
El regate corto da grandes tardes en el fútbol y en la política. Sánchez dejó fuera de juego a un Casado, que mientras abría un debate interno sobre si prorrogar el estado de alarma, se ganaba el apoyo de Arrimadas y recuperaba el de Urkullu. La sonrisa de oreja a oreja con la que el presidente entró el miércoles en el hemiciclo del Congreso, denotaba aires de victoria. Incluso se permitió decirle a Casado que su abstención sabía a no, a derrota, cuando hacía solo unas horas hubiera dado palmas con las orejas por conseguirla.
Un movimiento político que cambiará la legislatura. Arrimadas asegura que se trata de un acuerdo puntual, pero las reuniones semanales que pactó a cambio con Sánchez, la convierten en cómplice de su política.
No me extrañaría que acabe engatusada como vicepresidenta quinta y miembro activo del CNI, a cambio de su apoyo al Presupuesto. La generosidad de Sánchez con tal de seguir adelante es infinita.
La alarma no solo vulnera los derechos ciudadanos, sino que es aprovechada para dictar reales decretos que no tienen nada que ver con los asuntos sanitarios, como la limitación de la libertad de prensa, con la excusa de los bulos o los indultos del procés.
El estado de alarma vulnera derechos de los ciudadanos y es aprovechada para dictar decretos que no tienen nada que ver con los asuntos sanitarios
Este viernes se conocieron las autonomías que ascienden de fase. Sánchez basa sus decisiones de nuevo en un comité de expertos científicos, del que ni siquiera conocemos sus nombres. Un hecho de transparencia insólito en la historia de la democracia.
La medida es política, por supuesto, pero el lío montado en la Comunidad de Madrid por el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso le permite presumir de objetividad, pese a unos datos cuestionados por todas partes, desde el número de test al de muertos. Divide y vencerás. Las riñas de la oposición le vienen de perlas.
El BCE no comprará deuda de manera indefinida. España debe bajar el gasto de forma drástica
En Moncloa dicen ahora que se han puesto a estudiar un plan B. El plan consiste en ganarse a algunos barones regionales de la oposición, así como a los agentes sociales, sobre todo a los empresarios, para aislar aún más a la derecha.
Eso explica el giro copernicano dado por la ministra de Empleo, Yolanda Díaz, que en menos de 48 horas pasó de dar un portazo a los empresarios en el tema de los Ertes, a permitir que se alarguen incluso después del verano o que se pueda levantar la prohibición de los despidos durante los seis meses siguientes. Sánchez ha demostrado resistencia y más capacidad de mutar y adaptarse a las circunstancias que el coronavirus.
La todopoderosa canciller alemana, Angela Merkel, acaba de cambiar la hoja de ruta del desconfinamiento para dejarla en manos de los estados federales, como le ocurre a Donald Trump. Pero no esperen que Sánchez, pese a estos gestos con autonomías o agentes sociales, cambie su manera de gobernar.
Sus allegados creen que es víctima del síndrome de Moncloa, que conduce a sus inquilinos al endiosamiento antes de su caída. Aznar creyó que formaba parte de una trilogía, como la del Espíritu Santo, junto a Bush padre, destinada a erradicar al Maligno; Zapatero perdió la noción de la realidad, como don Quijote vio brotes verdes donde solo había molinos y acabó sin saber lo que costaba un café; y Rajoy se confío demasiado a su teoría del "laissez faire, laissez passer". Su indolencia le impidió ver la moción de censura que lo descabalgó del poder.
Sánchez es más papistas que el Papa. La política económica o sanitaria se dirige sin contar siquiera con la mayoría de los ministros, que se enteran unas horas antes de la agenda del consejo de los martes.
Se ha rodeado de una especie de comité central compuesto por Pablo Iglesias y su guardia pretoriana, Iván Redondo y Félix Bolaños. ¿Cogobernanza?, me da la risa. Seguirá haciendo lo que le da la real gana y dando tumbos con sus decisiones de falsa base científica.
Quizá respete a Urkullu y a Junqueras porque los necesita, de momento, pero poco más. Sólo se desprenderá de su alianza con Iglesias por fuerza de causa mayor.
Pero la política no es un paseo militar. La cañas se tornan lanzas, la coronas, espinas. El futuro de España no se jugará en las prórrogas del estado de alarma en el Parlamento. Se dirimirá en la aprobación de los Presupuestos, que debe enviar después del verano al Congreso, y en Europa. Sobre todo, en este último lugar.
En Bruselas, el enfado es morrocotudo. Ni el Plan de Estabilidad ni el Plan Nacional de Reformas, que presentó el jueves, 30 de abril, la vicepresidenta Nadia Calviño, contienen una sola línea sobre reformas estructurales o de recorte del gasto, pese a que se prevé un desplome del PIB del 10 por ciento y un alza del desempleo hasta casi cinco millones.
Además, la Agencia de Responsabilidad Fiscal (AIReF), encargada de supervisar las cuentas del Ejecutivo, advertía que un tercio de los Ertes (alrededor de un millón de personas) acabarán en el desempleo y sus empresas en la quiebra absoluta.
¿Cómo se va a salvar el bache?, ¿con subidas de impuestos? Como señaló el portavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros: "No hay suficientes ricos en España para pagar tantos impuestos, señoría".
El gasto público supera este año el 51% del PIB por primera vez desde Franco, con un aumento de diez puntos sobre el año pasado. El tándem Sánchez-Iglesias ha creado un Estado elefantiásico, en el que cada empleo privado soporta casi dos públicos.
El Gobierno debería ser el primer interesado en impulsar la desescalada, antes de que las deudas ahoguen a las administraciones. Instrumentos como los préstamos del Banco Europeo de Inversiones (BEI), los del Sure para complementar los Ertes o la prestación por desempleo y el propio Mede destinado a financiar el gasto sanitario sirven para sufragar los costes mientras dure la pandemia.
Pero, si ésta se prolonga, solo quedará el recurso de acudir a las emisiones de deuda (alcanzará el 115 por ciento del PIB a finales de año) hasta que sea posible o llamar a la puerta de Europa, como hizo Mariano Rajoy en el año 2012 para reflotar la banca.
El comisario de Asuntos Económicos, Paolo Gentiloni, advirtió el lunes a España que debe tomar medidas urgentes para recuperar el tejido industrial lo más rápidamente posible.
Acciones como la sustitución de las cuotas de aforo en establecimientos comerciales por simples medidas de distanciamiento entre clientes en hoteles y restaurantes, deberían ser adoptadas para evitar una debacle.
La advertencia de Gentiloni no es gratuita. El informe de la UE recoge en un epígrafe escondido que el déficit estructural (que no depende de la coyuntura, sino de la gestión a medio y largo plazo de los ingresos y gastos) será del 5,6% este ejercicio y del 5,2% el que viene.
Como se sabe, cualquier porcentaje superior al 3%, provoca la apertura de un expediente por déficit excesivo y el envío de los llamados hombres de negro para imponer ajustes desagradables para la población.
El Pacto de Estabilidad, que obliga al cumplimiento de esta regla, fue suspendido de manera extraordinaria por el coronavirus, pero el próximo año volverá a restablecerse.
En estas circunstancias, el Gobierno tendrá hasta mediados o finales de 2021 para presentar un plan de reformas convincente, que combine subidas de algunos impuestos con incentivos fiscales para rebajar en más de 20.000 millones anuales el déficit.
Eso en el mejor de los casos, porque la AIReF advierte que los ingresos de las administraciones previstos para este año estarían inflados en 20.000 millones adicionales.
La alternativa es acudir al mercado de deuda, cuyo coste casi se duplicó, aunque se coloca aún a "precios bastantes razonables", en palabras de Calviño. Pero esta vía se cerrará poco a poco tras la sentencia del Constitucional alemán, conocida esta semana.
El Tribunal germano pide explicaciones al BCE por las compras masivas de bonos de países miembros. La presidenta del banco central, Christine Lagarde, respondió que solo tiene que dar cuentas ante el Tribunal de Justicia de la UE, que ya dio el visto bueno a las compras.
La polémica tendrá que ser resuelta en tres meses, el plazo exigido por el Constitucional alemán. El BCE usa las adquisiciones de deuda como un instrumento fiscal, para lo que no tiene competencias, además del monetario (impedir que la inflación rebase el 2%), para el que sí está capacitado. La mayoría de los expertos opina que, tarde o temprano, tendrá que dejar de soportar las adquisiciones de deuda de manera indefinida.
En definitiva, la presión para que los Estados creen las condiciones de confianza en el mercado y dejen de ser dependientes de la institución será cada vez más alta, después de la sentencia alemana.
Sánchez ganará todas las prórrogas del estado de alarma que quiera, pero servirá de poco, si no doblega el pulso de las instituciones comunitarias. Todos los caminos conducen al mismo punto de partida. El Gobieno debe reducir drásticamente el gasto. Si no lo hace, deberá aceptar las condiciones de Bruselas para sus préstamos. Las esperanzas de lograr dinero gratis se esfuman. Como suele decirse, con Europa hemos topado.
PD.-Quiero rendir homenaje a un gran amigo que nos dejó esta semana, Miguel Ors. Un periodista íntegro y de raza, que dirigió los espacios deportivos de TVE durante más de veinte años y ejerció durante décadas a los pechos de Emilio Romero, en el diario Pueblo, y luego de Luis María Ansón, en ABC y La Razón. Ors, colaborador de elEconomista durante más de una década, era una memoria viva de la transición, culto, divertido e inquieto, me enseñó que una portada siempre tiene que "sorprender y desazonar" al adversario. Muchas gracias por tu amistad y tus consejos durante tantos años. Va por ti, maestro. DEP.