
Un euro digital puede reforzar la robustez y autonomía del ecosistema de pagos europeo y preservar la relevancia de los bancos europeos y del euro en el sistema financiero mundial. Pero también puede debilitar la rentabilidad de los bancos y aumentar los costes, sobre todo en su fase inicial. En ausencia de disruptores, la mayor velocidad del dinero podría acelerar las retiradas masivas de depósitos bancarios en una crisis, provocando una crisis de liquidez y conduciendo a la quiebra de los bancos.
Los bancos deben prepararse para los retos y oportunidades derivados de la implantación del euro digital. Esto significa invertir en infraestructura digital, adaptarse a los nuevos marcos y desarrollar estrategias que les permitan aprovechar las ventajas y, al mismo tiempo, gestionar eficazmente los riesgos.
Por el lado positivo, la evolución hacia un euro digital actuará como catalizador para que los bancos aceleren sus procesos de transición digital, impulsando la innovación y fomentando el cambio a modelos de negocio digitalizados. Esto reforzará su oferta y mejorará su competitividad.
Por tanto, puede ser un arma de doble filo. Como instrumento de pago, el euro digital competiría directamente con opciones ya establecidas como el efectivo y los pagos electrónicos. Esta competencia podría disminuir la capacidad de los bancos para generar ingresos a partir de servicios tradicionales, como la emisión de tarjetas, el procesamiento de pagos y las comisiones por transacciones. En un entorno de tipos de interés menos favorables, una reducción de los ingresos basados en comisiones podría afectar significativamente a la rentabilidad.
La introducción del euro digital también podría intensificar la competencia con proveedores de servicios de pago no bancarios y las fintecs, erosionando aún más la cuota de mercado de los bancos en los pagos y reduciendo ingresos. Los bancos tendrán que desarrollar nuevas ofertas relacionadas con el euro digital y fomentar las relaciones a largo plazo con los clientes en un mercado en evolución.
El euro digital también podría plantear un posible reto de financiación para los bancos. Si la gente empieza a mantener una mayor parte de sus fondos en euros digitales en lugar de en depósitos bancarios tradicionales, los bancos podrían ver cómo se reducen los saldos de los depósitos. Esto podría afectar a su capacidad de prestar dinero y aumentaría el coste de la financiación. Además, en tiempos de crisis financiera, es probable que particulares y empresas cambien cantidades significativas de sus depósitos bancarios por euros digitales, lo que provocaría escasez de liquidez y socavaría la estabilidad del sistema bancario.
Por esta razón, es importante para los bancos que el euro digital se introduzca con una estrecha función de pago, desincentivando su uso como vehículo de ahorro e inversión. Los límites de tenencia y la ausencia de remuneración reducirían significativamente el incentivo de los usuarios a almacenar grandes cantidades de dinero en un monedero digital en euros. La limitación de la capacidad de los comerciantes para mantener euros digitales y el mecanismo de «cascada inversa» también podrían funcionar para contener cualquier salida de depósitos del sector bancario.
Además, los bancos tendrán que abordar los problemas de privacidad, protección de datos y ciberseguridad. Proteger el euro digital de las amenazas a la ciberseguridad es fundamental para los bancos y el BCE, ya que cualquier infracción dañará la confianza.
Pero el euro digital también podría ofrecer oportunidades a los bancos. La oferta de servicios relacionados, como la gestión de monederos, el procesamiento de pagos y la integración con plataformas bancarias, podría generar importantes ingresos. Los bancos que adopten tempranamente los servicios del euro digital podrían racionalizar los sistemas de pago, reduciendo costes y mejorando la eficiencia de las transacciones. El desarrollo y la integración del euro digital también ofrecerían a los bancos valiosas oportunidades para acelerar su transformación digital, mejorar su infraestructura y hacerla más sostenible y preparada para el futuro.
Mientras tanto, el BCE ha superado la mitad de la fase de preparación del proyecto que se inició en noviembre de 2023, pero aún faltan años para la emisión y el despliegue efectivos de un euro digital.
La mayoría de los países que exploran las monedas digitales de los bancos centrales (CBDC, por sus siglas en inglés) se centran en mejorar los sistemas de pago, la inclusión financiera y la eficacia de la política monetaria, al tiempo que abordan retos como la privacidad y los marcos reguladores.
Más de 130 países están estudiando la creación de CBDC y más de 60 se encuentran en fases avanzadas de desarrollo, prueba piloto o lanzamiento, aunque sólo cuatro (Bahamas, Zimbabue, Jamaica y Nigeria) han puesto en marcha CBDC. El yuan digital se encuentra en una fase piloto avanzada. Otras grandes economías están investigando activamente o probando CBDC, aunque se encuentran en fases más tempranas.
La última postura del Gobierno de EEUU sobre las monedas digitales refleja un giro estratégico lejos de los CBDC, optando en su lugar por centrarse en el desarrollo y crecimiento de stablecoins legales y legítimas respaldadas por dólares en todo el mundo y la emisión y operación de activos digitales, incluyendo stablecoins. Desde enero de 2025, las agencias federales tienen prohibido adoptar cualquier medida para establecer, emitir o promover CBDC. Esta decisión subraya la preferencia por aprovechar la innovación del sector privado al tiempo que se mantiene la supervisión reguladora, configurando el futuro de los pagos digitales y del sistema financiero.
No esperamos ningún retraso en el proyecto del euro digital debido a la retirada de EE.UU. De hecho, podría representar una valiosa oportunidad para el BCE.
El euro digital se está diseñando como una opción de pago moderna, segura y eficiente, incluso para personas sin cuentas bancarias. A diferencia de los métodos de pago digitales privados o las criptomonedas, el euro digital sería una forma de dinero respaldada por el Estado, lo que podría agilizar los pagos, mejorar la eficiencia, aumentar la inclusión financiera y reforzar el sistema general de pagos de la zona euro.