Internacional

¿Por qué se habla de 'momento hamiltoniano' en la UE con el fondo de reconstrucción?

  • Los más europeístas hablan de punto de partida para una mayor integración
  • Hamilton unificó la deuda de los territorios en los primeros compases de EEUU
Billete de diez dólares con la efigie de Alexander Hamilton.

La hora europea tras el coronavirus es grave y las voces más federalistas dentro de la Unión aprovechan la difícil coyuntura para ahondar en su causa de una mayor integración. Aunque se trata de un debate recurrente, la excepcionalidad de la situación derivada de la pandemia ha tornado más vehementes algunas posiciones y acelerado determinados pasos. Que en medio de la eterna pugna entre más o menos Europa, sus dos vectores, Alemania y Francia, hayan allanado el camino a la Comisión Europea hacia un fondo de reconstrucción tras la crisis sanitaria de 750.000 millones de euros con más transferencias que créditos ha dado alas a los más integradores, que han vuelto a sacar de la chistera el concepto de 'momento hamiltoniano'. ¿A qué se están refiriendo?

Más integración quiere decir muchas cosas, pero en un contexto como el actual viene a ser, más que otra cosa, deuda compartida. Si con la crisis del euro la disputa ya fue entre los que pedían repartir riesgos y los que defendían que 'cada palo aguante su vela', ahora esa pelea cobra más relevancia si cabe. Aunque la lucha por los coronabonos ha quedado en un segundo plano, que el fondo pergeñado por Angela Merkel y Emmanuel Macron contemple que la mayor parte de las transferencias sean para los países más afectados y que el pago de esa deuda se mancomune entre todos según su capacidad y no según su 'disfrute' ha desempolvado el mantra de mutualizar los pasivos.

No es tanto como pedían los países del sur, para enfado de Holanda, pero el fondo de recuperación, bautizado como 'Next Generation EU', supone el mayor esfuerzo de endeudamiento de la Comisión hasta la fecha: el órgano europeo buscará financiar en los mercados esos 750.000 millones (433.000 millones en transferencias, 250.000 millones en préstamos y 67.000 millones en provisión para garantías) previstos para aplicarse en cuatro años.

El hecho de que la emisión de deuda para esta financiación (se pagará entre 2028 y 2058) la haga el órgano europeo es clave para ese esbozo de mutualización. Pondrán más los países que más tienen aunque reciban proporcionalmente menos. En este sentido, ha resultado fundamental el viraje dado por Alemania, reacia en un primer momento a compartir riesgos. Este cambio de postura es el que ha hecho a muchos girar de nuevo la cabeza con esperanza hacia Alexander Hamilton.

En 1790, Hamilton, primer secretario del Tesoro de EEUU cuyo rostro figura en los billetes de 10 dólares, abogaba por una verdadera unidad dentro del federalismo de la nueva nación. Pero la idea de unidad conducía para sus opositores a la centralización de poder, algo no muy distante de lo que habían huido las colonias al levantarse contra el Imperio británico.

La deuda, 'pegamento' de EEUU

Uno de los principales puntos de fricción era, precisamente, la mutualización de la deuda. Hamilton defendía que el gobierno federal de EEUU asumiese las deudas en que incurrieron los estados para financiar su rebelión contra los británicos. El estado de Virginia, como la actual Alemania, era el más poderoso de la Unión económicamente y se negaba a pagar las deudas contraídas por las otras colonias. Precisamente el entonces secretario de Estado (y posterior presidente) Thomas Jefferson era de Virginia y se negaba a cumplir con las obligaciones de otros estados más pobres o irresponsables.

Sería en un encuentro en la entonces capital, Nueva York, el 20 de junio de 1790 entre Hamilton, Jefferson y otro virginiano y futuro presidente, James Madison, cuando se gestó un acuerdo que sentaría las bases de la organización económica federal de EEUU. Hamilton logró convencer a ambos de que era necesario aplicar un sistema de financiación similar al de los propios británicos y que la mutualización de la deuda conduciría a una Unión más fuerte, pese a que los territorios perdieran una parte de su poder necesariamente, pasando de una suerte de confederación a una verdadera federación de estados.

Además, la deuda conjunta pasaría a negociarse como moneda de curso legal, estableciendo una especie de bonos del Tesoro que serían pagados con impuestos arancelarios. Estos pagarés, respaldados por una gran federación y no por un pequeño estado, gozaría de más facilidad para ser colocado posteriormente en los mercados internacionales. De forma similar, unos verdaderos eurobonos contarían hoy sobre el papel con mayor demanda y menor interés en los mercados que la deuda de casi cualquier país comunitario por separado.

Sin embargo, las medidas propuestas por Merkel, Macron y la Comisión Europea distan aún de tener el calado que tuvo entonces el acuerdo entre Hamilton y Jefferson. A pesar de los fondos europeos contra las consecuencias del coronavirus, los países tendrán que seguir lidiando con su propia deuda nacional a través de sus propios impuestos y emisiones de deuda.

Más allá de la labor de sujeción del BCE, la posibilidad de que la UE cree impuestos comunitarios ligados al cuidado del medio ambiente y contra la contaminación o a las grandes tecnológicas (tasa Google) sería otro pequeño avance hacia una unidad económica. La propia Comisión estima que con estos impuestos comunes se podrían recaudar 30.000 millones al año para financiar parte del fondo de recuperación. No obstante, los pasos en ese sentido son aún vacilantes y hay dificultades añadidas: la oposición continua de la liga de los 'frugales', encabezados por la siempre combativa Holanda, pone más palos en las ruedas.

Crisis de representatividad 

En un plano más político y menos centrado en las finanzas, el gobierno federal fuerte de Hamilton contó con otra cuestión clave: el poder de elegir. Resulta complicado pedirle a la población que se sacrifique para pagar deudas ajenas si quien toma la decisión (Von der Leyen, presidenta de la Comisión) o quien la promueve (Merkel y Macron) no han sido elegidos por los ciudadanos que tienen que hacer dicho sacrificio. La Unión Europea lidia desde hace décadas con una crisis de representatividad democrática por la cual la máxima autoridad, la presidenta de la Comisión, no es nominada por los eurodiputados sino por los jefes de Gobierno de la Unión, aunque sea el Parlamento quien la ratifique. El triángulo Consejo Europeo - Parlamento Europeo - Comisión Europea sigue sin estar presente en el día a día de los ciudadanos comunitarios que, como se ha demostrado tras la Gran Recesión, pueden ver a la UE con el recelo de quien impone obligaciones (recortes en servicios sociales) a cambio de nada.

No pocos han querido ver en los pasos del trío formado por Merkel, Macron y Ursula Von der Leyen, las tres personas con más poder real del bloque, el impulso que necesita la UE para acercarse progresivamente al proyecto de unos verdaderos Estados Unidos de Europa que ya imaginaba Ortega y Gasset antes de la Segunda Guerra Mundial y que empezó a levantar Robert Schuman en 1950 con la CECA. Sin embargo, parece que la realidad es más tozuda y habrá que seguir esperando en una Europa acostumbrada desde su 'unión' al consenso desde la diferencia. Con todo, es evidente que este trance dejará huella y la UE post-covid no será la misma. Habrá que ver de qué lado cae la balanza.

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Comentarios 3

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pocoyo
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Porque Europa se asemeja más a un estado confederado (agrupación de territorios bajo leyes comunes) que a uno federado(existe una constitución)

Puntuación 8
#1
V for Vendetta
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.....Union fiscal forzada y evidentemente antidemocratica 🇪🇺🇪🇺🇪🇺🇪🇺

Puntuación 1
#2
Usuario validado en elEconomista.es
vilicitano
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Que se lo digan a los ingleses lo que une la deuda....

Puntuación 1
#3