
El acuerdo sobre aranceles, al que llegaron Trump y Von der Leyen el domingo pasado, se resume en una palabra, rendición (de la Comisión Europea). ¿Es preferible un mal acuerdo o un no-acuerdo? En mi opinión, era preferible seguir la vía de China o Canadá. ¿Por qué? Porque Estados Unidos no tiene capacidad para enfrentarse a represalias comerciales del resto del mundo al mismo tiempo.
En esta negociación, la administración Trump ha conseguido todos sus objetivos, y la Unión Europea sólo ha conseguido que Trump renuncie a imponer un arancel del 50% sobre la práctica totalidad de la producción europea. Pero, si uno compara con la situación anterior, Europa ha reducido gran parte de sus aranceles frente a Estados Unidos a prácticamente cero, a cambio de que los productos que exporte a Estados Unidos "sólo" paguen un 15%. Y esto tiene excepciones como el acero y el aluminio que seguirán pagando un 50%. Por supuesto, se ha evitado una guerra comercial, que hubiese sido mala para todo el mundo, aunque el precio ha sido muy elevado, para la propia Unión Europea, y para el resto del mundo, y también para el comercio global. Desde el punto de vista de Trump, el acuerdo es un éxito completo.
Los objetivos de su política arancelaria, en palabras de su secretario de comercio (entre otros) buscaban tres objetivos: por una parte, utilizar el arancel como palanca para conseguir mejoras en otros ámbitos. El ejemplo más claro lo tenemos con Colombia. La amenaza de aranceles obligó al presidente colombiano, Gustavo Petro, a acoger inmediatamente a todos los colombianos expulsados de Estados Unidos. Aquí, la Unión Europea se ha comprometido a comprar armas y material de defensa a Estados Unidos, a cambio de que los aranceles norteamericanos no se disparen. Aquí hay dos cuestiones relevantes. En primer lugar, que la Comisión Europea no tiene competencias en materia de defensa. Y la segunda cuestión es que esto nos resta autonomía estratégica. Lo que nos hemos comprometido a comprar son sistemas complejos de armamento, que, en muchos casos son los mejores del mundo. Pero, los Estados Unidos se reservan, de hecho, la capacidad de vetar su uso.
Esto le ha pasado a Ucrania, cuando Estados Unidos se negó a compartir información de inteligencia, lo que multiplicó la eficacia de los bombardeos rusos contra población civil. Esto también le pasó al Irán de la revolución integrista, heredaron cazas F-14 Tomcat (los de las películas de Top Gun) del régimen del Sha, pero se quedaron sin suministros y eran y son piezas de museo. Ni Ucrania ni Irán tenían elección, pero Europa sí. Y los intereses de Estados Unidos no coinciden siempre con los nuestros, ni, aunque el presidente no fuese Trump. Por ejemplo, Estados Unidos va a vender su caza F-35 a Marruecos. Uno se puede creer que esta arma sólo va a utilizarse, hipotéticamente, contra el Polisario y Argelia, pero si hubiese algún tipo de problemas, habría que ver qué podríamos hacer con el material y la información norteamericana. Aumentar la factura en defensa para no tener más autonomía estratégica es un pésimo negocio.
El segundo objetivo es reducir el déficit comercial de Estados Unidos. Hay que analizarlo conjuntamente con el tercero, porque son parcialmente incompatibles, ya que con los aranceles se pretende recaudar más. Si los Estados Unidos siguen importando, entonces no se reduce el déficit comercial, pero se recauda más. Si la producción se traslada a EEUU, entonces los norteamericanos reducen su déficit comercial respecto del resto del mundo (y en concreto frente a la Unión Europea), pero entonces los aranceles dejan de recaudar. Por supuesto, que la Unión Europea reduzca sus aranceles frente a Estados Unidos, no tome ninguna medida respecto al superávit de servicios estadounidense, derivado de los beneficios de sus multinacionales en Europa, y encima Estados Unidos aumente sus aranceles a los productos europeos, es simplemente el mejor de los mundos, para Estados Unidos, y el peor de los posibles para la Unión Europea.
Estados Unidos va a recaudar más de los aranceles, y también va a reducir su déficit comercial con la Unión Europea. Esto significará también que lo aumentará con España, ya que nosotros importamos más de Estados Unidos que lo que exportamos allí. Dentro de este desastre comercial, el único sector que parece que va a beneficiarse es el automóvil. La razón es que, aunque pagará el 15% (que ya es menos del 25% actual), el acero y el aluminio, que es la materia prima fundamental de los vehículos, pagará un 50% para su producción en Norteamérica y no en Europa. Que Alemania sea el principal productor de vehículos, que Von der Leyen sea alemana, y que es el país que menos haya criticado el acuerdo es una sucesión de casualidades, o no.
En cualquier caso, que Estados Unidos recaude más, o que reduzca más su déficit comercial dependerá del tipo de cambio entre el euro y el dólar. Los mercados han percibido como muy beneficioso para Estados Unidos el acuerdo, con lo que el dólar se está revalorizando, empezando a compensar la pérdida de competitividad que supondrá el acuerdo para la Unión Europea, y eso significará que Estados Unidos recaudará más. Este dinero, con la "big and beautiful Act" que Trump ha conseguido aprobar irá a reducciones de impuestos, y no a reducir el déficit público. Una cuestión de la que no se ha hablado, pero que hay que tener en cuenta es el de la tributación de las multinacionales. Nada más llegar a la presidencia Donald Trump sacó a los Estados Unidos de los acuerdos del marco ampliado de la OCDE sobre tributación de multinacionales. Aquí lo que es relevante es el pilar 2, que obliga a las multinacionales que facturen por encima de 750 millones de euros al año a pagar un mínimo del 15% de su beneficio mundial, mediante un impuesto complementario, extremadamente complicado, en el país donde tienen su sede.
Las multinacionales europeas tienen que pagarlo, ya que hay una directiva en vigor (que España, como casi siempre, traspuso a trancas y barrancas). Pero las grandes multinacionales norteamericanas no tienen que pagar el impuesto, ni tampoco afrontar su burocracia, compitiendo con las europeas que sí tienen que hacerlo, y encima, recientemente, en el G-7 se le dio carta de naturaleza a la excepción norteamericana, que encima tiene las multinacionales más grandes y que más dinero ganan del mundo. En el informe Draghi se señala que uno de los problemas europeos es que hay menos multinacionales, y con menos crecimiento que en Estados Unidos, lo que no es extraño, cuando se mantienen medidas que lo lastran, mientras que nuestros principales competidores no lo hacen, ni en energía, ni en los mercados financieros, ni en ecología, ni tampoco en fiscalidad, aunque sea un tema menos comentado. Ni decir tiene, que, con este panorama, habría que suspender de inmediato la aplicación del pilar 2, mientras seamos los únicos que lo aplicamos efectivamente.
No nos engañemos, estos aranceles han llegado para quedarse. Cuando Trump se haya ido, el arancel del 15% seguirá. Por supuesto, también perjudicará a los consumidores norteamericanos, pero con el déficit fiscal (y comercial) estructural de Estados Unidos, no habrá administración que lo revierta. Pero, la UE ha negociado pésimamente porque no es un Estado, ni tampoco una federación, y eso se nota. Y también se nota que las autoridades europeas no están sometidas a un control democrático efectivo, con lo que Von der Leyen ha optado por la solución más cómoda, la claudicación. El comercio mundial también saldrá perjudicado, especialmente a medio y largo plazo, pero eso lo contaremos otro día.