Correlación no implica causalidad. Vicente Nieves lleva buscando explicaciones a los movimientos de los mercados y de la economía desde la crisis financiera de 2007. Aún no tiene la respuesta.

El Banco Central Europeo (BCE) sigue a lo suyo. Pese a que la Reserva Federal ha decidido congelar las bajadas de tipos ante la fortaleza de la inflación, el BCE ha anunciado la cuarta bajada de tipos consecutiva de 25 puntos básicos, lo que supone el quinto recorte desde junio, dejando el precio del dinero en el 2,75% (la tasa de depósito, donde los bancos guardan su exceso de liquidez), según reza el comunicado. El tipo principal de refinanciación (donde los bancos aparcan su exceso de liquidez) se reduce hasta el 2,90% y el la facilidad marginal de crédito (donde los bancos acuden urgencia a pedir prestado) cae hasta el 3,15%. De este modo, el spread entre los tipos de la zona euro y EEUU se amplía ya por encima del punto porcentual. La Fed ha mantenido los tipos entre el 4,25 y el 4,5%.

La economía de Alemania se ha comparado tradicionalmente con la locomotora que tira de los vagones (el conjunto de las economías europeas). Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la mejor comparativa es con un barco en el que ha empezado a entrar agua y nadie sabe cómo sacarla. En el nuevo 'mundo' posterior a la pandemia y al trauma de una guerra en suelo europeo tras décadas de paz, el histórico modelo de éxito germano de energía 'barata' y exportaciones de alto valor añadido ha empezado a mostrar su corrosión, llegando algunos a darlo por "muerto". Si hace 15 años, Alemania era el alumno aventajado de una Europa desangrada por la gran crisis, ahora el prolongado estancamiento de su economía y los constantes disgustos en el sector industrial, sobre todo en el automotriz, auténtica 'joya de la corona', copan los titulares. Las reformas y la inversión no llegan mientras el declive está cogiendo inercia y las grandes potencias mundiales, EEUU y China, ni miran atrás ni hacen prisioneros. Los políticos alemanes ni se ponen de acuerdo ni dan con la tecla, mientras los ciudadanos sufren las consecuencias.

Depósitos y cuentas corrientes en máximos históricos, la tasa de paro en niveles inimaginables hace unos años, la economía creciendo a un buen ritmo y unas perspectivas mejores que las de buena parte de Europa. Sin embargo, el consumo, muy dependiente de todos los factores anteriores, no termina de arrancar, un misterio que ha llevado al Banco de España a intentar analizar qué está pasando, quiénes son los culpables y por qué. Todo apunta a que no hay un solo factor ni una explicación sencilla ni absoluta, no obstante hay varias pistas que pueden arrojar luz sobre este misterio que trae de cabeza a los economistas.

La economía de España sigue sorprendiendo a propios y extraños, con un crecimiento del 3,5% interanual del PIB (frente al 3,2% esperado) que multiplica por tres al de la zona euro. En términos trimestrales, el PIB ha avanzado un 0,8%, según las estimaciones avanzadas del Instituto Nacional de Estadística. Mientras que el PIB de Alemania (se está contrayendo en términos interanuales), Francia (que crece un 1%) e Italia (crece un 0,4% interanual) se encuentra estancado, la actividad en España no para de acelerar. Trimestre a trimestre, el PIB presenta una tasa de variación superior a la pronosticada, rompiendo las previsiones de los expertos. Los economistas de JP Morgan señalaban hace unos días que el extraordinario comportamiento de la economía de España (supone un tercio de todo el crecimiento del euro) se debía en parte a la expansión del mercado laboral, producto de la fácil y rápida integración de los ciudadanos que llegan de América Latina. Su afinidad cultural con los españoles y la cualificación de una parte de ellos está permitiendo un avance notable de la productividad y, por ende, del PIB en España. Esta misma semana se ha conocido que la ocupación ha marcado un nuevo récord en España y la tasa de paro ha caído al 10,61%.

El ser humano tiende a pensar que sus problemas son peores que los de los demás. Algo así sucede con el inmobiliario en España. Probablemente, la mayor parte de los ciudadanos españoles crean que los precios de la vivienda en España están subiendo más que en ningún lado, que los inmuebles y los alquileres representan una porción del salario inasumible. Este comportamiento, totalmente lógico, impide ver burbujas reales y situaciones extremas, aunque estén al otro lado de nuestra frontera. La mayor burbuja inmobiliaria de Europa no está en España, la gran exuberancia del ladrillo se está produciendo en Portugal, donde los precios de los inmuebles alcanzan en ocasiones niveles de las grandes ciudades españolas, pero con sueldos de Portugal. Por ello, un indicador de detección de burbujas y exuberancia está señalando que, en el país vecino, el inmobiliario se encuentra en una situación límite, algo que se confirma al estudiar la evolución de los precios de la vivienda lusa en los últimos años.

El mundo parece hoy un lugar mucho más peligroso e inestable que hace cinco años. Este riesgo se ha materializado ya en varias guerras que han pasado rozando a varios países de la OTAN (los bálticos o Polonia). Por ello, la inversión en defensa vuelve a estar en el punto de mira y más teniendo en cuenta que el nuevo presidente de EEUU, Donald Trump, quiere que todos los países de la coalición gasten como mínimo un 2% de su PIB en esta partida... si esto no ocurre, EEUU amenaza con dejar huérfana a la coalición. En medio de toda esta disputa, España es protagonista por su bajo nivel de gasto en defensa. Concretamente, España es el país que menos gasta de toda la OTAN sobre PIB. En el lado opuesto se encuentra un país que, con un PIB mucho más pequeño que el de España, gasta un 50% más en defensa en términos de dólares y casi cuatro veces más en gasto sobre PIB, algo que no va a pasar inadvertido para los ojos de EEUU. El poderío militar de Polonia deja en evidencia a España.

Las dos grandes economías globales, EEUU y China, han suministrado tanto estímulo a sus economías en el mundo surgido tras la irrupción del covid que la amenaza de represión financiera para quemar la ingente deuda y la explosión inflacionaria por la misma es real. Así se pronuncia en uno de sus últimos informes el veterano estratega de Société Générale (SG) Albert Edwards, bregado en el Banco de Inglaterra hace décadas y adivinador de la crisis asiática de finales de los 90 y de la gran crisis financiera. Buscando alertas a los inversores de este escenario, Edwards cita al economista que seguramente más ha alertado en los últimos tiempos contra la represión financiera: "Este es el mundo de Russell Napier".

La economía europea y la estadounidense han seguido caminos muy diferentes. Al otro lado del Atlántico, un fuerte consumo interno pilló por sorpresa a los 'profetas de la recesión' y despejó cualquier duda con potentes crecimientos como el del último trimestre (2,8%). Mientras tanto, el Viejo Continente se ha visto arrastrado por un contexto de mucha mayor debilidad en la que apenas ha logrado un alza del 0,4%. Esa bifurcación se ha convertido en uno de los grandes temas que han copado el foco económico mundial, con un contexto tan diferente que ha llevado a sus respectivos bancos centrales a recorrer caminos diferentes (recortes de tipos en el BCE y una gran pausa en la Fed). Sin embargo, el misterio de esta gran diferencia podría tener la respuesta en casa: la montaña de ahorro que Europa almacena y exporta al exterior.

A diferencia de lo que ocurrió en la víspera de la reunión del Banco Central Europeo (BCE) de diciembre, la preparación para el cónclave de este jueves ha sido relativamente tranquila, al menos en público. No ha habido opiniones controvertidas sobre los próximos pasos. En cambio, parece haber un creciente consenso sobre la necesidad de nuevos recortes de tipos. Los últimos comentarios de la presidenta del BCE, Christine Lagarde, sugieren que un recorte de tipos de 25 puntos básicos en la reunión de este jueves es una obviedad y que el ciclo de recortes de tipos continuará. Aunque la llegada de Donald Trump y sus políticas arancelarias llenan de incertidumbre el horizonte, los siguientes pasos del BCE parecen claros. Los impuestos al comercio, de llegar, tendrán un impacto que aún no se puede pronosticar, por lo que el BCE jugará con las cartas que tiene en este momento en la mano.

Hace ya más de un año de la llegada de Javier Milei a la Casa Rosada. En aquel momento prácticamente nadie confiaba en que este economista de profesión fuera implementar ni una cuarta parte de todo lo que había dicho. Pero no solo eso, casi nadie confiaba en que ese programa, incluso siendo implementado en su totalidad, pudiera 'salvar' a una economía al borde de la hiperinflación, un nuevo default y que encima estaba sumida en una profunda recesión. Ahora, con el vuelco financiero del país y los primeros brotes verdes de la economía, el 'carro' de Milei se ha llenado de seguidores de todas partes y colores (no cabe uno más). Sin embargo, los que desde un primer momento apoyaron sus mediadas y confiaron en que la economía argentina podía resurgir si permitían a Milei implementar su plan, quedan ahora en un plano menos visible. Este es el caso de Daniel Fernández, doctor en Economía y profesor en la Universidad de las Hespérides, que comenzó a destacar desde muy pronto los primeros pasos y signos de avance en las finanzas de Argentina, además de defender en diferentes tertulias las medidas adoptadas por el Gobierno de Milei. Este experto en economías latinoamericanas y en China cree que el recorrido de Argentina y su economía es todavía muy amplio si Milei sigue adoptando su programa y cuenta con el apoyo de la población.