Foro Económico Mundial de Davos
La economía ha dejado de funcionar como el metrónomo emocional del planeta. O al menos para los que manejan sus palancas políticas. Una década después del estallido de la crisis, la producción global bate las proyecciones y las cifras de crecimiento se revisan al alza. Pero en el Foro Económico Mundial de Davos, el ambiente que se respira desde hace un par de años es de preocupación, ansiedad e incluso un ligero pesimismo que chirría con el optimismo natural de los que miran la realidad desde la cima.