Director adjunto de elEconomista. Asesor del Fondo Tressis Cartera Eco30. Promotor del Eco10 y Eco30 Stoxx
Cortita y al pie del Ibex

Hay una percepción generalizada de que no es el momento de entrar en bolsa. La reflexión supongo que es para los inversores tácticos de mercado porque los estratégicos creo que siempre debemos tener un porcentaje de nuestra cartera invertido en renta variable y siempre tenemos que hacer aportaciones periódicas.

Conseguir rentabilidades consistentes en sus diez años de vida es uno de los rasgos que definen a Brightgate Global Income Fund. Es el mejor fondo de renta fija de su categoría a 3 años, con una rentabilidad anualizada del 4,5% tanto en este periodo como a 5 años. Aunque, quizás, lo más espectacular es que cerró 2022 con una caída de sólo el 3,9% cuando la deuda global perdió un 13,3% y el bono americano más de un 19%. La proeza es de Jacobo Arteaga y de Javier López Bernardo, sus gestores. Se trata de un fondo con duraciones bajas, generalmente por debajo de los 3 años, que defiende una expectativa de rentabilidad de entre el 6,5% y 7%. "A ella habrá que sumar los aciertos y los errores que tengamos", explica Arteaga. "Aciertos en renta fija es difícil tener, pero errores se pueden cometer muchos", reconoce.

Hace casi dos décadas resultaba casi imposible que el mundo de la inversión enarbolara el ESG. Con el paso del tiempo en Europa lo estamos blandiendo con tanta virulencia que nos acercamos al fanatismo. El postureo sostenible empieza a ser de tal magnitud que se ha agravado ese aserto que hace una década empezamos a escuchar de que China fabrica, EEUU innova y Europa regula.

La expectativa real de recortes del precio del dinero se ha minimizado drásticamente en las últimas encuestas a gestores. Sin embargo, el mercado asumía a finales del pasado año hasta siete bajadas de tipos interés con lo que los inversores estaban dispuestos a pagar en el mercado de opciones. Este vaivén es el que está dirigiendo la renta fija -con un bono americano que llegó al 3,75% y ahora se sitúa en el 4,1%-, y en segunda lectura a las bolsa.

Esta semana nos hemos dejado de preguntar por qué el mercado descontaba tantas bajadas de tipos si no hemos leído a nadie que en su hoja de ruta contemplase tantos recortes. Le escuchaba hace poco a José Antonio Marina que se está perdiendo la capacidad de comprender textos largos. En los textos cortos están los eslóganes, los clips publicitarios, pero no los argumentos. El filósofo utilizaba para explicar lo que está ocurriendo una viñeta de The New Yorker en la que un juez le dice a los abogados defensores: "Para acelerar el procedimiento vamos a prescindir de las pruebas y vamos a pasar directamente a la sentencia".

Cortito y al pie del Ibex

Cuando uno asiste con convicción a la caída de uno de los valores que tiene en cartera acaba pensando aquello de que la fórmula más sencilla y tramposa de mantener la felicidad entre las manos es la resistencia. El precio de las acciones de Repsol alcanzó a finales de septiembre casi los 16 euros, desde entonces el valor ha caído hasta perder los 13 euros esta semana, consecuencia lógica de que en ese mismo periodo el crudo haya pasado de 90 dólares a poco más de 70. Incluso podríamos tener el precio del barril de petróleo a la mitad de no ser por la acción concertada de la OPEP+, que de no haber cerrado el grifo pondría en el mercado 3,6 millones de barriles más al día de producción.

Si hay alguien que ha sabido definir bien la inflación ha sido Margaret Thatcher. La que fuera la primera ministra británica que más tiempo ocupó el cargo durante el pasado siglo definió la inflación como "la ladrona invisible". Hacerla desaparecer fue el principal de sus objetivos, enarbolando la bandera liberal y a Milton Friedman como profeta. Desregularizó, flexibilizó, privatizó y quitó peso a los sindicatos, y para pagar el costoso cargo de sus medidas utilizó el 90% de los impuestos de la extracción de petróleo del mar del Norte. El resultado de las políticas de la Dama de Hierro es que la inflación y las hipotecas bajaron en 1983 a su nivel más bajo desde 1970. En su debe, porque no todo es blanco ni negro, el alto nivel de desempleo.

El sonido de una campana es el mismo a lo largo de toda su vida. El repique de algunas las más antiguas en nuestros país es el mismo sonido que escucharon los Reyes Católicos. La campana está asociada a la bolsa porque en Wall Street se introdujo en 1871 un gong chino para comenzar y cerrar la negociación. El gong, en 1903, fue sustituido por una campana de bronce como la de los barcos. Estas campanas se utilizaban para anunciar la preceptiva vuelta al reloj de arena.

Seguramente la decisión que más cuesta tomar en bolsa, esencialmente porque se invierte con el dinero que no se necesita, es vender con pérdidas. Los inversores vamos tomando posiciones en compañías cuyos proyectos nos convencen, son historias de crecimiento o su política de retribución es especialmente atractiva. Luego pasan los años, la historia cambia, y esas acciones quedan arrinconadas en cartera o tratamos de promediar precios de entrada con la intención de salir con una posición victoriosa en el título. Sin embargo, desechamos la posibilidad de compensar estas minusvalías con plusvalías logradas en otros títulos con la intención de rebajar la factura fiscal generada por las rentas de capital (19% hasta 6.000 euros; entre 6.000 euros y 50.000, 21%; entre 50.000 euros y 200.000, 23%; y más de 200.000 euros, el 26%).

La historia nunca se repite, pero en ocasiones rima, y en mercados comienza a ser casi un aforismo decirlo. A finales del pasado año el convencimiento era que había que estar claramente en renta fija y que sería en el segundo semestre cuando se debería incrementar la presencia en bolsa. Con un escenario ya mucho más claro, con la expectativa de bajada de tipos sobre la mesa en firme en EEUU y esbozada en Europa, 2024 arrancará con la renta fija como el camino de baldosas amarillas que debe llevar al inversor hacia la rentabilidad sin apenas riesgo.