sistema. En Estados Unidos se vota el primer martes después del primer lunes de noviembre, que este año es el 5 de noviembre. ¿Por qué una fecha tan rara? Las elecciones se fijaron en 1792 entre la última semana de octubre y la primera de diciembre, porque era el tiempo que iba entre el final de la cosecha y el principio del invierno. Era el periodo en el que los granjeros tenían más fácil para cogerse libres unos días y poder ir a votar.
Y, por el mismo motivo, se fija un martes para facilitar que acudan los granjeros. El domingo tenían que ir a misa. El lunes podían viajar hasta la capital del condado, que era donde estaban las urnas. Y el martes, después de votar, se volvían a casa, para poder estar el miércoles en el día del mercado.
La influencia del telégrafo
En aquellos tiempos, cada Estado votaba en una fecha diferente. Unos al principio del plazo, otros dos semanas después, alguno apuraba hasta el final... Pero como mucha gente no leía y los periódicos eran un lujo, y las noticias tardaban mucho en llegar. Lo que pasaba en Vermont no se sabía en Carolina del Sur hasta semanas después. Por eso no había peligro de que en algunos Estados se votase sabiendo lo que habían votado previamente en otros.
Pero en 1843 se inventó el telégrafo, que lo cambió todo. La gente podía descubrir rápidamente qué habían votado en otro Estado, y modificar su propio voto. Así que en 1845 el Congreso fijó que la fecha iba a ser para todos la misma: el martes de la primera semana completa de noviembre, es decir, el que cayera entre el día 2 y el 8 del mes, para que no coincidiera con el festivo de Todos los Santos.
Votar un martes es muy complicado, sobre todo para los electores que trabajan, así que prácticamente todos los Estados han extendido la jornada electoral a casi un mes. Por lo tanto, se puede decir que, en realidad, las elecciones ya han comenzado. De hecho, ya han votado más de 4 millones de personas.
Voto adelantado
No solo hablamos del voto por correo, como lo conocemos en España. Aquí los votos por correo se mandan unas dos semanas antes del día de las elecciones. En EEUU, en muchos Estados tienen un mes o más, y en algunos estados a todo el mundo le mandan una papeleta por correo para que la devuelva rellena cuando quiera, sin tener que pedirla ni ir al colegio electoral. Pero es que, directamente, en la mayoría del país, los colegios electorales se pasan abiertos todo octubre, para que la gente vaya a votar cuando mejor le venga.
El voto anticipado acaba teniendo un gran peso en el resultado final. En 2020, fueron 101 millones de votos los que se emitieron antes de la jornada electoral, el 70% del total. Aunque es verdad que estábamos en medio de la crisis del Covid, y que se tomaron medidas adicionales para facilitar el voto por correo y ampliar el número de días en el que estuvieron abiertos los colegios electorales, para que estuvieran lo menos abarrotados posible. En Texas hasta hicieron centros de votación adaptados para votar desde el coche, lo que Donald Trump aprovechó para inventarse que habían sido fraudulentos.
En 2022, con la pandemia ya controlada, el número de gente que usó esta posibilidad cayó hasta los 46 millones, lo que aún le permite ser la segunda cifra de votos adelantados más alta de la historia. Ahora se prevé que más del 50% de los votos vayan a emitirse previamente.

Cada Estado aplica su propia receta y su propio calendario. En algunos, como California, Arizona, Utah o Washington, lo que hacen es mandarle a todo el mundo una papeleta al correo, para que la rellene y la lleve a correos o a un colegio electoral cuando le venga bien, hasta el mismísimo día de las elecciones. Pero la mayoría de Estados lo que hacen es abrir unos colegios electorales en las grandes ciudades o las capitales del condado durante prácticamente un mes. En Virginia, por ejemplo, llevan desde el 20 de septiembre.
Luego está el recuento de votos, que también depende de cada Estado. En España, por comparar, los votos por correo se mezclan en la urna con los del mismo día electoral y se cuentan todos a la vez sin distinguir unos de otros. Pero en sitios como Florida, por ejemplo, sí, cuentan los votos tempranos cada noche, así que el día de las elecciones, al segundo de cerrarse las urnas, ya tienen el 40%, o la cifra que sea, escrutada ya de golpe. Lo que no pueden hacer es sumar los resultados antes de que se cierren las urnas o ir informando a alguien de cómo va el recuento parcial una semana antes.
Cómo afecta a la participación
¿Cuánto influye este sistema en la participación? Pues es uno de los puntos clave. Influyen tres aspectos: lo primero es lo competida que esté la elección: los estados más disputados suelen estar a la cabeza, por encima del 70%, porque los partidos gastan millones para recordar a todos los habitantes que su voto es importantísimo y que puede decidir las elecciones. Mientras que en sitios como Hawái o Arkansas, donde ya se sabe quién va a ganar de antemano, apenas vota la mitad del censo.
Lo segundo es lo fácil que pongas votar. Los estados que suelen estar a la cabeza son estados demócratas, donde dan más plazo para votar, mandan votos por correo generalizados, ponen más colegios electorales... Los pocos que solo dejan votar el mismo día electoral, o dan solo una semana de plazo, o ponen obstáculos, normalmente todos ellos republicanos, pues están a la cola. Y lo tercero, cuanta más población de minorías haya, negros, hispanos, nativos... pues menos se vota. Los blancos suelen votar mucho más.
También es protagonista la papeleta, la enorme papeleta, un monstruo de varias páginas, mucho más grandes que las del Senado en España. En Florida pueden ser de cuatro páginas enormes, como un mapa desplegado, en Colorado te dan varias páginas para rellenar... Esto se debe a que en EEUU se vota todo. Al presidente, al senador y al diputado nacional, al diputado y senador estatal, al gobernador, al vicegobernador, al fiscal general del estado, al consejero del interior del estado, al consejero de agricultura del estado, al comisario del condado, al rector de la universidad, a los jueces estatales, al tasador de la propiedad del pueblo, al comité de supervisión del colegio... Y luego métele media docena de enmiendas a la constitución estatal e iniciativas legislativas populares. Votan de todo y a la vez.

Este sistema tiene sus consecuencias negativas, como pasó en el año 2000, cuando George W. Bush venció a Al Gore porque el condado de Broward, la zona más demócrata de Florida, encargó a un psicópata diseñar las papeletas. En vez de poner los nombres de los candidatos todos en una columna en vertical, estaban entrecruzados a ambos lados de la papeleta, por lo que algunos votaron a un partido de relleno que estaba en la segunda posición pero que aparecía por la derecha, en vez de a Gore, que estaba el segundo por la izquierda pero que tenía la casilla 3. En otros los agujeros estaban mal hechos y a mitad de casilla y no se sabía a cuál de los dos candidatos habían votado. Al final, el Supremo ordenó detener el recuento manual y declarar a Bush como ganador en base al primer conteo.
El recuento depende de qué tipo de votos sean. Los que se hacen en urna en la jornada electoral se suelen contar allí mismo, igual que en España. Pero los votos por correo o anticipados acaban en centros de recuento especiales en las capitales de condado, donde juntan todos para ahorrarse el volver a mandarlos a la urna y al colegio en el que les tocaría votar, como sí pasa aquí. Allí los cuentan una mezcla de voluntarios y funcionarios del departamento electoral, cuyo trabajo es precisamente organizar los comicios, contar los votos y certificar todo.
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