Se cumplió el guión previsto y Pedro Sánchez se dio de bruces ayer, en el Congreso, con la pinza aritmética que conformaron PP y Podemos y que imposibilita en el más corto plazo cualquier opción de gobierno del líder socialista. La investidura fallida no sólo evidenció la soledad de Sánchez, sino que, tal y como se advierte desde dentro y fuera del hemiciclo, aboca al país a una nueva convocatoria electoral a finales de junio y a la ausencia de un Ejecutivo que pueda empezar a adoptar las medidas que nos exigen la situación económica y nuestros socios europeos.