Correlación no implica causalidad. Vicente Nieves lleva buscando explicaciones a los movimientos de los mercados y de la economía desde la crisis financiera de 2007. Aún no tiene la respuesta.

La frase que muchos inversores americanos están empezando a usar (what a time to be alive: menuda época para estar vivo) cobra sentido con cada noticia más sorprendente que la anterior en un mundo cada día más volátil. El último titular ha dejado perplejos a muchos: ni Europa, ni EEUU, sino Rusia se ha visto en la tesitura de imponer aranceles a su gran aliada, China, ante la avalancha de coches baratos que está recibiendo desde Pekín. Si en Washington existe una permanente tensión con el gigante asiático y en Bruselas se busca poner coto a una 'invasión' de vehículos bonitos y baratos que llegan por mar en colosales buques, la decisión de Moscú provoca estupor en la medida en la que Pekín ha sido su gran apoyo internacional desde que sus militares entraron en Ucrania.

El mundo está librando una nueva guerra, pero no con armas ni ejércitos. La batalla se libra en los mercados globales, en los laboratorios de tecnología punta y en los despachos donde se firman los acuerdos estratégicos. La clave de todo está en las tierras raras, un conjunto de elementos esenciales para fabricar, desde teléfonos móviles hasta turbinas eólicas, pasando por misiles de precisión. En esta contienda geoeconómica, dominada casi en su totalidad por China, España podría estar sentada sobre un tesoro sin explotar. El enorme potencial del 'suelo' español podría quedar, en eso, en potencial. La razón son los impedimentos administrativos, medioambientales y la negativa de parte de la población residente que teme que sus comarcas se conviertan en grandes minas a cielo abierto con un trasiego constante de camiones y operarios. Todo el mundo quiere disfrutar de los beneficios económicos que generarían esos recursos, pero nadie quiere que exploten el 'campo' que tienen 'frente a su casa'. Este dilema deja en el aire el futuro de los grandes yacimientos de tierras raras y minerales que albergan varias regiones de España.

Bajo la superficie de Los Ángeles, entre autopistas congestionadas, rascacielos de vidrio, centros comerciales y los estudios de Hollywood, se oculta un tesoro que transformó la ciudad en un emporio de riqueza a principios del siglo XX: el petróleo. La metrópoli de la costa oeste no solo ha sido el epicentro del entretenimiento global, sino también uno de los escenarios más insólitos de la explotación petrolera. En pleno entorno urbano, con una población de más de 13 millones de personas, los caballitos de bombeo aún extraen crudo (aunque en menores cantidades que en el pasado) desde el subsuelo ante la pasividad de los ciudadanos que conviven con estos amasijos de hierro. Hay países con mucho más petróleo que esta ciudad, pero no hay zonas urbanas con más petróleo que Los Ángeles.

Los avances tecnológicos y los esfuerzos de China por reducir su dependencia energética del exterior siguen dando resultados. Esta semana se anunciaba el hallazgo de dos enormes yacimientos de petróleo de esquisto en el 'gigante asiático', hace escasas horas se ha revelado un avance o hallazgo incluso mayor en términos científicos y geológicos: CNOOC ha anunciado un hallazgo de petróleo y gas en rocas graníticas en un paleorelive enterrado, algo muy poco habitual o prácticamente único, según confirman los expertos al diario elEconomista.es.

El Banco Central Europeo (BCE) ha recortado los tipos de interés en 150 puntos básicos desde junio de 2024. Es decir, en menos de un año, el banco central ha rebajado el precio del dinero, pasando de una tasa de depósito (donde los bancos acumulan su exceso de liquidez) del 4% hasta el 2,5% actual. Estos recortes de tipos se han notado en los mercados de forma clara: la remuneración de depósitos y cuentas corrientes se ha reducido (lo que estimula el consumo y desincentiva el ahorro), mientras que el crédito (por ejemplo, los hipotecas) se ha abaratado (buscando estimular también el consumo y la inversión). Ahora, se prevé un drástico incremento del gasto público en la eurozona para financiar un ambicioso rearme y mejorar las infraestructuras. Todo ello se ha producido mientras que la inflación sigue dando coletazos y parece resistirse a caer al 2% de forma sostenida. Los datos de inflación muestran cómo el IPC parece haberse estancado en una zona levemente por encima del 2%. Con todo lo anterior, no parece extraño que un número mayor de voces dentro del BCE (los halcones) hayan empezado a pedir una pausa en los recortes. Una pausa que podría anunciarse o telegrafiarse de forma clara en abril, después de que el BCE implemente un recorte o que sea directamente implementada ese mismo mes. Por ahora, lo cierto es que los mercados siguen apostando por dos recortes más para este año (incluyendo uno en abril), pese a que la balanza parece inclinarse poco a poco hacia el lado de los 'halcones' (defienden una política monetaria más restrictiva) en detrimento de las 'palomas' (que defienden una política monetaria más expansiva).

El BCE ha telegrafiado este jueves un escenario de estanflación en sus proyecciones macroeconómicas trimestrales, un término (estancamiento + inflación) que ya empieza a aparecer en muchos análisis sobre EEUU dado el peligroso ingrediente para la economía en el que se están convirtiendo las políticas de Donald Trump. En su comunicado con la decisión de política monetaria de marzo -una nueva bajada de tipos de 25 puntos básicos hasta dejar la tasa de depósito en el 2,5%- el banco central ha actualizado a la baja sus previsiones de crecimiento para este año y el que viene y al alza las de inflación para este 2025. Sin embargo, pese al ejercicio de 'sinceridad', los analistas avisan: estas proyecciones son 'papel mojado' en la medida en la que los acontecimientos de este mundo tan vertiginoso son más rápidos que los minuciosos cálculos del BCE.

El Banco Central Europeo (BCE) ha bajado sus tres tipos de interés clave en 25 puntos básicos (como estaba previsto) en la reunión celebrada este jueves. Sin embargo, el banco central ha dejado un mensaje que abre la puerta a una nueva fase de la política monetaria: podría estar a punto de llegar el modo wait and see (mirar y esperar). El BCE podría dejar los tipos en el nivel actual o muy cerca del mismo por un tiempo ante la incertidumbre global y la resistencia de la inflación en ciertos puntos de la economía. La clave está en esta frase: "La política monetaria está adoptando una orientación considerablemente menos restrictiva, dado que las bajadas de los tipos de interés están reduciendo el coste del crédito nuevo para empresas y hogares y el crecimiento de los préstamos está repuntando", según reza el comunicado oficial del eurobanco. Las bajadas de tipos están llegando a su fin poco a poco. Con todo, el BCE ha rebajado la tasa (donde los bancos aparcan su exceso de liquidez) de depósito al 2,50%, el tipo aplicable a las operaciones principales de financiación queda en el 2,65% y la facilidad marginal de crédito en el 2,90%. Con esta decisión, el BCE podría estar llegando al final (o muy cerca) del ciclo de recortes ante una inflación pegajosa y un crecimiento económico débil en la eurozona, tras haber ajustado su política monetaria para adaptarse a las nuevas condiciones del mercado.

Cuando la Unión Europea acaba de aprobar nada menos que el decimosexto paquete de sanciones contra Rusia por la invasión de Ucrania y aún colea el duro castigo de la saliente Administración Biden en enero contra el pingüe negocio petrolero del Kremlin, los datos vuelven a demostrar que Vladímir Putin se está saliendo con la suya por graves fallas, falta de voluntad o incluso aquiescencia, denuncian algunos, desde Occidente. Pese a las constantes proclamas desde EEUU y Europa de que el cerco es cada vez más estrecho para Moscú, la 'flota fantasma' levantada por el Kremlin de viejos buques con los que llevar su petróleo a todos los confines del mundo sorteando todo tipo de sanciones y manteniendo el lucrativo comercio que está pagando el esfuerzo bélico ruso en Ucrania se ha seguido nutriendo... y desde el Viejo Continente.

La productividad es la clave del progreso y la vía más sostenible para alcanzar la prosperidad económica, el sueño de toda sociedad. Este concepto es una suerte de 'santo grial' que toda empresa, gobierno o sociedad trata de encontrar: producir más con menos parece arte de magia. La productividad se puede definir, en términos simples y llanos, como la capacidad de producir más bienes y servicios con la misma cantidad de recursos. Cuando la productividad crece, la riqueza de un país aumenta sin necesidad de poner un mayor número de factores de producción (trabajo, capital y tierra) a funcionar, ni echar más horas, ni hacer un mayor esfuerzo. Esto, a su vez, suele traducirse en mejores salarios, mayor control de la inflación, más beneficios, más inversión y un crecimiento económico más sostenible. Por ello parece lógico que la productividad sea la obsesión de gobiernos y empresas. Tras años de letargo y crisis, hoy se puede avistar a lo lejos un lugar en el que la productividad parece haber despertado. EEUU, la mayor economía del mundo, está experimentando lo que pronto podría denominarse como un nuevo ciclo dorado de productividad… mientras Europa se queda rezagada.

Más allá de la tragedia humana, la invasión de Rusia a Ucrania generó un gran temor en los mercados: una nueva crisis en el petróleo. Con 6,8 millones de barriles diarios exportados por el país euroasiático, los precios empezaron a bailar al ritmo de la guerra. El primer día ya marcaron subidas del 2,31%. Este fue solo el primer episodio de una era de volatilidad alcista que llevó el precio del barril a subir un 20% y rozar los 120 dólares. Sin embargo, casi tres años después las negociaciones de paz están dejando una sensación que parecía increíble en aquellos meses de caos: nada de lo que ocurra entre Trump, Putin, Zelensky y Bruselas parece perturbar al oro negro, cuyas caídas siguen sucediéndose con la vista más en Riad y en América. Parece que el crudo está cotizando un escenario tranquilo, en el que la economía puede perder ritmo de forma progresiva y los conflictos bélicos parecen menos probables. Esto es, al menos por ahora, lo que descuenta el crudo.