
Tras años de una una inflación 'dormida' (casi deflación en la zona euro), todo hace indicar que este 2021 va a ser diferente. El dato de IPC de abril en EEUU ha superado con creces las expectativas, pulverizando el 2% interanual que se marca como objetivo la Reserva Federal en el medio plazo. Este fenómeno inflacionario con epicentro en EEUU también va a llegar a Europa, aunque algo más debilitado.
La inflación va a aumentar con fuerza este año a nivel global. Hasta ahora, los bancos centrales prevén que este sea un rebote intenso, pero corto. Sin embargo, cada vez son más las voces que advierte son un cambio casi estructural que podría generar una inflación considerable durante años.
Así lo ha advertido el Instituto Internacional de Finanzas (IIF) en una nota publicada este jueves en la que llama a los bancos centrales a prestar atención a la inflación y a las interrupciones en las cadenas de suministro globales. Robin Brooks, Jonathan Fortun y Jonathan Pingle, economistas de IIF creen que la inflación puede acabar complicando la vida a unos bancos centrales que confían excesivamente en que el alza de precios es solo temporal.
"Hemos estado documentando la gravedad de las interrupciones de la cadena de suministro en el sistema productivo de EEUU, donde los retrasos en las entregas de los proveedores son casi tan graves como en Japón en 2011 después del desastre de Fukushima. También hemos demostrado que los márgenes cobrados por las empresas manufactureras estadounidenses en su producción han aumentado considerablemente, una tendencia que se correlaciona con los mayores retrasos en las entregas de proveedores", explican los economistas del IIF.
La onda expansiva de los cuellos de botella
Además, "la actualización de estos datos en nuestro último boletín muestra que los tiempos de entrega prolongados, que ya eran tan frecuentes en EEUU, se han ampliado a nivel mundial, y muchos otros países ahora experimentan retrasos en una escala similar". Las empresas que están soportando unos precios mayores para adquirir los inputs necesarios (materias primas, bienes intermedios...), también están incrementado los precios finales de esto bienes con intensidad, aprovechando que la demanda supera con creces a la oferta en estos momentos. Este alza de precios en los bienes finales se convierte directamente en un alza de la inflación.
Son muchos los factores que están impulsando los precios a nivel global. La inflación sube con fuerza cuando se analiza en tasa interanual porque el año pasado los precios se mantuvieron planos o incluso cayeron durante la pandemia. La subida de hoy se acentúa por ese efecto base.

Pero otra buena parte del auge del IPC en EEUU o la zona euro se debe a cambios e interrupciones en las cadenas de suministro que podrían presionar al alza los precios durante años. Muchas empresas están cambiando su forma de operar, apostando por unas cadenas de suministros menos eficientes pero más resistentes (normalmente más cercanas a los puntos de venta), lo que al final desemboca en unos precios más altos. Todo ello se junto con unos estímulos masivos en EEUU, unos tipos de interés históricamente bajos y un optimismo creciente a medida que avanza la vacunación.
"Mostramos que las empresas están incrementando cada vez más los márgenes de su producción respecto a los precios de los insumos a escala global y no solo en los Estados Unidos. Todo esto apunta a que las interrupciones de la cadena de suministro y su efecto en cadena sobre la inflación son un shock a medio plazo, en lugar de uno a corto plazo que se olvida rápidamente. Esto puede complicar la vida de los bancos centrales, que están ocupados desentrañando los efectos de la oferta y la demanda", destaca el informe del instituto financiero.
Desde la firma financiera Blackrock apoyan este argumento de la siguiente forma: el impacto del covid sobre la economía ha sido más parecido al de un desastre natural que viene seguido de un rápido 'reinicio' rápido, que al de una recesión tradicional que termina con una recuperación progresiva. "Consideramos que esta naturaleza distinta del shock tiene profundas implicaciones para la inflación: la pandemia no provocó un déficit típico de la demanda como en las recesiones normales; porque ha provocado déficits tanto en la oferta como en la demanda. A medida que la economía reabra, tanto los cuellos de botella de la oferta como la demanda reprimida irán cobrando protagonismo", aseguran los analistas de Blackrock, que ven presiones alcistas sobre los precios durante los próximos años.
La banca central (también la Casa Blanca) ha adoptado un mensaje común, tanto en Europa como en EEUU, que habla de un brote inflacionario temporal que comenzará a desvanecerse a finales de este 2021. De cumplirse esta hipótesis, los bancos centrales podrían mantener los bajos tipos de interés que predominan en la actualidad, dejando que la subida del IPC de 2021 compense la casi deflación sufrida durante 2020.
Sin embargo, si las fuerzas que están haciendo subir el precio de materias primas, chips semiconductores... son duraderas (y tienen efecto de segunda ronda), los bancos centrales tendrían que, al menos, discutir si llevar a cabo unas políticas más restrictivas. En un mundo muy endeudado, un endurecimiento de las condiciones financieras puede salir muy caro, pero la otra opción pasa por dejar subir a la inflación y rezar para que ésta no se desboque (represión financiera).
Un problema a medio plazo
"La propagación de las interrupciones en las cadenas de suministro se ha ido expandiendo a nivel mundial y ya se acerca al 70% de los países. Una pregunta clave en torno al shock actual es si representa una fuerza significativa para impulsar la inflación al alza o si es simplemente un bache de corta duración", se preguntan los economistas del IIF.
Estos expertos realizan un ejercicio en el que comparan los precios la producción con los precios de los insumos de marzo de 2021 y abril de 2021. "Se muestra claramente que los márgenes que cobran las empresas se están acumulando en todos los países, y que cada vez son más los países que registran aumentos en los precios de su producción".
Las economías están reabriendo y los consumidores vuelven comprar. El problema es que durante lo peor de la pandemia muchas empresas cerraron, otras recortaron personal y redujeron su stock de capital (maquinaría, capacidad productiva...). Ahora llevará un tiempo hasta que la oferta logre producir sin tensiones todo lo que se está demandando a medida que el mundo vuelve a la normalidad. Los cuellos de botella y la escasez de ciertos bienes podría ser aún más intensa si además los consumidores abren sus bolsillos y empiezan a gastar parte del exceso de ahorro forzoso acumulado durante 2020.
Los patrones de consumo también pueden haber variado, la demanda de bienes electrónicos es muy importante, lo que está generando una escasez de chips semiconductores que podrían prolongarse hasta 2022 o 2023. Esta falta de chips puede afectar a su vez muchos otros sectores que trabajan con bienes intermedios que llevan algún tipo de chip. Todo esto está ocurriendo cuando todavía no se ha producido el verdadero impulso del consumo que podría llegar en semanas o meses.
"A medida que la vacunación se extiende a nivel mundial, es probable que los retrasos en las entregas sigan siendo graves durante algún tiempo, lo que amenaza con convertir este shock en un fenómeno de medio plazo que puede complicar la vida de los bancos centrales del mundo", sentencia los expertos del IIF.