
El BCE no cambiará su hoja de ruta en la reunión de este jueves. Su argumento sobre la inflación transitoria sigue siendo válido pese a todo. El IPC ha sorprendido al alza en la zona euro con la tasa de variación más alta desde hace diez años. El IPC general se ha situado en el 3% en agosto, frente al 2,2% de julio, mientras que el subyacente (no pondera energía ni alimentos sin procesar) se ha establecido en el 1,6%, frente al 0,7% de julio. Esta fuerte subida de la subyacente (que puede preocupar al BCE) explica buena parte del alza general en agosto. Esta vez, la clave está en el avance (en principio temporal) de los precios de los bienes no relacionados con la energía, que pesan un 27% en la cesta del IPC general. El BCE parece que puede respirar por ahora. Su argumento sobre una proceso inflacionario temporal sigue siendo válido, en teoría.
Este tipo de bienes engloba una variedad importante de productos que van desde la ropa, a las bicicletas, pasando por los coches, electrodomésticos o vajillas. Todo el conjunto de estos bienes conforma un índice de precios que ha subido un 2,7% en agosto, la mayor tasa desde que Eurostat tiene registros.

Hasta la fecha, este índice había mostraba avances muy leves o incluso caídas, mientras que los servicios eran los que habían tirado de inflación en las últimas décadas. La globalización y la mayor productividad de la industria han permitido que durante años los bienes sean 'desinflacionarios' en Europa, mientras que los servicios (peluquería, hostelería, educación, sanidad...) han sido cada vez más caros. La productividad del sector servicios suele ser inferior por su elevada intensidad en factor trabajo (mano de obra).
Un cambio sin precedentes
Los economistas de Unicredit han publicado una nota haciendo alusión a este fenómeno anormal y explicando los motivos del mismo: "Desglosamos la inflación subyacente en sus dos componentes principales: servicios y bienes básicos o core. Se puede ver que la aceleración de agosto fue impulsada casi en su totalidad por un gran aumento en los precios de los bienes. La brecha entre la inflación de servicios y bienes, que siempre había sido positiva para los servicios en las dos décadas y media previas de la pandemia, se ha convertido en negativa por 1,6 puntos, algo sin precedentes".
Varios factores temporales explican este patrón inusual, lo que da algo de aire al BCE, según los expertos del banco italiano. Por un lado, la inflación de bienes ha sido más alta porque las rebajas fueron muy fuertes en 2020 y comenzaron antes en varios países de la Eurozona. Por lo tanto, parte de la subida de este componente se trata de un efecto puramente estadístico que debería desaparecer los próximos meses. También se cree que los cuellos de botella podrían desaparecer a medida que la oferta se adapta a la nueva situación. Por ello desde Unicredit recomiendan al BCE que sea "paciente y persistente" con sus políticas actuales.
Chris Iggo, jefe de inversión en Core Investments de AXA Investment Managers también recalca que "para la política monetaria, ahora no es el momento de endurecer. La inflación ha subido, pero es probable que la mirada ex-post de los índices de precios dé un salto, más que un empinamiento de la curva de precios (inflación)". Por ahora, la narrativa dominante sigue apostando por una inflación controlada en el medio plazo, sobre todo en la Eurozona, donde los mercados laborales aún están muy lejos del pleno empleo y de 'disfrutar' de subidas salariales intensas.
Desde ING coinciden y argumentan que pese al salto en la inflación subyacente y el aumento adicional de la inflación general, "esto no va a llevar a que el BCE adopte una postura más agresiva de forma inminente". Estos movimientos estaban previstos por el banco central, aunque la magnitud ha sido mayor de lo que la mayoría hubiera esperado. El BCE tiene clara, por ahora, su hoja de ruta con los tipos y las compras de bonos.
¿Y si la inflación perdura?
Sin embargo, la incertidumbre es alta porque hay otros factores que pueden perdurar algo más e impulsar el IPC de forma más permanente. Todo hace indicar que los fabricantes han empezado a trasladar de forma clara el incremento de los costes de producción causados por los cuellos de botella y el aumento de los precios de las materias primas. La inflación puede ir trasladándose de unos bienes a otros y de unos sectores a otros generando una suerte de bucle o espiral.
También si el proceso de globalización se invierte y las cadenas de suministro se transforman para ganar en resiliencia (perder eficiencia), los bienes podrían comenzar a presionar al alza a la inflación de una forma persistente. Hasta ahora habían los servicios (cuyo coste está muy ligado a la mano de obra) lo que han impulsado al alza la inflación en los últimos años.
Al final, todo dependerá de los servicios y de la reacción de los salarios. La inflación en los servicios se ha mantenido baja ante el exceso de capacidad de buena parte del sector tras el año más duro de la pandemia. "Esto explica por qué la reapertura de varias actividades terciarias y un repunte de la demanda han ido acompañados de una inflación de servicios débil hasta ahora. Es probable que este efecto se revierta en el otoño y los servicios vuelvan a sumar con más intensidad", aseguran desde Unicredit. Si la inflación no termina convirtiéndose en un fenómeno más 'pegajoso' de lo previsto, los economistas del banco italiano creen que en 2022 empezará a desvanecerse, aunque es algo que aún está por dilucidar.
Por otro lado y pasando ya a la inflación general (con energía y alimentos sin procesar), hasta ahora ha sido la energía la que está provocando gran parte de la subida de la inflación. Desde el mes de mayo, este componente ha supuesto más de un punto de la inflación. Por ejemplo, en julio (último dato desagregado para la zona euro), con la inflación interanual en el 2,2%, la energía supuso 1,34 puntos (más de la mitad del aumento), mientras que servicios, bienes, comida, tabaco y alcohol sumaron el resto. Los expertos de Unicredit creen que el impacto de la energía empezará a desvanecerse en 2022, sobre todo en lo que al petróleo y derivados se refiere.
Pero por otro lado, este alza de los costes energéticos puede tener un efecto de segunda ronda (o lo está teniendo ya) al suponer unos costes superiores para las empresas. El transporte marítimo, terrestre y aéreo es más costoso con una energía más cara. A esto hay que sumar una electricidad en máximos que también eleva el coste de producción las empresas. Dependiendo de los márgenes de las empresas, estos costes se podrían ir trasladando hacia otros componentes del IPC y llegando al consumidor. A su vez, todo ello puede llevar a los trabajadores a demandar mayores salarios, generando una nueva ronda de inflación.