Opinión

Elecciones: entre Alemania y Frankenstein

El Pleno del Congreso de los Diputados.

Esta vez sí. Las encuestas acertaron, todas menos las del cocinero Tezanos que si tuviera un mínimo de vergüenza debería dimitir, y el resultado de las urnas vuelve a dibujar un escenario de bloqueo con dos únicas salidas posibles: una gran coalición a la alemana para garantizar esa estabilidad, que hoy ya más que necesaria es perentoria, o la reedición del gobierno Frankenstein de Sánchez con los populistas y los independentistas, con todas sus servidumbres y sus riesgos.

La tercera posibilidad, unas terceras elecciones es impensable y está descartada por los dos partidos tradicionales y mayoritarios.

Una encrucijada la que se abre a partir de este 11 de noviembre, en la que si los líderes políticos estuvieran a la altura de los ciudadanos a los que en teoría representan empezaría ya a negociar esa gran coalición entre socialistas y populares con el añadido de lo que queda de Ciudadanos para afrontar con garantías el problema territorial, la crisis económica que ya tenemos encima y pactar unos presupuestos que permitan mantener el crecimiento, el empleo y abordar las reformas estructurales pendientes.

Incluso, y al margen de los intereses nacionales y del sentido del Estado, y por propio egoísmo partidario, esa gran coalición permitiría a socialistas y a populares plantar cara a Vox y a Podemos desde una acción seria y coherente de Gobierno y evitar el chantaje permanente de los independentistas catalanes y de los nacionalistas vascos.

Eso es lo que hicieron y harían en Alemania y eso es lo que han demandado la mayoría de los españoles en las urnas, pero, ¿dónde están aquí los alemanes? "A Casado y a García Egea no les gusta la coalición y tienen miedo a una oposición de Vox", afirmaban ayer dirigentes del Partido Popular. Mientras que portavoces del PSOE recordaban que "a Sánchez solo le mueve su ambición y pactará con quién sea para seguir durmiendo en La Moncloa, pero buscará cualquier fórmula para evitar una sociedad con el PP".

Un Sánchez que convocó unas elecciones para aumentar su representación parlamentaria y gobernar en solitario y que se encuentra ahora con tres diputados menos, la pérdida de la mayoría absoluta en el Senado y un resultado perdedor que debilita su liderazgo en el partido e imposibilita esa abstención gratuita a la que aspiraba para gobernar. "Se ha pegado un tiro en el pie y solo mantenerse en La Moncloa le garantiza su supervivencia en el partido", matizan en la sede de Ferraz.

Mejor le han ido las cosas a Casado, que mejora sensiblemente sus catastróficos resultados de abril, pero no sube tanto como pronosticaban las encuestas, ni como necesitaban para negociar con el PSOE desde una posición de fuerza. "Si al final se reanudan las negociaciones para la coalición, exigiremos que no se suban los impuestos, mantener la reforma laboral y cambios en la política territorial, pero ya no podremos pedir la cabeza de Sánchez", admiten desde Génova, y Sánchez es el "principal impedimento para un pacto",

Y del resto solo queda reseñar la ciclogénesis explosiva de Vox, convertido en tercera fuerza política por obra y gracia de la pasividad de Sánchez frente al golpismo y al terrorismo callejero en Cataluña y de una exhumación de Franco que se pretendía a mayor gloria del sanchismo y que ha disparado los votos de Abascal.

Ya lo predecían las encuestas, como también la sublimación de Ciudadanos. Un hundimiento histórico, que le ha costado el escaño al secretario general Villegas y al portavoz Girauta, y ante el cual a Rivera no le queda otra opción que dimitir y a los restos del naufragio buscar abrigo en tierras de populares o del socialismo moderado.

También estaba descontado el retroceso de Podemos y la irrelevancia de esa ficción de Más País, que era más una venganza de Errejón que una opción política coherente.

Y una nota especialmente relevante en estos comicios han sido los resultados electorales para el Senado, donde la tramitación de los presupuestos del Estado previa aprobación del techo de gasto y para aprobar una nueva aplicación del artículo 155 en Cataluña se requiere una mayoría de 130 senadores que ahora solo es posible con la suma del Partido Popular y del Partido Socialista. De ellos depende... y a ellos nos encomendamos.

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