
El evento de 2019 de banqueros centrales en Jackson Hole ha llegado en uno de los momentos más importantes para la política monetaria de los últimos años. Los mercados están ahora totalmente pendientes de los movimientos que preparan los grandes señores del dinero, ya que en este momento son ellos quienes tienen la llave que puede desbloquear el apoyo necesario para conseguir que la economía mundial no entre en recesión de forma inminente.
Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal estadounidense (Fed) y Mario Draghi, su homólogo del Banco Central Europeo (BCE), tienen ahora el poder -y los mercados les están haciendo responsables, ya que descuentan una probabilidad del 100% de que recorten tipos en septiembre- de conseguir que el final del ciclo expansivo que vivimos se retrase, y que la economía todavía viva un tiempo en la última fase del periodo de crecimiento, que empezó tras el estallido de la crisis financiera, hace ya más de una década. En resumen, en sus manos está que el "final de ciclo" se convierta en un "ciclo que está en su fase final", dos situaciones que diferenciaba Joachim Fels, asesor económico mundial de Pimco.
A pocos les es desconocido que la economía global empieza a mostrar signos de agotamiento. Después de vivir el ciclo más largo de crecimiento que se recuerda en Estados Unidos, con la bolsa cerca de máximos históricos, un desempleo saludable, en una tasa del 3,6% en el segundo trimestre, el nivel más bajo nunca visto, muchos expertos se preguntan cuánto tiempo más va a poder aguantar Estados Unidos hasta tener que pararse para recuperar y tomar aire, antes de comenzar un nuevo ciclo expansivo. El apoyo de los bancos centrales será suficiente para alargar el ciclo, creen algunos analistas. Desde Julius Baer avisan de que "las acciones concentradas de los bancos centrales serán capaces de evitar la recesión global", mientras que BlackRock sigue observando "riesgos limitados de recesión a corto plazo, ya que el giro acomodaticio de los bancos centrales contribuye a prolongar el ciclo económico".
Las señales de agotamiento
Aunque la primera economía del mundo sigue exhibiendo sus músculos, las señales que reflejan la amenaza de la recesión son mucho más evidentes en otras geografías, en un contexto de incertidumbre por el impacto que pueda tener la guerra comercial en la que están embarcados Estados Unidos y China. La bolsa europea es un ejemplo: desde los máximos que se tocaron en 2015 los índices europeos Stoxx 600 y EuroStoxx 50 están en una fase correctiva, perdiendo más de un 10% en ese periodo.
Los últimos datos de crecimiento de la economía alemana también son significativos: se contrajo durante el segundo trimestre de 2019, un 0,1%, mientras el Bundesbank avisa del riesgo que existe de que la mayor economía de la eurozona entre en recesión técnica, ya que prevé otra contracción del PIB en el tercer trimestre del año. Y no sólo en Alemania: desde Vaughan Nelson, Chris Wallis, CEO de la compañía, se extraña de que la Fed "necesite ahora más datos, cuando Alemania, Italia, Japón y grandes zonas de Asia están en recesión o muy cerca de ella, y mientras las curvas de deuda a corto y largo plazo están ahora invertidas".
El experto se refiere, con esta última idea, a algunas señales del agotamiento económico que cada vez son más evidentes, también del Tio Sam: la curva de intereses de la deuda estadounidense se ha invertido varias veces durante los últimos días por primera vez desde 2007 -el bono americano con vencimiento a 2 años ofrecía más rentabilidad que el que vence a una década-, un indicador de recesión de cara a los siguientes meses que históricamente ha sido muy fiable.
El jueves y el viernes pasado la curva volvió a invertirse, una señal que parecía querer recordar a Powell que los mercados descuentan un recorte de tipos de interés próximamente, y que estuvieron muy pendientes de sus palabras en Jackson Hole, un evento que durante los últimos años ha sido clave para las expectativas y la confianza económica, con los banqueros centrales aprovechando su paso por el encuentro que organiza la Fed de Kansas City para anunciar medidas importantes. Wallis considera que "la inversión de la curva y los tipos de interés negativos son una señal de la debilidad del crecimiento y del deterioro de las presiones inflacionistas de forma global", y añade que "sin los déficits que mantiene Estados Unidos, propios de años de guerra, su economía estaría ya en recesión".
De hecho, el déficit estadounidense puede ser una de las razones que impide que la política fiscal apoye a Powell en la tarea de impulsar el crecimiento. Esta misma semana Donald Trump sorprendió al declarar que estaba valorando un nuevo recorte fiscal en Estados Unidos, analizando distintas opciones, como una rebaja del impuesto por ganancia patrimonial. Sin embargo, tras generar un revuelo en las bolsas estadounidenses, que subieron más del 1% ese día y contagiaron a las europeas, el presidente americano se retractó al día siguiente, eliminado cualquier posibilidad de recorte impositivo próximamente, y dejando toda la responsabilidad en manos de Powell y sus compañeros de la Fed. Eso sí, Trump no pierde oportunidad para pedir más medidas de estímulo al banco central del país, para dar un empujón al crecimiento económico de cara a las elecciones presidenciales que tendrán lugar en 2020.
El peso de Jackson Hole
Durante los últimos años ha habido varias ocasiones en las que el evento de banqueros centrales en Wymonig ha sido clave para el desarrollo de la economía y de los mercados. En 2005, por ejemplo, Raghuram Rajan, en aquel momento un economista con base en la Universidad de Chicago, que posteriormente sería el gobernador del Banco Central de India, avisaba del exceso de riesgo que estaban asumiendo los gestores de fondos, en busca de rentabilidad. Sus palabras no se tomaron demasiado en serio e incluso Larry Summers, que había sido secretario del Tesoro durante la presidencia de Bill Clinton, llegó a criticar el estudio de Rajan tachándolo de ser "ludita" -un movimiento de artesanos ingleses que en el siglo XIX criticaron y lucharon contra las nuevas máquinas, que destruían empleo-.
Otro año clave en Jackson Hole fue 2007, con la crisis a la vuelta de la esquina, Ben Bernanke, presidente de la Fed en aquel momento, abría la puerta al primer recorte de tipos de la Fed en cuatro años, una bajada que se hizo efectiva sólo un mes después. Unos años después, en 2012, Bernanke aprovechó la conferencia para anticipar la tercera ronda del programa de compras de deuda (QE), y también lo puso en vigor un mes después de explicarlo en Jackson Hole.
En 2014 el protagonismo no lo tuvo un banquero central estadounidense: Mario Draghi, en su primera visita al evento de Jackson Hole, puso la primera piedra del QE europeo, un programa que se confirmaría pocos meses después. Desde entonces, cabe destacar que el italiano sólo ha acudido en una ocasión al encuentro, en 2017, un año en el que su participación no fue demasiado destacable.
Dos posturas diferentes
Aunque el mercado está descontando una probabilidad del 100% de recorte de tipos en septiembre, tanto para el BCE como para la Fed, la situación de los dos bancos centrales es bastante diferente. Dentro del organismo estadounidense hay voces disidentes, como la de la presidenta de la Fed de Kansas City, Esther George, que durante los últimos días ha insistido, como mostraron las actas de la última reunión de la Fed, en que no ve la necesidad de acometer un recorte de tipos en septiembre, mientras la economía americana siga mostrando fortaleza, tal y como lo está haciendo.
Frente una Fed que muestra cierta reticencia, el BCE tiene la intención de poner toda la carne en el asador. El organismo quiso dejar claro en la reunión de julio que ya ha puesto a sus equipos a trabajar para diseñar una nueva batería de estímulos. Será la última traca de Draghi antes de dejar el puesto en noviembre, pero el italiano ha preferido no aparecer por Jackson Hole en esta ocasión, y dejar que sea Olli Rehn, miembro del Consejo de Gobierno del BCE, quien diese más detalles del programa, señalando en una entrevista a The Wall Street Journal, que el organismo prepara un paquete de medidas "sustanciales".
Las actas de la reunión de julio del BCE, que se publicaron esta semana, mostraron además que el organismo tiene la intención de disparar todas estas medidas de sopetón, ya que espera que de esta forma el impacto sea más significativo en la economía, en lugar de ir activando los estímulos con cuenta gotas.
Draghi no se despide de Jackson Hole
En los 8 años que ha pasado Mario Draghi al frente del Banco Central Europeo sólo en dos ocasiones ha acudido a Jackson Hole: lo hizo en 2014 y posteriormente en 2017. Este año no será diferente a lo que nos tiene acostumbrado, y el italiano parece haber decidido no aprovechar su último Jackson Hole como presidente del BCE para acudir al evento. Sí lo hicieron Benoit Coeure, Sabine Lautenschlaeger y Philip Lane, como representantes del Consejo de Gobierno del Organismo, pero ninguno de los tres ha tenido un papel demasiado destacable en el encuentro de este año.