
El expresidente de EEUU Donald Trump tiene bastante encarrilada la nominación como candidato republicano para las elecciones presidenciales de noviembre. Tras su aplastante triunfo en las primarias de Iowa, esta madrugada se impuso con claridad en New Hampshire a Nikki Haley, la única rival que le queda en el proceso interno. Ligeramente por encima en las encuestas del actual inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden, y siempre con permiso del reguero de causas judiciales que tiene pendientes, el regreso de Trump al Despacho Oval es una posibilidad real. Por eso, los analistas hacen cábalas sobre cómo afectaría un segundo mandato suyo a la economía, a los mercados o a los diferentes sectores productivos. Uno de estos sectores sobre el que se está especulando cómo se verá afectado por el retorno de Trump es el del petróleo y el gas.
Trump siempre se ha destacado por apoyar al sector energético tradicional, instando a las compañías a perforar y eliminando barreras administrativas y fiscales para facilitar su operativa. Sus continuas manifestaciones desligitimando la lucha contra el cambio climático también han supuesto un apoyo a la tradicional actividad de las corporaciones de combustibles fósiles. Recurrentemente, el expresidente ha empleado el lema que los republicanos han hecho popular desde 2008: "Drill, baby, drill (perfora, cariño, perfora)" y todavía resuenan frases suyas como la tuiteada en abril de 2020, con el estallido del covid conomocionando a Occidente: "Nunca dejaremos caer a la gran industria del petróleo y el gas de EEUU". En esa línea, Trump lleva desde antes de las primarias cortejando a importantes 'barones' del petróleo. En términos más prosaicos, potenciales donantes para su campaña.
Todo lo contrario que un Biden que durante su mandato ha protagonizado serios encontronazos con las petroleras. Uno de los más sonados fue en junio de 2022, cuando el presidente cargó contra el gigante ExxonMobil por no haber producido más gasolina con los precios del combustible impactando en los bolsillos de los estadounidenses. "Exxon ganó más dinero que Dios este año" dijo, defendiendo que se aumenten los impuestos que pagan las compañías petroleras tras unos meses con los beneficios 'caídos del cielo' disparados tras invadir Rusia Ucrania y tensarse los mercados energéticos mundiales.
A tenor de estas manifestaciones, parece que un regreso de Trump supondrá una nueva 'primavera' para el sector. Sin embargo, lo ocurrido desde la pandemia hace que la producción de petróleo difícilmente pueda aumentar mucho más. Así opina Ed Crooks, vicepresidente para América de la destacada consultora energética Wood Mackenzie, en un informe de este mes en el que señala que "a menudo se sobrestiman los poderes de un presidente estadounidense para afectar a la producción de petróleo y gas en un sentido u otro". Su análisis plantea que, por contra, es factible que un regreso de Trump aliente la demanda interna, elevando los precios.
"Biden dijo en la campaña electoral de 2020 que haría la transición de la industria del petróleo y que ésta tenía que ser sustituida por energías renovables con el tiempo. Pero durante su administración la producción de crudo estadounidense ha alcanzado un nuevo récord, con más de 13 millones de barriles diarios", evidencia Crooks. "Para ser justos, la administración cambió su postura en 2022 para fomentar el aumento de la producción, pero su retórica en esa dirección tampoco ha tenido ningún impacto material", añade. Eso no quita que haya palancas de las que una segunda Administración Trump pueda tirar para ayudar a la industria del petróleo y el gas y tener un efecto positivo en la producción marginal (producción adicional que una empresa produce añadiendo una unidad de trabajo cuando todas las demás unidades son constantes), matiza el experto.
Los comentarios de campaña de Trump, como que le gustaría ser "dictador por un día" para abordar dos cuestiones, "la de la perforación y la del cierre de la frontera", apuntan al uso de medidas ejecutivas y cambios normativos para aligerar la carga reguladora de las empresas de petróleo y gas. La Agencia de Protección del Medio Ambiente anunció el mes pasado nuevas normas para reducir las emisiones de las operaciones de petróleo y gas, incluida la prohibición de la quema rutinaria en nuevos pozos, requisitos para la vigilancia exhaustiva de las fugas de metano y nuevas normas para equipos, como controladores, bombas y tanques de almacenamiento. Cabe esperar que la Administración Trump elimine todas estas disposiciones.
Otras iniciativas políticas centradas en el clima también se verían sometidas a presión. La Comisión del Mercado de Valores (SEC) ha estado trabajando en las versiones finales de sus nuevas normas sobre divulgación de información relacionada con el clima, incluida la información sobre emisiones, cuya publicación está prevista para este año. La SEC es una agencia independiente, pero un presidente Trump podría anular la actual mayoría de designados demócratas y bloquear esas normas, señala Crooks.
En algunas cuestiones, continúa el analista de Wood Mackenzie, el péndulo político ha ido oscilando de un lado a otro con cada cambio de administración. Uno de los ejemplos más claros se vio con el oleoducto Keystone XL, planeado en su día para transportar petróleo crudo de la provincia canadiense de Alberta a las refinerías estadounidenses. En 2015, el presidente demócrata Barack Obama frenó la iniciativa. En 2017, Trump volvió a autorizarla. A las pocas semanas de llegar a la Casa Blanca, a comienzos de 2021, Biden dio el 'tiro de gracia definitivo' al proyecto.
La primera Administración Trump reformó en 2020 la normativa para las aprobaciones medioambientales, con el objetivo de agilizar los proyectos de infraestructuras, incluidos los oleoductos y gasoductos y las plantas de gas natural licuado (GNL). Algunos de los cambios clave de esas reformas fueron revocados por la Administración Biden en 2022, y el pasado julio el Consejo de Calidad Medioambiental de la Casa Blanca propuso nuevos cambios. Una segunda Administración Trump probablemente recuperaría el marco de 2020.
El arrendamiento de tierras y aguas federales para la explotación de petróleo y gas es otro ámbito que cambiaría, apunta Crooks. El America First Policy Institute, un think-tank en el que trabajan varios exfuncionarios de la primera Administración Trump, afirma que las restricciones al arrendamiento bajo la presidencia de Biden representan una "guerra contra la energía estadounidense". La actual Aministración ha ralentizado el ritmo de venta de arrendamientos en tierra y ha impuesto nuevas restricciones a la explotación de petróleo y gas en Alaska, incluida la cancelación de arrendamientos ya emitidos. En el Golfo de México, la administración ha propuesto el programa de venta de arrendamientos más reducido posible que sea coherente con sus objetivos de desarrollo de la energía eólica marina, según los términos de la Ley de Reducción de la Inflación de 2022.
Un cambio de enfoque en la normativa y el arrendamiento sería sin duda bienvenido por muchos -aunque no todos- en la industria del petróleo y el gas de EEUU y podría exprimir un poco más la producción, desarrolla Crooks. Pero la producción de crudo y condensado en los 48 estados contiguos (excluyendo Alaska, Hawai y otros territorios insulares) ha aumentado en unos dos millones de barriles diarios durante la Administración Biden, contrapone: "Si la política federal ha frenado el crecimiento, no ha sido muy eficaz. Casi la mitad de ese aumento ha procedido de Nuevo México, donde la mayor parte de la explotación se realiza en tierras federales".
El analista energético hace hincapié en que el crecimiento de la producción de petróleo estadounidense se está ralentizando, pero no por culpa de la política gubernamental. La ralentización, recuerda, se ha debido al descenso de los precios del crudo, mientras que los costes de los servicios petrolíferos se han mantenido resistentes tras los fuertes aumentos registrados en 2022-2023. El crudo West Texas Intermediate (WTI), de referencia en EEUU, ha bajado de un máximo de 95 dólares el barril a finales de septiembre a una horquilla de entre 70 y 75 dólares el barril en las últimas seis semanas aproximadamente. Crooks reconoce que un programa de arrendamiento más activo podría impulsar la producción, pero solo a largo plazo. "Sería poco realista esperar que un cambio de administración marque una diferencia grande y rápida en el lado de la oferta de petróleo y gas estadounidense", amplía.
"A finales de 2023, las estimaciones de crecimiento de la oferta de crudo y líquidos de EEUU alcanzan los 1,5 millones de barriles diarios interanuales, frente a los 1,2 millones de barriles de 2022. El aumento de la producción va en contra de la caída de los precios del crudo Brent, que alcanzó una media de 99 dólares en 2022 antes de caer a 82 dólares en 2023. Con el Brent en una media de 80 dólares en 2024, es poco probable que se repita el crecimiento de la oferta de esquisto de 2023. De hecho, los datos recientes apuntan a una notable ralentización", precisa Francisco Blanch, responsable global de materias primas de Bank of America Research.
"La oferta de crudo estadounidense ha sido ruidosa en 2023, pero ha crecido 550.000 barriles diarios secuencialmente de mayo a octubre, alcanzando nuevos máximos históricos en el camino. Algunos apuntan a la eficiencia de los pozos y al aumento de la productividad como razones del aumento de la oferta, pero creemos que el principal motor fue una respuesta retardada a los altos precios del petróleo en 2022. El número de plataformas petrolíferas en EEUU alcanzó su máximo a finales de 2022 y desde entonces ha caído un 20%, y la finalización y puesta en marcha de pozos suele ir por detrás del número de plataformas debido al orden de las operaciones", añade Blanch.
Señales, en definitiva, de que la oferta tiene poco margen para aumentar por mucho empeño que le ponga Trump. "Es posible que el resultado de las elecciones no influya demasiado en la producción de crudo y gas natural en los próximos cinco años. Hay pocos indicios de que ninguna de las dos posibles administraciones quiera frenar el ritmo de crecimiento de la producción, con máximos históricos en 2023. Bajo la Administración Biden, se han concedido permisos para la perforación de petróleo y gas y se han aprobado proyectos de exportación de GNL, incluso en zonas medioambientalmente controvertidas como Alaska. Un presidente republicano podría ofrecer un marco normativo más favorable, por ejemplo deshaciendo la prohibición de perforar en el Ártico. Pero la producción de petróleo y gas es ya tan elevada que los precios, y no la política, serán probablemente el principal motor de las inversiones", sintetiza Bill Weatherburn, analista de materias primas de Capital Economics.
El impacto será en la demanda
Al contrario, subrayan los analistas, una futura Administración Trump podría tener un impacto mayor y más duradero en el lado de la demanda. En el caso del petróleo, las previsiones de base de Wood Mackenzie apuntan a que la demanda estadounidense alcanzará su punto álgido en torno a 2025-2027, para luego descender lentamente a medida que el consumo se vea mermado por la mayor eficiencia del combustible y el auge de los vehículos eléctricos. "Trump se ha manifestado en contra de los vehículos eléctricos y es de esperar que elimine las normativas que animan a los fabricantes a fabricarlos y que presione para poner fin a las desgravaciones fiscales que apoyan las ventas. Se enfrentaría a obstáculos en ese esfuerzo: muchos estados seguirán apoyando la electrificación, y los fabricantes se han comprometido a hacer el cambio a los vehículos eléctricos. Pero en la medida en que sea capaz de ralentizar esa transición, Trump podrá ayudar a que la demanda de petróleo de EEUU se mantenga más alta durante más tiempo", plantea Crooks.
"El resultado de las elecciones podría importar mucho para el consumo estadounidense de petróleo y gas en los próximos cinco años. La Ley de Reducción de la Inflación incentiva la energía eólica y solar, así como las ventas de vehículos eléctricos. Si la nueva administración diera marcha atrás a la Ley, el consumo de petróleo y gas sería mayor de lo que habría sido en otras circunstancias. Esto supone un riesgo a la baja para nuestras previsiones de exportaciones netas de productos petrolíferos, ya que la mayor demanda estadounidense deja menos disponible para la exportación", suscribe Weatherburn.
En cuanto al gas, un presidente Trump también podría tomar medidas para apoyar la demanda. La Administración Biden, bajo la presión de los defensores del clima, está revisando sus criterios para decidir si un proyecto de exportación de gas es de interés nacional. El Departamento de Energía ya endureció sus normas sobre concesión de permisos el año pasado y ahora parece probable que añada más restricciones relacionadas con las emisiones de gases de efecto invernadero.
Ed Crooks: "El peligro para cualquier administración futura sería que tirar de las palancas para aumentar la demanda mientras no se hace mucho para impulsar la oferta"
"Lo más probable es que ningún cambio en la normativa detenga las nuevas plantas de exportación de GNL que ya hayan obtenido permisos y estén en construcción. Pero los futuros proyectos que no hayan alcanzado la decisión final de inversión podrían verse afectados. Cabe esperar que una Administración Trump apoye más a los promotores, permitiendo más proyectos de exportación y, en última instancia, impulsando las ventas internacionales de gas estadounidense. También podríamos ver más regulaciones e incentivos que apoyen el consumo de combustibles fósiles. Una posibilidad sería una versión nacional de las subvenciones introducidas en Texas para apoyar la generación de electricidad a partir de gas", encuadra Crooks.
"En el caso del gas natural, las exportaciones están limitadas por la falta de infraestructuras y no se verán afectadas por cambios relativamente menores en la demanda interna de gas. En cambio, una nueva administración podría aprobar más rápidamente nuevos proyectos de GNL, lo que supondría un riesgo al alza para nuestras previsiones. Sin embargo, esto suscitaría oposición, y no solo por motivos medioambientales. A varias empresas estadounidenses les preocupa que las exportaciones de GNL sin restricciones hagan subir los precios del gas natural en EEUU", tercia Weatherburn desde Capital Economics.
"La combinación de todas o algunas de estas iniciativas podría cambiar sustancialmente la demanda estadounidense de petróleo y gas con el tiempo. El peligro para cualquier administración futura sería que tirar de las palancas para aumentar la demanda mientras no se hace mucho para impulsar la oferta presionaría al alza los precios, en particular para el gas natural. Trump y sus asesores han dejado claro que el cambio climático estaría muy abajo en su lista de prioridades, como lo estuvo en su primer mandato. Los impactos sobre los consumidores serán una restricción más efectiva a sus ambiciones energéticas", concluyen desde Wood Mackenzie.