
Los incendios forestales que este verano afectan a Galicia, Castilla y León y Extremadura han tenido una gran repercusión internacional. Diarios europeos y medios globales han situado el problema en un marco más amplio: el impacto del fuego en el sur de Europa, donde España, Portugal y Grecia comparten titulares. En los tres países, las llamas han obligado así a desalojar pueblos, han dañado espacios naturales y, en algunos casos, han rozado áreas urbanas. La coincidencia con la temporada alta convierte el tema en especialmente sensible para la industria turística. Sin embargo, en España el efecto sobre el sector es menor de lo que sugieren los titulares. La clave está en la geografía. Los principales focos en España se concentran en áreas de interior, sin conexión directa con las zonas de mayor atracción internacional. Galicia es una de las comunidades más mencionadas en la prensa, pero sus costas, junto a las de Asturias, Canta Los grandes polos receptores del turismo internacional —Cataluña, Baleares, Canarias y Madrid— se encuentran al margen. Ninguno de ellos ha sufrido incendios de magnitud. En la Comunidad Valenciana tampoco han afectado al turismo La excepción ha sido Andalucía, en la zona de Tarifa, donde los fuegos afectaron a espacios naturales cercanos a áreas frecuentadas por turismo nacional, sin alcanzar los núcleos visitados por el internacional. En el plano comercial, el factor decisivo es que no se ha declarado "fuerza mayor". Si se hubiese aprobado, permitiría a los viajeros cancelar sin coste paquetes ya contratados, lo que sí habría tenido un impacto directo en la industria. Hasta ahora, las consecuencias se limitan a retrasos en reservas. La experiencia también juega a favor. España es uno de los países con mayor índice de repetición de turistas europeos, lo que significa que muchos visitantes ya conocen la geografía del país y saben distinguir entre titulares y realidad. El hecho de que ningún turista extranjero haya resultado herido ni haya tenido que ser evacuado refuerza esa percepción de seguridad. La ausencia de víctimas en este segmento es crucial: cualquier incidente con viajeros tendría un efecto inmediato en la demanda, amplificado por los medios sensacionalistas de cada país. El calendario estival reduce todavía más la posibilidad de cambios de destino. En julio y agosto se concentran las vacaciones familiares con hijos en edad escolar. Buena parte de esos turistas ya se encuentra en España, lo que limita las opciones de modificación. La repercusión internacional depende sobre todo de si el fuego traspasa la frontera de lo turístico. En Grecia, la imagen de turistas huyendo de hoteles en Rodas se convirtió en portada en toda Europa y frenó las reservas para esa isla de inmediato. Nada semejante ha ocurrido en España. Este contraste ilustra la importancia de la comunicación en situaciones de crisis. Aunque la prensa internacional refleje los incendios como un fenómeno que afecta al sur de Europa en su conjunto, los viajeros y sobre todo las agencias y los turoperadores diferencian entre países y destinos concretos. La evolución previsible es que los incendios se reduzcan conforme avance el final del verano y cambien las condiciones meteorológicas. A menos que se produzcan novedades, la repercusión sobre el turismo seguirá siendo mínima. El sector ya piensa en cómo prolongar la temporada hacia el otoño. Octubre se está convirtiendo en el "nuevo agosto" para segmentos de parejas jóvenes o con hijos ya independientes y jubilados que buscan temperaturas suaves, patrimonio cultural y experiencias gastronómicas. Esta tendencia refuerza la estabilidad del turismo español frente a contingencias puntuales como los incendios. La conclusión es clara: los fuegos forestales generan preocupación ambiental y económica en las zonas afectadas, pero el turismo internacional continúa funcionando con normalidad. España sigue ofreciendo sol, playa, cultura e infraestructuras de calidad. Mientras Grecia y Portugal afrontan un impacto más directo en algunos de sus destinos costeros, España conserva su posición como principal destino del Mediterráneo, sin que las llamas se traduzcan en cancelaciones.