El plan del presidente de Rusia, Vladimir Putin, para reconocer la independencia de Donetsk y Lugansk, las regiones ucranianas ocupadas por separatistas prorrusos, ha supuesto un paso crucial en las tensiones geopolíticas que se intensificaron hace unos meses y han derivado esta madrugada en un ataque masivo por parte de Rusia a Ucrania. Putin ha cruzado una línea roja con el comienzo de la invasión.
Los separatistas respaldados por Rusia en esas dos regiones, conocidas como Donbass, rompieron el control del gobierno ucraniano en 2014 y se autoproclamaron "repúblicas populares" independientes pero que no cuentan con tal reconocimiento a nivel internacional. Este levantamiento coincidió en el tiempo con la anexión de Crimea por parte de Rusia, también en 2014. Otra herida abierta que llevó el pasado verano a 46 Estados y a organizaciones como la OTAN crear la Plataforma de Crimea para solicitar a Rusia la devolución de la península a Ucrania.
Desde 2014 Ucrania estima que unas 15.000 personas han muerto en combates en Donbass (pese al alto el fuego) y ha dejado 1,4 millones de desplazados en el país. Rusia ha negado reiteradamente ser parte del conflicto, pero habría respaldado a los separatistas de numerosas maneras, con apoyo militar encubierto, ayuda financiera, suministros de vacunas contra el covid-19 o la emisión de al menos 800.000 pasaportes rusos para residentes.
La invasión de Putin se realiza apoyado en el argumento de que Rusia interviene a un aliado para protegerlas contra Ucrania.
¿Por qué este interés en esas dos regiones?
Los separatistas controlan alrededor de un tercio de las provincias y les han dado el nombre de República Popular de Donetsk (DNR) y República Popular de Luhansk (LNR). En el pasado, fueron el corazón industrial de Ucrania. Su cercanía con Rusia se aprecia en la población, gran parte de habla rusa.
El presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskiy, está buscando impulsar el crecimiento económico y frenar la corrupción. La adhesión a la OTAN está en su hoja de ruta, aunque el canciller alemán Olaf Scholz ha reconocido que la adhesión de Ucrania no está en la agenda.
Los planes de Rusia son otros: quiere que Donetsk y Lugansk obtengan una autonomía que les otorgue un veto efectivo sobre la integración occidental que respalda una mayoría considerable de los 41 millones de habitantes del país.
Moscú siempre había negado tener planes para invadir Ucrania pero EEUU llevaba semanas advirtiendo de que el ataque sería inminente ante el despliegue de en torno a 190.000 soldados rusos en las fronteras.
Los Acuerdos de Minsk, llamados a fracasar
Ahora, el reconocimiento ruso hace estallar los acuerdos de paz de Minsk de 2014-15 que, aunque aún no se han llegado a implementar, sí eran vistos por todas las partes del conflicto, incluido Moscú, como la mejor oportunidad para buscar una solución. Estos acuerdos exigen, por parte de Rusia, un alto grado de autonomía para las dos regiones dentro de Ucrania.
El de Minsk estaba llamado a ser el plan de actuación con el que devolver la normalidad a Donbass. El principal objetivo de los acuerdos era lograr un alto el fuego, para lo cual estipulaba una docena de puntos que incluían la retirada de armamento pesado y un intercambio de prisioneros entre las partes. De hecho, la primera firma se rubricó en septiembre de 2014, tras la anexión de Crimea, por parte de Ucrania y de Rusia, de las administraciones rebeldes y de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), pero el plan no frenó los combates.
Cinco meses después, se reeditaron, esta vez incluyendo a Francia y Alemania como firmantes. Así, las partes suscribieron en febrero de 2015 un plan de 13 puntos que incluye la retirada de armamento, el despliegue de observadores de la OSCE, la celebración de elecciones locales y la concesión de un estatus específico para las regiones de Donetsk y Lugansk. Rusia es un término tabú en este nuevo documento; el nombre de este país no figura en ningún momento, a pesar de que su velada participación en el conflicto ha sido uno de los principales puntos de fricción entre Kiev y Moscú durante estos casi ocho años de guerra.
El ministro de Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, recalcaba este martes en declaraciones a la cadena de televisión rusa Rossiya 24 que los Acuerdos de Minsk "llevan más de un año sepultados" por el "sabotaje" de Kiev a los compromisos. "No somos nosotros quienes los enterramos", ha manifestado, antes de asegurar que Ucrania "obliga" a sus socios occidentales a compartir o a "tragarse en silencio" su "rusofobia".
Ya ocurrió con Georgia en 2008
No es la primera vez que Rusia reconoce la independencia de regiones separatistas. Ya lo hizo con Abjasia y Osetia del Sur, en Georgia, después de librar una breve guerra contra ese país en 2008. El modus operandi de Moscú fue similar; también les proporcionó un amplio apoyo presupuestario, extendió la ciudadanía rusa a sus poblaciones y envió miles de tropas a la zona.
En el caso de Georgia, Rusia utilizó el reconocimiento de las regiones separatistas para justificar una presencia militar ilimitada en una antigua república soviética vecina en un intento de frustrar las aspiraciones de Georgia en la OTAN al negarle el control total de su propio territorio. El esquema actual es similar.
Ultimando las sanciones
Los gobiernos occidentales llevan meses advirtiendo a Moscú que cualquier movimiento de fuerzas militares a través de la frontera con Ucrania generaría una fuerte respuesta, incluidas estrictas sanciones financieras. Entre ellas, vigilancia a sus multimillonarios, restricciones adicionales a la deuda soberana, interrupción de la capacidad de los prestamistas para utilizar dólares o el bloqueo del nuevo gasoducto de gas natural Nord Stream 2, construido para llevar gas de Rusia a Alemania pero que ha sido paralizado por el gobierno germano.
La Unión Europeo tomará una nueva decisión sobre las sanciones en la tarde de este jueves tras condenar el "bárbaro" ataque de Rusia y anticipar otra tanda de sanciones "masivas" tras las del martes pasado.