Correlación no implica causalidad. Vicente Nieves lleva buscando explicaciones a los movimientos de los mercados y de la economía desde la crisis financiera de 2007. Aún no tiene la respuesta.

Sospechas, suspicacias, rumores, bulos... rodean al lanzamiento del euro digital. El nacimiento de esta suerte de efectivo digital no va a ser tarea sencilla. El Banco Central Europeo (BCE) parece estar más convencido que nunca de la necesidad de su lanzamiento, pero cuanto más convencido está y más avanza el proyecto, mayor rechazo genera en ciertos sectores de la población que ven a esta nueva forma de dinero como una amenaza directa para el efectivo (billetes y monedas) y su libertad frente a las 'garras estatales'. Sin embargo, el BCE no se cansa de asegurar que el efectivo no va a desaparecer y que el euro digital, precisamente, lo que busca es contrarrestar la caída del uso del dinero (el descenso de la demanda de billetes y monedas). Lo cierto es que nadie sabe cuándo va a empezar a circular el euro digital (no hay una fecha oficial, pero se rumoreaba que podía ser entre 2026 y 2027), aunque los últimos movimientos y declaraciones del BCE parecen ir en la misma dirección: podría haber cierta necesidad o prisa por adelantar su lanzamiento en un intento por impedir que las stablecoins y el creciente uso de dinero 'privado' debilite el poder de la política monetaria y su transmisión. Así lo ha revelado Philip Lane, economista jefe del BCE, en un largo discurso pronunciado esta misma semana.

La nueva política que se ha instaurado en la Casa Blanca se está caracterizando por los cambios constantes de opinión y la generación de incertidumbre económica. Sin embargo, dentro este caos hay algo que parece estar muy claro y que es una decisión firme: Donald Trump y sus asesores van a allanar el terreno para que el petróleo de EEUU salga a la superficie en forma de barriles comerciables. Dentro de esa estrategia hay una región que Trump quiere convertir en el gran yacimiento de petróleo de EEUU: Alaska. Aunque los expertos creen que esto no va a ser sencillo, en los últimos días se han producido dos eventos que están 'calentando' esta teoría: un nuevo descubrimiento de petróleo y la previsión del primer aumento de la producción en 10 años. Drill, baby, drill": qué supondría para el petróleo y el gas un segundo mandato de Trump">Alguien en la Casa Blanca ya se está relamiendo.

Hay un país al que todas las economías desarrolladas suelen mirar en un intento por vislumbrar cuál puede ser su futuro. El rápido desarrollo y prematuro envejecimiento de Japón han convertido a este país en el 'conejillo de indias' para explorar qué puede pasar cuando, por ejemplo, Europa, alcance niveles similares de envejecimiento. Pues bien, hecho bastante sorprendente o, al menos, llamativo ha sido el desplome del consumo de gasolina en poco más de cinco años. Pese a que la economía ha seguido creciendo (aunque muy despacio) y el PIB per cápita ha aumentado, el consumo de gasolina ha caído un 15% desde 2019 en Japón. La respuesta más lógica para argumentar este descenso sería el coche eléctrico y su implantación, sin embargo, el coche eléctrico apenas tiene que ver (los japoneses no quieren coches eléctricos) y parece que hay otras fuerzas mucho más poderosas como es el propio envejecimiento de la población, el buen funcionamiento del transporte público y la eficiencia de los coches híbridos.

La economía de Alemania se ha convertido en los últimos años en la gran decepción de Europa. Un modelo económico que parece haber quedado desfasado ante el encarecimiento de la energía (la industria germana usaba de forma muy intensiva el gas ruso) y una creciente competencia de países con menores costes laborales y que producen bienes similares a los alemanes han llevado a la locomotora europea a ocupar el vagón de cola de Europa. Aunque todo lo anterior es importante, hay otra tendencia a la que se ha prestado menor atención y que también parece relevante para explicar esta historia: los alemanes trabajan cada vez menos horas. Si la productividad está estancada y las horas de trabajo por empleado son cada vez menores, resultará cada vez más complicado aumentar el PIB. Este es el serio aviso que han lanzado los economistas de Deutsche Bank en un reciente informe.

El petróleo es un recurso auténticamente escaso en Europa, sobre todo si se excluye 'políticamente' del continente a Rusia, que es el país que tiene unas mayores reservas de crudo en toda la región. La falta de crudo en el subsuelo y los mares europeos (es cierto que en el Mar del Norte hay crudo, pero pequeñas cantidades) hacen de Europa una región vulnerable y dependiente del petróleo que se extrae en unos pocos puntos del mundo. Sin embargo, hay países dentro del Viejo Continente que están realizando importantes esfuerzos por intentar cambiar esta historia o al menos reducir algo la dependencia exterior. Este es el caso de Hungría, en corazón de Europa, donde se ha anunciado un nuevo descubrimiento de petróleo que podría incrementar la producción del país casi de forma inmediata.

En el corazón del desierto de Taklamakán, en la cuenca de Tarim, China ha perforado un acceso directo a las profundidades de la Tierra. El pozo Shendi Take-1, llevado a cabo por la estatal China National Petroleum Corporation (CNPC), se ha convertido en el segundo pozo vertical más profundo del mundo (mucho más que este pozo submarino que compite en otra liga), alcanzando la asombrosa cifra de 10.910 metros. Si esta perforación se extendiera de manera horizontal, su recorrido abarcaría desde las emblemáticas Torres Kio en Madrid hasta Alcobendas, un trayecto que resulta mucho más comprensible para nuestra escala cotidiana que la inmensidad geológica a la que se ha adentrado este coloso de la ingeniería.

Lo que parecía imposible hace poco más de tres años hoy está a punto de ser una realidad. Europa podría estar escapando de la 'trampa de liquidez' que ha mantenido en un profundo letargo a su economía durante años. Esta trampa se había convertido en una pesadilla para un Banco Central Europeo (BCE) que, tras probar suerte con los tipos de interés negativos y los mastodónticos planes de estímulo, no logró que el consumo y la inversión despertasen en Europa: los agentes económicos no reaccionaban a la 'lógica' de la política monetaria y preferían mantener su ahorro en activos seguros o cuentas corrientes incluso perdiendo dinero en términos reales. Ahora todo parece estar cambiando a gran velocidad: los europeos parecen mostrar menor aversión al riesgo (están invirtiendo), el exceso de liquidez se reduce y el gasto público y privado parece que coge carrerilla para repuntar. La consecuencia de todo lo anterior es que la economía podría crecer más de lo previsto... pero también la inflación, lo que forzará a que los tipos de interés se mantengan estructuralmente más altos.

Las dos últimas veces que se hundió el precio del petróleo por debajo de los 50 dólares, la industria de EEUU sufrió una drástica corrección. El ahora mayor productor de petróleo del mundo sufre algunas desventajas competitivas importantes con otros grandes productores de crudo del mundo que desembocan en un petróleo más caro que el extraído en buena parte de Oriente Medio o Rusia. Por ello, cuando los precios del crudo se hunden, muchos productores de EEUU sufren importantes pérdidas y se ven forzados a paralizar sus operaciones menos rentables o incluso terminan quebrando, lo que reduce la producción de petróleo agregado del país. Si la OPEP y Rusia terminan deshaciendo sus recortes, como está previsto, y la oferta mantiene su fortaleza en el resto del mundo, podrían venir tiempos turbulentos para el precio del petróleo (más caídas de precios, Capital Economics habla de un desplome del West Texas del 17,5% hasta 2026). Altos cargos del Gobierno de EEUU han hablado incluso de un momento similar al de 2014-2015, cuando Arabia Saudí inundó el mercado de crudo para expulsar a los productores de EEUU. Aunque se repita la historia, esta vez el resultado podría ser diferente.

El plan económico de Javier Milei se ha convertido en el ejemplo a seguir para varios gobernantes que comparten, al menos parcialmente, la ideología económica del presidente argentino. Esta estrategia basada en los duros ajustes fiscales, la desregulación y la generación de incentivos a la inversión ha funcionado en Argentina. Sin embargo, antes de que estas mejoras fuesen tangibles, la economía del país se hundió unos trimestres un poco más en el pozo en el que ya se encontraba. El conocido como periodo de transición. Ya hay quien asegura, incluso, que el presidente de EEUU, Donald Trump, y su 'brazo ejecutor' en el recorte de gasto público, el CEO de Tesla, Elon Musk, buscan imitar el discurso y la receta de Milei o, al menos, utilizar lo ocurrido en Argentina para justificar la desaceleración que está sufriendo la primera economía del mundo (dolor a corto plazo y beneficio en el largo). El presidente de EEUU y algunos de sus más estrechos colaboradores han reconocido que el país podría caer en recesión como algo necesario (un periodo de transición) para iniciar una etapa mejor y más próspera. Sin embargo, las diferencias entre ambas economías (también entre el plan Milei y lo que propone Musk) son tantas y tan abultadas, que el resultado puede ser desastrosamente diferente, según explican desde la casa de análisis TS Lombard en una nota para clientes.

La economía mundial atraviesa un momento de gran incertidumbre, con múltiples factores que podrían alterar el equilibrio financiero global. Las tensiones geopolíticas, la persistencia de la inflación y los elevados niveles de deuda privada y pública configuran un panorama en el que los mercados financieros y el sector bancario podrían verse sometidos a una nueva prueba de resistencia. En este contexto, los riesgos no solo provienen del sistema bancario tradicional, sino también de un creciente sector financiero en la sombra, menos regulado y aún no sometido a una crisis crediticia de gran calado. Esto es un gran reto para los banqueros centrales y los gobiernos, puesto que si llega una recesión, el 'estallido' de estos gigantes en la sombra puede tener un impacto difícil de calcular en la actualidad. Sobre estos desafíos y las perspectivas para el sistema financiero, Jérémie Boudinet, responsable de deuda financiera y subordinada de Crédit Mutuel Asset Management, analiza en esta entrevista para elEconomista.es las amenazas que acechan a los mercados y el papel que jugarán los bancos en los próximos meses.