
Cuando la Unión Europea acaba de aprobar nada menos que el decimosexto paquete de sanciones contra Rusia por la invasión de Ucrania y aún colea el duro castigo de la saliente Administración Biden en enero contra el pingüe negocio petrolero del Kremlin, los datos vuelven a demostrar que Vladímir Putin se está saliendo con la suya por graves fallas, falta de voluntad o incluso aquiescencia, denuncian algunos, desde Occidente. Pese a las constantes proclamas desde EEUU y Europa de que el cerco es cada vez más estrecho para Moscú, la 'flota fantasma' levantada por el Kremlin de viejos buques con los que llevar su petróleo a todos los confines del mundo sorteando todo tipo de sanciones y manteniendo el lucrativo comercio que está pagando el esfuerzo bélico ruso en Ucrania se ha seguido nutriendo... y desde el Viejo Continente.
En los dos últimos años, tanto analistas como medios han ido denunciando que muchos de estos viejos petroleros adquiridos por Moscú eran vendidos por armadores europeos, sobre todo griegos, ante la total pasividad de las autoridades. Sin embargo, parecía que el mayor celo en las sanciones, especialmente desde EEUU, iba a poner coto a esto. Las cifras demuestran que esto no ha sido así. Según una investigación periodística de nueve medios internacionales coordinada por la cabecera holandesa Follow the Money (FTM) y publicada por The Guardian, los armadores europeos -y también estadounidenses- han vendido al menos 230 petroleros viejos a la 'flota en la sombra'. Según los cálculos de la independiente Escuela de Economía de Kiev (KSE), la 'flota fantasma' constaría de alrededor de 600 unidades y transporta alrededor del 70% de todas las exportaciones de petróleo ruso. El mismo centro estima que Rusia ha gastado hasta 10.000 millones de dólares en adquirir estos buques.
Hay más cifras para el escarnio internacional: estos armadores han ganado más de 6.000 millones de dólares desde la invasión rusa en 2022 vendiendo los barcos a compradores en países como India, Hong Kong, Vietnam o Seychelles, países que no participan en las sanciones económicas contra Moscú. Como se ha venido denunciando, han sido los armadores griegos los que han vendido el mayor número de petroleros, con 127 buques, mientras que las compañías británicas han vendido 22 y los armadores alemanes y noruegos, 11 y ocho , respectivamente. En total, los propietarios de 21 de los 35 países que han impuesto sanciones al comercio de petróleo con Rusia habían vendido petroleros a la flota paralela, ha revelado esta investigación.
De no haber 'colocado' estos viejos y ajados buques a Moscú, la mayoría se habrían vendido como chatarra a una fracción del precio. "Muchos armadores europeos tenían tonelaje antiguo que pensaban que no valía mucho. De repente, su valor se duplicó, así que se apresuraron a venderlo", explican desde Lloyd's List, publicación especializada en transporte marítimo.

Hay ejemplos más que reveladores: esta investigación periodística relata el caso de dos petroleros de 15 años de antigüedad, de propiedad griega, que fueron vendidos a una empresa con sede en Hanoi, rebautizada y renombrada de Malta a Panamá, que posteriormente recogió 120 millones de litros de petróleo ruso del puerto ruso báltico de Ust-Luga, cerca de la frontera con Estonia. Desde estas empresas, se ha alegado que ellos no son responsables de estos barcos una vez se ejecuta la venta.
A finales de 2023, la UE introdujo nuevas normas que exigen a las empresas que venden buques a terceros países comprobar que no se han utilizado para infringir sanciones, pero desde entonces se han vendido 32 petroleros de propiedad europea a la flota en la sombra. Más recientemente, la UE y los EEUU han ido más allá en las medidas, porque aparte de financiar los planes de Putin, estos buques, tan viejos y que viajan sin seguro, suponen un gran riesgo de catástrofe medioambiental por vertido. El bloque ha sancionado a unos 70 petroleros y hay noticias de que se sumarán 74 más. Sin embargo, no consta que se vayan a introducir medidas específicas que prohíban la venta de buques a la flota en la sombra, en parte debido a la resistencia de los Estados miembros con importantes sectores navieros, como Grecia, Chipre y Malta.
La conexión Grecia-Rusia
Detrás de esta historia de números, buques y petróleo hay otra historia más romántica que ayuda a explicar esta relación entre Grecia y Rusia, una relación que va más allá de lo meramente económico. El mar ha unido a Grecia y Rusia durante siglos, trazando rutas invisibles de cultura, comercio y fe. Hoy, esas mismas aguas transportan una paradoja: la cuna de la civilización occidental, la patria de la democracia y los valores europeos, ha encontrado en los negocios marítimos una conexión silenciosa pero efectiva con un país que se ha distanciado de la órbita política de Occidente. En la historia de los mares, el pragmatismo suele imponerse a la ideología. Y en esta historia, los intereses comerciales y los sentimientos de pertenencia e identificación parecen haber pesado más que las afinidades geopolíticas.
Los vínculos entre Grecia y Rusia tienen raíces profundas. Desde la Edad Media, la influencia bizantina tejió un lazo espiritual entre ambos pueblos: la fe ortodoxa unió a los rusos con Constantinopla, la ciudad santa de los griegos. Cuando el Imperio Otomano conquistó Bizancio en 1453, Rusia se erigió como el nuevo protector de la ortodoxia, una idea que se reforzó en el siglo XVIII con la expansión rusa hacia el sur, cuando el Imperio de los zares ofreció apoyo a los griegos en su lucha por la independencia contra los turcos. Aquella relación, que mezclaba la geopolítica con la devoción religiosa, dejó huella en la mentalidad de ambos países: Grecia veía en Rusia un aliado natural, y Rusia veía en Grecia una extensión de su esfera de influencia espiritual y estratégica. Es más, durante la crisis de deuda soberana de la zona euro, allá por el año 2011, Rusia se ofreció a Grecia para 'sacarla' de la telaraña del euro y financiar su rescate. Moscú salvó a los griegos de los turcos y luego intentó 'salvarla' de la Troika. Ahora, Atenas devuelve el favor a Moscú con estos buques.
La ironía es evidente: la cuna de la cultura occidental, la tierra de Platón, Aristóteles y Pericles, de la democracia y el humanismo, ha terminado facilitando las maniobras comerciales de un país que representa un desafío a la arquitectura política de Occidente. En Bruselas, esta situación genera incomodidad, pero el poder de los armadores griegos dentro de la Unión Europea es inmenso. Con la flota mercante más grande del continente y un peso económico crucial para la economía helena, los magnates del mar operan en una zona gris de la legalidad y la moralidad, movidos por la lógica del mercado más que por consideraciones éticas o estratégicas.
En las aguas del mar Egeo y el mar Negro, donde una vez navegaron las trirremes atenienses, ahora surcan los petroleros que alimentan la economía de guerra de Rusia. Grecia, que tanto ha dado a Occidente en términos de pensamiento y valores, hoy se encuentra en una encrucijada: su pragmatismo empresarial y sus nexos culturales han reforzado a un país que desafía los principios democráticos y el orden internacional europeo. La historia, como siempre, avanza con sus ironías. Y el mar, testigo eterno de alianzas y traiciones, sigue siendo el escenario donde los intereses pesan más que las palabras.
Robin Brooks: "Las empresas occidentales han abandonado Rusia en masa, pero no los oligarcas navieros griegos"
Posiblemente el analista que más ha denunciando esta situación en los últimos años ha sido Robin Brooks, investigador principal de la Brookings Institution. "Las empresas occidentales han abandonado Rusia en masa, pero no los oligarcas navieros griegos, que trasladaron sus barcos para ayudar a Putin a vender su petróleo en todo el mundo. Luego lucharon contra el tope de precios del G-7 y ahora están vendiendo sus viejos barcos a Putin para su 'flota en la sombra'. ¿Por qué aguanta esto la UE?", se quejaba el analista desde su cuenta de X ya a comienzos del año pasado. "Son los petroleros de la UE -desde Grecia- los que transportan el petróleo ruso y mantienen en marcha la maquinaria bélica de Putin. La UE tiene el poder de detener esto de un plumazo, sumiendo a Rusia en el caos mientras lucha por cerrar sus pozos de petróleo", añadía.
Más cercano al presente, Brooks ha seguido denunciando la actitud de las autoridades europeas: "La UE anunció esta semana su decimosexto paquete de sanciones contra Rusia. Como de costumbre, el texto es una larga ensalada de palabras para ocultar el hecho de que lo que realmente se necesita -prohibir la venta de petroleros occidentales a la flota rusa en la sombra- una vez más no se cumple. ¡Un escándalo!". Esta dinámica ha llevado al analista, ex del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), a elevar el tono: "El grado de hiperventilación en la UE es insufrible. Durante tres años, el comportamiento de la UE respecto a Ucrania ha sido hipócrita, codicioso y sencillamente amoral. Ahórrense su indignación moral. Ahórrense su abandono. Y, sobre todo, ahórrennos que la respuesta sea más de lo mismo".
En un tono más constructivo, Brooks y su colega de la Brookings Institution Ben Harris proponen que la coalición del G-7, encabezado por EEUU, y la UE debería considerar la posibilidad de prohibir la venta de petroleros a entidades de propiedad rusa, así como a entidades cuya procedencia no pueda verificarse. "Esta medida sería una evolución natural del duodécimo paquete de sanciones de la Unión Europea, aprobado en diciembre de 2023, que se comprometió a vigilar las ventas de petroleros a terceros países. Al limitar el tamaño de la flota fantasma, la coalición mejorará notablemente la eficacia de las sanciones y desestabilizará aún más la economía rusa. Y -con el futuro de la coalición de limitación de precios ahora en duda- las medidas unilaterales de la UE para frenar la flota sumergida en el Báltico pueden ser una forma de ganar influencia sobre cualquier negociación de paz en Ucrania", exponen.