Opinión

El estancamiento de la productividad

  • En los sectores preponderantes es donde se da un mayor desempleo, precariedad y menores salarios.
Foto: Dreamstime

Se suele prestar mucha atención a la actividad económica, los precios, el empleo o la confianza de los agentes económicos; sin embargo, pocas veces se habla de la productividad y su importancia en el desarrollo económico y social.

El concepto económico de productividad es el de la cantidad de productos o servicios producidos, teniendo presente el uso del capital y el trabajo. Podemos así hablar o diferenciar entre ambos conceptos: la productividad de los dos recursos que intervienen en el proceso de la actividad empresarial.

Su formulación es muy simple: producción dividido entre horas trabajadas. Desde siempre, la productividad va ligada al desarrollo y mejora de la economía, por tanto, de la población. Una productividad creciente conlleva un nivel de desarrollo y satisfacción de los habitantes de un país, por el contrario, una variable de este tipo estancada o en caída trae consecuencias negativas.

En España desde hace más de dos décadas este indicador lleva estancado o presenta muy bajo crecimiento; es más, desde la llegada de las diferentes crisis registra unos niveles muy alarmantes de estancamiento.

Las consecuencias se hacen notar en la sociedad, alto nivel de paro, mercado laboral precario, dificultad para financiar las pensiones, bajos crecimientos de beneficios empresariales (pymes y autónomos, especialmente), niveles de inversión bajos, crecimiento económico débil, caída de la renta per cápita; si prefieren toda la lista de males que aquejan a nuestra economía.

Pero ¿Cuál es la razón de nuestra precaria economía? En primer lugar, está nuestra estructura económica basada en sectores de bajo valor añadido, por ejemplo, la hostelería. España tiene una estructura sectorial con un gran peso de la hostelería, turismo y construcción, tres actividades precarias en valor añadido. Desgraciadamente desde hace tiempo perdemos peso en el sector industrial o tecnológico, algo que lastra nuestra productividad.

Precisamente, aquellos sectores preponderantes en nuestra coyuntura son donde se da un mayor desempleo, precariedad y menores salarios entre sus trabajadores. De esta situación se deriva, en parte, los problemas de la financiación de las pensiones, si los salarios fuesen más altos la financiación de las pensiones actuales y futuras estarían en mejor situación que la que presenta en este momento.

Vista la importancia de la productividad muchos se preguntarán cómo mejorarla. Es prácticamente imposible conseguir este aumento sin la formación de la fuerza laboral adecuada. Una formación que tiene que ser continua, en busca de las necesidades de la empresa y las transformaciones en el tiempo, acomodándose a la cualificación y empleabilidad de los empleados.

La OCDE calcula que, en tres años, si una empresa no aumenta la formación de su plantilla en términos digitales o de mejora de su capacidad, podría poner en peligro el 31 % de su inversión.

Otro de los aspectos en que hay que poner el acento es la automatización. Los procesos repetitivos y tediosos deben ser realizados por robots; estas tareas aportan poco o nulo valor añadido. Al automatizarlas, permitirá dedicar a los empleados en la creatividad y en labores más valiosos y que por tanto aumentarán la productividad de la empresa.

Por cierto, muy bien haría la administración española en este aspecto. Es fundamental que nuestra burocracia incorpore la digitalización, aumentando la rapidez y la eficiencia de su desempeño. La administración pública no contribuye al aumento de la productividad, sin embargo, si puede frenarla. La incompetencia, la multitud de papeleo, el retraso en los permisos y otros aspectos aparejados a la función pública pueden suponer un freno y una cortapisa para las empresas y los inversores. Además, la administración, a través de Hacienda, debería poner ayudas y exenciones fiscales a los esfuerzos de digitalización e innovación.

Acabo de nombrar la innovación, la cual efectivamente es otro de los pilares básicos del aumento de la productividad. La inversión en tecnología, en la modernización de los procesos productivos, especialmente ahora con la digitalización y las nuevas herramientas, supone un impulso a mejorar la eficiencia y por tanto en la obtención de mejores resultados.

El aumento de la productividad, en todo el mundo, pero especialmente en nuestro territorio es una cuestión que no se puede retrasar. España va a gozar con la suficiente financiación para acometer todos estos desafíos.

Efectivamente, los fondos Next Generation European Union (NGEU) proveerán a España de recursos económicos a fondo perdido, así como una importante palanca para impulsar un mayor proceso de innovación. Ahora bien, no basta con los deseos y buenas intenciones, la tarea hay que hacerla bien, pensada, eficaz, hablando con los empresarios y sus sectores. No se trata de reformar por reformar, tampoco de entregar esa financiación sin un sentido, es necesario diseñar un proceso completo de modernización de nuestra economía al presente actual.

El Gobierno de España, sea el que sea, debe actuar bajo el consenso con las diferentes fuerzas políticas y huir del inmovilismo y la incomunicación. Deben intervenir los sindicatos, tanto de trabajadores como de las asociaciones empresariales y autónomos. Deben crearse grupos de trabajo donde el peso de profesionales sea importante.

Nos jugamos no solo salir de la actual situación de enquistamiento, donde suben el número de ocupados pero bajan las horas trabajadas, el empleo es precario empresas pequeñas y autónomos con la soga al cuello. Es más, me atrevería a decir que España se juega su importancia en el nuevo orden económico al que nos encaminamos y en el que, de hecho, ya estamos inmersos. No se puede aplazar este aspecto, hay que dejar la situación de bloques enfrentados y ponernos todos manos a la obra.

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