
Las andanadas desde Alemania al BCE por lo que consideran una excesiva lentitud en aplicar políticas monetarias restrictivas ante la elevada inflación no son nuevas. En el país germano sigue arraigado el temor a una hiperinflación como la que vivieron en los años 20 con la República de Weimar. Es habitual que políticos, medios (Christine Lagarde es 'Madame Inflación' para algunos periódicos nacionales) y autoridades económicas disparen hacia el 'cuartel' del banco central de la Eurozona, radicado, para más 'inri', en Frankfurt. Sin embargo, cuando las críticas vienen de un alemán, sí, pero que fue el primer economista jefe del BCE y considerado uno de los padres del euro, la cosa cambia.
El que fuera primer economista jefe del BCE cuando se creó en 1998, Otmar Issing, no se ha reprimido y a sus 86 años se ha quedado a gusto criticando las actuales políticas del organismo presidido por Lagarde. Con una inflación en máximos históricos en la Eurozona (7,5% en marzo) y con picos de 40 años en Alemania, Issing opina que la respuesta del BCE ha sido "equivocada" tras haber hecho un "diagnóstico erróneo" de los factores que están detrás de la subida de los precios. Según clama el veterano economista en una entrevista concedida al Financial Times, el banco central ha vivido "en una fantasía" en la que se minimizaba el peligro de que la inflación se descontrolara.
"El BCE ha contribuido de forma masiva a esta trampa en la que se encuentra ahora, porque nos dirigimos hacia el riesgo de un entorno de estanflación", sentencia el hombre a quien se atribuye el uso por parte del banco central de las medidas de la oferta monetaria para decidir la política de tipos de interés. Su crítica de que el BCE está siendo demasiado lento a la hora de subir los tipos de interés llega en un momento clave en el que la zona euro sopesa si se debe o no y a qué velocidad revertir ocho años de política monetaria ultralaxa, incluidos los tipos negativos y la compra de 4,9 millones de euros en bonos.
Y es que se da la paradoja de que, después de luchar por elevar la inflación hasta su objetivo del 2% durante la última década, el BCE se enfrenta ahora al problema contrario. "La inflación era un dragón dormido; este dragón ha despertado ahora", apostilla Issing, fuera del BCE desde 2006. "Es obvio que el BCE ha reaccionado tarde, mientras que la Reserva Federal podría estar aún más atrasada", subraya también, pese a que el banco central de EEUU, como el de Inglaterra, ya ha dejado de comprar bonos y ha empezado a subir los tipos de interés.
Aunque sus antiguos colegas del BCE predicen que muchos de los factores que impulsan el precio de la energía, los alimentos y otras materias primas se desvanecerán rápidamente a partir de finales de este año, contribuyendo a que la inflación vuelva a situarse por debajo del 2% en 2024, Issing les enmienda la plana. En su opinión, esta hipótesis ignora el riesgo de que la pandemia y la invasión rusa de Ucrania mantengan la inflación más alta al revertir 30 años de globalización a medida que aumentan las tensiones comerciales, las empresas hacen más resistentes las cadenas de suministro y Europa acelera su abandono de los combustibles fósiles.
"El BCE se basó en su modelo de previsión y este modelo no puede dar las señales correctas porque se basa en el pasado y en la experiencia cíclica, y la pandemia no provocó una desaceleración cíclica", incide el economista alemán. "Se necesita un enfoque mucho más amplio para explicar la inflación en una época de cambios estructurales. Si tienes un diagnóstico equivocado, por supuesto, tienes una política equivocada", remata en dirección a Frankfurt.
"El BCE vivía en la fantasía de continuar esta política sin ninguna consecuencia negativa", denuncia Issing. "Estarían en una situación mejor, o al menos sería menos mala, si hubieran empezado a normalizar la política antes; la guerra no debería distraer de este hecho", enfatiza. Su penúltima 'colleja' a los actuales dirigentes del BCE es por haber mantenido los estímulos durante demasiado tiempo, lo que era "muy difícil de defender" dado el repunte del crecimiento y la inflación, mientras el desempleo ha caído a un mínimo histórico.
El escenario que viene por delante no parece agradable. La perspectiva de una situación "estanflacionaria" de aumento de la inflación y ralentización del crecimiento es "la peor combinación" para un banco central, alerta el economista. Para contrastarlo, compara las diferentes respuestas de los responsables de la política monetaria a las dos crisis del petróleo de la década de 1970. "El Bundesbank intentó controlar la inflación y la consecuencia fue una inflación moderada y una leve recesión", relata Issing, que se incorporó al banco central alemán en 1990. Sin embargo, manifiesta, "la Reserva Federal esperó demasiado y EEUU tuvo una inflación de dos dígitos y una recesión muy profunda".
El problema, concluye Issing, es que se ha dejado crecer la 'bola de nieve' y ahora no es fácil detenerla. Por eso, el que fuera primer economista jefe del BCE concede que ahora "no es el momento de subir los tipos de interés a niveles elevados".
Reunión este jueves
Pese al eco de sus palabras, serán los actuales miembros del Consejo de Gobierno del BCE los que sigan marcando la hoja de ruta. Todos los ojos están puestos en la reunión de este jueves, en la que no se esperan grandes cambios, aunque es posible que se ofrezcan más detalles sobre el posible final de las compras de bonos en el tercer trimestre del año. En las actas de la última reunión ya se vio la creciente división entre 'palomas' y 'halcones' con estos últimos ganando terreno dada la asfixiante inflación.
En medio de este sempiterno aunque recrudecido debate, ha trascendido que el BCE podría incluso introducir un "nuevo instrumento" para apoyar a los países que se enfrentan a un fuerte aumento de los costes de los préstamos a medida que los tipos suben. Su personal ya está trabajando en un "instrumento de crisis" de este tipo para realizar compras selectivas de bonos soberanos o corporativos en caso necesario.