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La carambola electoral perfecta para que la ciudad de Warren Buffett decida las elecciones de EEUU

  • Omaha es la única ciudad, junto a Washington, que elige a su propio delegado presidencial
  • Esta anomalía surge en 1992, ante la presencia de Perot como tercer candidato
  • Hay un escenario no imposible en el que Harris y Trump podrían empatar a 269 delegados

Omaha es una ciudad estadounidense de unos 500.000 habitantes, situada en el estado rural de Nebraska, en medio del continente. La ciudad es conocida principalmente por uno de sus habitantes: Warren Buffet, el 'oráculo de Omaha', el inversor más famoso del mundo, que puso la ciudad en el mapa al convertir una pequeña empresa textil, Berkshire Hathaway, en una de las compañías más valiosas del mundo.

Pero aquí estamos hablando de elecciones. Y resulta que Omaha es una de las ciudades más importantes de todo EEUU a la hora de elegir presidente. Porque da la casualidad de que esta es la única ciudad de todo el país, además de Washington, que elige a su propio delegado presidencial.

Y aquí hay que recordar cómo funciona el sistema electoral en EEUU. Esto no va de quién es el más votado a nivel nacional. Al final, quién es el presidente lo deciden 538 delegados, que son los que de verdad se eligen en la jornada electoral. Cada estado tiene una cifra de delegados que depende de su población, con un mínimo de 3. Normalmente, los estados entregan todos al candidato más votado en dicho estado, así que da un poco igual quién gane tal ciudad o tal municipio en concreto mientras que sea el más votado en su conjunto.

Solo hay dos estados que no reparten todos los delegados al más votado: Maine, al noreste, y Nebraska. Allí dejan que cada 600-700.000 habitantes elijan individualmente a su propio delegado. Esos dos estados son tan pequeños y rurales que para sumar esas cifras hace falta juntar numerosos municipios: en Maine, por ejemplo, prácticamente el 80% del territorio del estado apenas da para sumar esos 700.000 habitantes. Solo hay una excepción: Omaha y los barrrios residenciales que la rodean son tan grandes, gracias a su empuje económico, que ella solita suma precisamente esa cantidad de habitantes. Así que Omaha es la única ciudad de todo EEUU, aparte de la capital, que tiene su propio delegado.

¿Por qué ocurre?

Como muchas cosas en EEUU, la razón es un accidente histórico. En las elecciones de 1992, las que ganó Bill Clinton, había tres candidatos serios: Clinton, el entonces presidente George Bush padre, y el empresario texano Ross Perot. Como había tres opciones, en muchos estados el candidato más votado se llevaría todos los delegados pese a sacar menos del 40% de los votos. Así que para hacer el sistema un poco menos injusto, dos estados, Nebraska y Maine, decidieron repartir esos delegados por población, en vez de darle todos automáticamente al ganador.

Al final todo aquello no sirvió de nada. Como se veía venir, Clinton arrasó en delegados con el 43% de los votos, a base de quedar el primero por la mínima en numerosas peleas a tres bandas, y los dos estados que habían dividido la elección acabaron entregando igualmente todos sus delegados a un solo candidato, que ganó tanto a nivel estatal como en cada una de las circunscripciones por las que habían repartido el resto de delegados. Y de ahí en adelante ya no volvió a surgir ningún otro tercer candidato serio, todo volvió a ser el demócrata contra el republicano. Pero aquel sistema ya se quedó establecido, y Omaha se encontró con que tenía su propio delegado.

¿Qué puede cambiar un solo delegado?

Pues podría parecer que no mucho, porque hacen falta 270 para salir elegido presidente. Pero ambos candidatos, Kamala Harris y Donald Trump, tienen prácticamente garantizados más de 220 delegados cada uno. Los resultados que de verdad importan son los de un puñado de estados que están en empate técnico: Penslivania, Wisconsin, Arizona... y en ese selecto grupo está la ciudad de Omaha. Y da la casualidad matemática de que, si los estados que de verdad están en juego se reparten de una manera concreta, el resultado podría ser exactamente un empate a 269.

El escenario no es en absoluto loco: en estas elecciones hay siete grandes estados 'bisagra' o 'indecisos', en los que cualquiera de los dos candidatos podría ganar, y que además suelen ir por grupos: si uno se mueve en una dirección, es muy probable que su 'pareja' se mueva en la misma dirección. Para lograr el empate, Harris tendría que ganar el trío de estados obreros del medio oeste -Pensilvania, Michigan y Wisconsin-, que suelen ir de la mano. Luego, Trump tendría que ganar la pareja de estados con amplia presencia hispana, Nevada y Arizona, y los dos con amplia población negra, Georgia y Carolina del Norte. En ambos casos, esto podría pasar si, como dicen las encuestas, Trump está aumentando su popularidad entre los hispanos y los negros, grupos que solían votar demócrata por mayorías gigantescas. Si se dan esos dos casos, el resultado sería un empate a 269. Y, entonces, lo que hiciera la ciudad de Omaha sería decisivo: el que ganara ese delegado se llevaría las elecciones.

En las últimas dos décadas, Omaha ha alternado entre demócratas y republicanos: votó a Bush en 2004, a Obama en 2008, a Mitt Romney en 2012, a Trump en 2016 y a Biden en 2020. Prácticamente a un partido distinto en cada elección. Lo que quiere decir que las elecciones van a estar muy reñidas también esta vez.

Los republicanos están preocupados

Este voto puede ser tan decisivo que los republicanos han organizado una campaña para intentar anularlo. En estas dos últimas semanas, Trump y varios cargos republicanos han estado presionando a los parlamentarios estatales de Nebraska para cambiar la ley y que el candidato más votado se lleve todos los delegados del estado, como ocurre en casi todo el país. Maine, el otro estado que divide sus delegados, había amenazado con hacer lo mismo y quitarle el delegado que Trump lleva dos elecciones llevándose en Maine: si vamos a hacer tretas, las hacemos todos, cambiamos un delegado de Maine por otro en Nebraska y aquí no ha pasado nada.

La gracia estaba en que Maine ya había llegado tarde para cambiarlo antes de que empezaran las elecciones allí, mientras que Nebraska tenía una semana más de plazo. Si lo hubieran cambiado antes de esta semana, Trump se habría llevado un delegado extra de regalo que podía cambiarlo todo. Pero el diputado estatal que representa a Omaha, y que quiere presentarse a alcalde en las próximas municipales, ha dicho que no: quitarles un privilegio histórico a sus votantes no es la mejor forma de pedirles que te voten luego para alcalde. Un voto decisivo para mantener otro voto decisivo que puede decantar las elecciones presidenciales.

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