Opinión

Las elecciones que nunca debieron celebrarse

  • Se demuestra que azuzar el miedo a Vox en los medios no tiene efecto
  • Los nacionalistas catalanes se quedan con una foto muy semejante
Una familia vota en las recientes elecciones del 10-N

Convocar elecciones solo para mejorar los propios resultados en un contexto de imposibles mayorías tiene sus consecuencias. Los buenos números que cosechó Pedro Sánchez en abril fueron desperdiciados por el personalismo que el presidente en funciones aplica siempre a la política.

Y prefirió llevar al país a este episodio en el que, por mucho que lean o escuchen ustedes que ha ganado las elecciones y salva la cara, lo cierto es que tendrá que hacer las mismas gestiones negociadoras que debía hacer en mayo para ser de una vez investido en el Congreso. Ya no tiene a Ciudadanos para asir un Gobierno "moderado", si es que eso es posible en el personaje en cuestión.

La abstención en abril alcanzó el 28,3 por ciento, y la participación se encaramó al 71,7 por ciento. Si consideramos la caída de varios puntos en el número de votos un castigo al PSOE, el margen de representación que ha perdido es muy bajo.

Los españoles siguen seducidos por un presidente que volverá a intentar emular a Mary Shelley con su Frankenstein, segunda parte, dado que los magros diputados de Ciudadanos no serán de gran ayuda. Y no olvidemos que la segunda parte del mito, tal y como la realizó la Universal en los años 30, se tituló La novia de Frankenstein.

El centro derecha no repitió el milagro de Andalucía. Casado ha mejorado sus resultados y se dispone a apuntalar un liderazgo conservador, al que le ha salido un fortísimo competidor. Vox tiene casi los diputados que tenía Ciudadanos, y los utilizará de forma muy distinta a como lo ha hecho erróneamente Albert Rivera. Pero la noche fue para el centro derecha una pendiente, en la que fue mejorando constantemente sus resultados, excepcion hecha de Ciudadanos y su catástrofe, que requerirá una autocrítica clara.

Los dos bloques son engañosos. El de derechas tuvo en abril 11.169.000 votos y 147 escaños. Hoy ha logrado 152. Quien vea en esto un éxito de Sánchez, debe repasar los números. Al de izquierdas habrá que sumarle a nacionalistas e independentistas, porque lo más probable es que se busque de nuevo esta combinación infernal. Pierde escaños el PSOE y tiene hoy menos posibilidades para formar Gobierno que en primavera.

El Parlamento se fragmenta aún más con la entrada de Más País y la CUP, que tendrá visibilidad donde más le gusta deslegitimar: en el lugar donde reside la soberanía nacional.

Que Podemos no mantenga casi diez de sus escaños sí que es un éxito del presidente en funciones, que ha tratado de responsabilizarles de una repetición electoral que solo obedeció a sus intereses personales. Pero no ha conseguido que la candidatura de diseño inventada para horadar a Iglesias, la de Errejón, le afecte demasiado a Pablo Iglesias. Más parece que los tres diputados que pierde el PSOE son los que ha conseguido el partido instrumental.

La reflexión mediática del 10-N no deja de ser imprescindible. La apelación constante al miedo contra un partido al que han dado su confianza tres millones y medio de votantes, no ha tenido el efecto buscado con cientos de horas de debates.

Y junto a esa reflexión, la que deberían hacer los independentistas catalanes que forzaron las primeras elecciones y se quedan con una foto muy parecida a aquella. O los nacionalistas vascos, que desencadenaron esta etapa insoportable de inestabilidad, al apoyar la moción de censura.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky