
La Unión Europea lo apostó todo en el mercado laboral a los esquemas de reducción de tiempo de trabajo (los Erte en el caso de España). La idea era muy buena: impedir que una crisis corta, pero muy intensa, tuviera un impacto devastador y duradero en el mercado laboral. Si la crisis era corta, el sistema funcionaría. Los trabajadores en Erte u otros programas habrían mantenido su relación laboral (y gran parte de sus ingresos) durante la crisis, para volver a reincorporase de forma masiva cuando la economía retornase a la 'normalidad'. Se habría reducido el sufrimiento de las personas, suavizando la caída del consumo a la par que se impulsaba una recuperación vigorosa con la vuelta masiva al trabajo de los empleados inmersos en un Erte. Hasta aquí la teoría.
Allianz: "Prevemos que el desempleo de larga duración aumente un 38% respecto a los niveles previos al covid-19"
El problema es que la crisis está durando mucho más de lo esperado. Tanto es así que el mercado laboral y la economía podrían estar sufriendo cambios permanentes, acelerando tendencias que venían de lejos. Es decir, las personas que se han mantenido ligadas a sus trabajos a través de los Erte quizá no tengan hueco para recuperar sus empleos, porque la demanda en esos sectores no volverá a ser la misma. Estos esquemas han evitado parte del sufrimiento, pero también está impidiendo una reasignación (o un reciclaje de las habilidades) de los trabajadores hacía sectores menos dañados o en crecimiento y convirtiendo en estructural lo que en un principio era algo cíclico.
A medida que pasan los meses, la situación se complica. La economía y la nueva demanda son incapaces de reabsorber a todos los trabajadores en Erte (estos trabajadores no se consideran parados y están a la espera de volver), mientras que los desempleados se encuentran en una situación similar o peor. Esta apuesta de la UE por mantener el empleo existente antes del covid-19 está generando una situación en la que lo antiguo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer. El resultado son empleos 'zombi' (también empresas zombi), un nuevo lastre a la productividad y para la vigorosidad de la recuperación económica.
En un trabajo de la Reserva Federal de EEUU publicado en febrero comparaba las medidas tomadas en la UE y EEUU para amortiguar el golpe en el mercado laboral. Mientras que en la UE se ha buscado mantener los empleos a toda cosa, en EEUU se optó por permitir que millones de personas fueran al paro a cambio de ampliar de forma sustancial el acceso de las prestaciones por desempleo (y otros programas) y su cuantía. Ahora se empieza a vislumbrar que EEUU quizá tomó el camino más acertado.
El mercado laboral se congela
"Vemos que las políticas de protección de empleo comúnmente utilizadas en los países de la UE han generado resultados diferentes respecto a las de EEUU. Concluimos que las políticas para proteger el trabajo pueden ser beneficiosas cuando las empresas se enfrentan a desaceleraciones transitorias y de corta duración en la actividad económica. Sin embargo, estas políticas también pueden reducir los incentivos para que las empresas y los trabajadores se ajusten a las necesidades cambiantes de la economía. Si las empresas y los sectores se enfrentan a cambios permanentes en la demanda, las políticas de protección de empleo pueden provocar que empresas y trabajadores tarden más en adaptarse y, en última instancia, pueden ser perjudiciales para el empleo y la capacidad productiva de la economía a largo plazo", sentencia el documento de la Reserva Federal.
Mientras que haya millones de empleos zombi, los parados oficiales (los que han perdido su trabajo) van a tener más complicado todavía el retorno al mercado laboral, ante la fuerte caída de los flujos de entrada y salida en este mercado, producto de los esquema para proteger el trabajo. Es cierto que "los esquemas de retención de empleo han apoyado a más de 25 millones de trabajadores en las cuatro grandes economías de la Eurozona durante los meses más duros del shock del covid-19", explican desde Allianz. Esta es la cara positiva de la gran apuesta de la UE en el mercado laboral.

"De hecho, gracias a estos esquemas, los flujos del mercado laboral que han transitado desde el empleo hasta el desempleo en 2020 apenas superaron a los de 2019 a pesar de la grave contracción económica. Pero los 13,7 millones de parados se han quedado en gran medida sin opción de empleo ante el desplome de estos flujos, que han reducido gravemente la transición desde el desempleo al empleo", sentencia el informe de la aseguradora.
Katharina Utermohl, autora del informe, cree que en el mejor de los casos, la descongelación gradual de los mercados laborales de la zona euro se producirá durante el próximo año, "pero ante la posibilidad de que se produzca una recuperación sin creación de empleo, vemos un mayor riesgo de que el choque cíclico que sufre el mercado de trabajo se vuelva estructural, con el desempleo estabilizándose en un nivel elevado".
Sin los incentivos necesarios para que las empresas se transformen o, al menos, realicen los ajustes necesarios, los desempleados van a sufrir aún más que los trabajadores inmersos en esquemas de protección de empleo (Erte), que deberían tener 'preferencia' a la hora de retornar a la normalidad en sus jornadas laborales. Estos trabajadores no cuentan como desempleados en las estadística, por lo que la recuperación de sus jornadas habituales de trabajo no tendrá un impacto sobre del desempleo oficial.
"Después de todo, a medida que la recuperación económica de la Eurozona comience a desarrollarse a partir del segundo trimestre de 2021, las empresas darán prioridad a la reabsorción de trabajadores en Erte (aumentando sus horas de trabajo) respecto a la contratación de nuevo personal", comentan los economistas de Allianz.
Los Erte se harán casi 'eternos'
A pesar de que el número de trabajadores en programas de protección de empleo como los Erte se ha reducido en las cuatro grandes economías de la zona euro de forma clara, pasando de 25 millones en abril de 2020 a unos ocho millones en la actualidad, este proceso resultará gradual en el mejor de los casos.
Las economías de Europa tardarán en recuperar los niveles de actividad previos a covid entre uno y dos años más, al menos. Además, "ante las elecciones en Alemania en septiembre de 2021, en Francia en abril de 2022 y en Italia en 2023, se espera que los gobiernos extiendan generosamente la duración de estos esquemas de protección hasta 2022... Como resultado, esperamos entrar en el año 2022 con 2 millones de trabajadores que aún se benefician de estos programas de empleo".
Además es poco probable que las contrataciones despeguen de forma intensa antes del 2022, por lo que las perspectivas para quienes buscan trabajo (13,7 millones de parados a diciembre de 2020) siguen siendo un tanto lúgubres. "Como resultado, esperamos que el desempleo de larga duración aumente un 38% respecto a los niveles previos al covid-19, desde los 4,8 millones de parados de larga duración en el primer trimestre de 2020 a unos 6,6 millones que se esperan en el tercer trimestre de 2021", explican los analistas de la aseguradora alemana.
Lo que inicialmente parecía una pérdida cíclica de puestos de trabajo en la zona euro puede convertirse en un problema estructural, con repercusiones negativas para el mercado laboral si no se actúa con habilidad, rapidez e intensidad. Al incremento del desempleo de larga duración habrá que sumar lo que en Allianz llaman empleos zombi, que son aquellos que se mantienen gracias a los Erte y otros sistemas, pero que quizá no vuelvan a tener hueco o sentido tras el covid-19.
Una posible solución es dotar cuanto antes a las personas en desempleo o en determinados Erte de las herramientas necesarias para aumentar su 'empleabilidad' en la nueva economía que está naciendo. "Hasta ahora, los países de la eurozona están dedicando recursos insuficientes para mejorar las probabilidades de que los trabajadores vuelvan a emplearse una vez que comience la recuperación".
Para mitigar el impacto en el mercado laboral y contener el desempleo estructural, los trabajadores deben estar equipados con las habilidades necesarias para ocupar los puestos de trabajo del mañana. "Las políticas activas del mercado laboral, enfocadas en la rápida mejora y actualización de las cualificaciones, serán clave para impulsar la empleabilidad de los trabajadores y para mantener a raya la creciente brecha en entre trabajadores altamente y poco cualificados. Además, en un enfoque más integral, también sería necesario considerar soluciones más estructurales, incluida una revisión de los sistemas educativos".