España enfrenta un dilema sin clara respuesta. Debe jubilar sus vetustos Harrier en los próximos cinco años y renovar su flota aeronaval con nuevos cazas de combate que tengan capacidad de despegar y aterrizar en el navío Juan Carlos I, buque insignia de la Armada y más pequeño que un portaviones convencional. El único modelo avanzado disponible en Occidente es el avión estadounidense F-35 Lightning II en su variante B. Según una información de El País, el Gobierno ha decidido, de momento, rechazar la adquisición de estas aeronaves en la misma línea que están siguiendo muchos países europeos. Sin ellos, la Armada tendrá mermada su capacidad aeronaval hasta que se construya el primer portaviones convencional para 2040 y se desarrolle el nuevo caza de sexta generación.
Washington, con Donald Trump al frente, es visto como un socio peligroso. Seguir adquiriendo armas es ahondar en la dependencia estratégica de los fabricantes estadounidenses y las decisiones que puedan tomarse desde el Pentágono. Por el otro lado, la industria norteamericana es la más avanzada de Occidente. Los Gobiernos de la OTAN, ante esta disyuntiva, están tomando diferentes enfoques ante el rearme exigido por la primera potencia militar.
Reino Unido, por ejemplo, ha preferido seguir comprando cazas nucleares a Estados Unidos, mientras la Fuerza Aérea norteamericana transporta armas atómicas a las islas británicas. Suiza, en cambio, está viendo que confiar en la Casa Blanca puede salir muy caro: el Pentágono trata de subirle los precios de contratos firmados hace años. El tercer grupo de países, el más numeroso, trata de reducir al máximo su dependencia. Canadá estudia adquirir cazas suecos Gripen, Turquía recibirá Eurofighter Typhoon y Polonia está ampliando sus lazos comerciales con Corea del Sur.
El caza furtivo de quinta generación
El F-35 es un avión multipropósito furtivo de quinta generación con capacidad tanto para combate aéreo como para ataque a tierra. Desarrollado por Lockheed Martin junto a otras firmas norteamericanas y aliadas, se introdujo en las flotas aéreas y navales durante la década pasada y supone el avión de mayor éxito de la firma. La mayoría de los aliados de la OTAN, incluido Alemania, Reino Unido o Italia cuentan con modelos desplegados en sus Fuerzas Armadas.
Como sucede con muchas series de aeronaves militares, el Lightning posee tres versiones, siendo el de mayor interés para la Armada Española el F-35 B. El modelo B cuenta con capacidad de aterrizaje vertical (como un helicóptero) y despegue en pista corta, lo que se denomina sistema STOVL (por sus siglas en inglés). Estas características son cruciales para el brazo naval de España, ya que el Juan Carlos I, el único buque de la Armada que puede transportar aeronaves, solo permite albergar este tipo de cazas.

España debe renovar más de 90 aeronaves por un coste que puede ascender a más de 10.000 millones de euros. Tanto el Ejército del Aire como la Armada deben retirar sus F-18 Hornet y sus AV-8B Harrier II, respectivamente. Para ello, Defensa estaba planteando realizar una compra conjunta de cazas estadounidenses. Por un lado, un lote de F-35 A, que cuentan con sistema de despegue y aterrizaje convencionales, para el Ejército del Aire como complemento de los Typhoon que ya posee España. Por otro lado, un paquete de Lightning B para la Armada, que tienen sistema de despegue en pista corta y aterrizaje vertical para el Juan Carlos I.
Desde hace décadas, España ha tratado de diversificar las adquisiciones aéreas. Aunque la industria estadounidense sigue teniendo gran peso en el armamento nacional (ahí están los F-18 Hornet), actualmente España cuenta con una cartera de aeronaves de distinta procedencia. Dos ejemplos destacados en los que la industria nacional ha participado son el proyecto del Eurofighter Typhoon, que representa la piedra angular de la fuerza aérea española, y los Airbus A400M, aviones de transporte militar europeos.
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