Decían los maestros de la Generación del 98 aquello de "amamos a España porque no nos gusta" y con ese mismo sentimiento de amor y pesadumbre es preciso admitir que por mucho que la propaganda y los mensajes triunfalistas de los políticos de uno y otro signo se empeñen en intentar convencernos de que "somos un gran país", la cruda realidad de los indicadores y la comparación con el entorno se empeñan en demostrarnos que hoy, ni somos grandes, y casi ni somos un país. Al menos en el sentido de unidad, sentimiento y cohesión social que el concepto de país exige.
De hecho, España no puede ser grande cuando todos los indicadores económicos y sanitarios de nuestro país son mucho peores que los que muestran el resto de nuestros socios y competidores en Europa y en la OCDE.
Si nos atenemos al terreno de la sanidad y después de haber sufrido el confinamiento más duro y mas duradero de la UE, España ha sido calificada como el país con peor gestión sanitaria de la OCDE entre abril y junio por la Universidad de Cambridge en un informe en el que se analizan los indicadores de propagación del Covid-19 y la mortalidad por habitante.
Y seguimos siendo los peores en la actualidad, con más de 800 rebrotes y superando los 8.000 contagios, lo que nos coloca al frente de la Unión Europea y justifica los vetos y controles que la mayoría de países imponen a nuestro país y a quienes desde el llegan a sus territorios.
En el campo de la economía, vemos que España es el segundo país, tras el Reino Unido, con peor resultado del PIB de la Unión Europea, un 18,5 por ciento de caída en el segundo trimestre, muy superior al 10,1 por ciento de Alemania, el 13,8 por ciento de Francia, el 14,1 por ciento de Portugal, o el 11,9 por ciento de la Unión.
Una lamentable distinción
Lo mismo ocurre con el paro, drama en el que ostentamos el triste galardón de ser líderes de Europa con una tasa de desempleo del 15,6 por ciento, superior a la de Grecia y duplicando el 7,1 por ciento de media de la UE, sin contar a los trabajadores afectados por los ERTE, de los que todos los analistas coinciden en que entre el 30 y el 40 por ciento de los mismos no volverán a ocupar su puesto de trabajo, lo que elevará esta tasa de paro a niveles próximos al 25 por ciento.
Y esto con una deuda pública que supera ya el 100 por ciento del PIB y con expectativas reales de llegar al 120 por ciento. Con 2.266 empresas que se declararon en concurso de acreedores sólo en el mes de julio, según el último radar de Axesor, y un aumento del 5,5 por ciento en el número de insolvencias, que avala las previsiones fundadas de las consultoras de cierres masivos de empresas a final de año.
Son las consecuencias de tener el peor gobierno posible en la mayor crisis sanitaria y económica de la historia reciente. Un Gobierno que, mientras el país va a la deriva, sigue de vacaciones, con el presidente ausente, elogiando su gestión, más preocupado de su imagen que de la salud y la economía de los españoles, sin un plan para el curso escolar en víspera de la vuelta a los colegios, y con un vicepresidente segundo lanzando cortinas de humo y atacando a las instituciones del Estado para tapar la podredumbre de sus propias cloacas.
Pero no sólo es el Gobierno responsable. También lo es una sociedad anestesiada con altas dosis de inconsciencia e ignorancia, un tejido empresarial y sus organizaciones representativas tolerantes y consentidoras y unos sindicatos doctrinarios y sin credibilidad. Y mientras, desde la oposición, el Partido Popular intentando encontrar la identidad perdida, Ciudadanos buscando abrirse un hueco que ellos mismos se cerraron, y Vox haciendo el juego a Pedro Sánchez dividiendo el voto del centro derecha. ¡Sálvese quien pueda!
Relacionados
- Ciudadanos pide al Gobierno que asuma el control de los rebrotes en Cataluña y un plan para el curso escolar
- Los rebrotes en Cataluña hunden el turismo y el resto de comunidades estallan: Pagamos por otros
- Defensa prepara rastreadores para luchar contra los rebrotes de coronavirus
- La viróloga Margarita del Val advierte sobre los rebrotes de coronavirus: Nos acercamos a la segunda oleada