Colaboradora política de elEconomista
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Cuando le preguntas a bocajarro si es, como dicen algunos, una política correosa que detrás de su imagen tranquila esconde un animal político duro e implacable con sus adversarios, niega la mayor, se califica de muy previsible, e insiste en que siempre dice lo que piensa. "Lo que no hago es salirme de mis principios, no titubeo, ni hago politiqueo, y siempre rechazo de plano las imposiciones, lo políticamente correcto y las etiquetas. Me gusta ir al grano de las cosas, y no me disfrazo de lo que no soy", sentencia.

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Cuando le preguntas si dejará su acta de diputado en el Congreso antes de saber los resultados de su partido en la Comunidad de Madrid dice, sin más, que va a esperar a que hablen las urnas: "Soy un servidor público y estaré donde me necesiten", sentencia. Edmundo Bal (Huelva, 1967) es posiblemente el político que más ha ascendido, y en tiempo récord, en un partido nacional. Pasó de ser el jefe de Penal de la Abogacía del Estado -por cuyas manos pasaron casos como la Gürtel, la famosa lista Falciani, el cuadro de Jaime Botín o los escándalos financieros de Ronaldo y otros famosísimos acusados por fraude fiscal- a figurar como número dos de Cs en el Congreso en las elecciones generales y ahora candidato para la cita madrileña 4-M.

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Cuando le preguntas si es el gran muñidor del trasvase de altos cargos de Cs al PP, el que fuera nada más y nada menos que secretario de organización de Cs y senador por Andalucía ni confirma ni desmiente, aunque insiste en que el partido donde siempre ha militado se ha convertido en una muleta del sanchismo: "Somos marionetas de Pedro Sánchez" puntualiza. Francisco Hervías, de padres granadinos y casado con una sevillana , nació en Tossa de Mar (Girona) en 1983 y creció en Cataluña en una Casa Cuartel de la Guardia Civil. Licenciado en Geografía por la universidad de Girona, y con varios cursos de especialización obtuvo el CAP de profesor en Ciencias Sociales por el Instituto de Ciencias de la Educación de Josep Pallach.

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Cuando a Salvador Illa (La Roca del Vallés, 1966), exministro de Sanidad y ganador de las elecciones catalanas, le preguntas qué siente cuando sus adversarios le llaman de todo por su gestión de la pandemia, afirma que "las descalificaciones de trazo grueso se vuelven contra quien las hace. Aunque no tiene ninguna relación con la medicina porque es licenciado en Filosofía por la Universidad de Barcelona, MBA en el IESE Business School y ejerció de profesor, su cargo en el Gobierno le ha convertido en un experto en el Covid-19 al que no le duelen prendas en admitir que ha habido errores.

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Han pasado nada menos que 18 años desde que las urnas posibilitaron su llegada a la Moncloa, pero sigue siendo aquel "optimista antropológico" al que le tocó lidiar el inicio de una de las mayores crisis económicas de nuestra historia y cuyas medidas de ajuste aún sigue lamentando. A José Luis Rodríguez Zapatero (Valladolid, 1960) -el hombre al que todos llamaban ZP, que inició su mandato retirando las tropas de Irak y legalizó el matrimonio de los homosexuales- no se le caen de la boca palabras como diálogo y consenso y, a pesar de estar retirado de la primera línea política, tiene una opinión perfectamente conformada de todos los temas de actualidad.

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Cuando le dices que se defina, afirma que es una mujer de ley y orden y, por encima de todo, una servidora pública: "Por eso consagré mi vida al derecho y oposité a la Abogacía del Estado. Me encanta la toga", señala. Sus amigos la definen como una trabajadora incansable: " Yo estoy disponible las 24 horas del día los 7 días a la semana, porque cuando tu sueldo lo pagan todos los españoles hay que sudar la camiseta". Macarena Olona (Alicante, 1979) portavoz adjunta y secretaria general de Vox en el Congreso, tiene un discurso muy de derechas, casi de libro. Algunos le llaman la Dama de Hierro porque detrás de su apariencia cuidada y elegante se esconde un volcán dialéctico que no deja títere con cabeza en sus intervenciones parlamentarias, donde suele hacer gala de su manejo de la legislación y su verbo fácil. Su pasión además de la política y el Derecho tiene un nombre: Diego, su hijo, que acaba de cumplir 13 meses. "Me tuve que incorporar al trabajo a las tres semanas de nacer sangrando todavía de la cesárea. Afortunadamente, podía estar muy bien cuidado y a mi me demandaba la patria y el honor, como dicen en la Guardia Civil", explica.

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Cuando le preguntas si cambiando la sede de su partido de la madrileña calle Génova dejarán atrás la pesada mochila de corrupción que les acosa por el caso Bárcenas, reacciona rápido y califica de "un gesto necesario en una nueva etapa" lo que para sus adversarios ha sido una exitosa estrategia de marketing para maquillar los malos resultados en Cataluña. Todos en el partido la sitúan como una de las personas más cercanas a Pablo Casado, una dirigente pata negra, y no solo porque sea la portavoz en el Congreso, sino porque tiene un perfil de centro moderado que viene como anillo al dedo para esta nueva etapa del principal partido de la oposición. Se llama Concepción Gamarra (Logroño, 1974), pero todos la llaman Cuca. Es una de las estrellas ascendentes del PP y de hecho fue la encargada de coordinar la campaña de las últimas municipales y autonómicas.

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En su despacho de la plaza de Cibeles hay siempre una actividad frenética. Esta semana no solo ha tenido la visita de los Reyes -que presidieron la entrega de premios de la Asociación de la prensa de Madrid-, sino que ha supervisado los trabajos de rehabilitación del parque de La Gavia en Vallecas, ha asistido a la presentación de un programa formativo para jóvenes sobre espacios digitales, celebrado la junta ordinaria de gobierno, y se ha trasladado a Badalona para hacer campaña junto a Xavier Albiol. "Suelo madrugar mucho y llego tarde a casa. Tengo capacidad de trabajo, resistencia y ganas. Me faltan horas en el día, pero me encanta mi trabajo y para mi será un honor presentarme a una segunda legislatura", dice José Luis Martínez-Almeida (Madrid, 1975), licenciado en Derecho por la Universidad Pontificia de Comillas (Icai-Icade) y abogado del Estado desde 2001, es uno de los pata negra de Pablo Casado, que le incluyó en el comité nacional del partido al aterrizar en la presidencia y le nombró portavoz hace seis meses. Tiene un discurso, de centroderecha de libro y una forma de ser y estar en política amable y campechana, pegada al terreno y en contacto permanente con los ciudadanos. No se le cae de la boca la palabra Madrid y dice orgulloso que la sociedad madrileña resiste siempre frente a las adversidades.

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No tiene un minuto libre y ahora está centrado no solo en las movilizaciónes -que el sindicato que lidera ha planteado para la próxima semana-, sino en cómo tramitar el reparto de los fondos Covid. Aunque no oculta que se siente ideológicamente cómodo con un gobierno de izquierdas, dice que están hartos de que sus promesas no tengan reflejo en el BOE. "Hay un programa que deben cumplir ya", advierte. Tal vez por eso cuando le preguntas si tiene el alma dividida por su condición de sindicalista y militante del PSOE desde hace más de cuarenta años reacciona rápido: "En UGT, más allá de nuestros lazos históricos con el PSOE, no somos primos y no damos cheques en blanco a ningún gobierno". Haber liderado durante un cuarto de siglo la UGT catalana y llevar afiliado al sindicato socialista desde el 75 le han curtido en batallas laborales de todo tipo y no está dispuesto a bajar la guardia. "Debe visualizarse que hay una mayoría en España que quiere que se derogue la reforma laboral, que no se recorten las pensiones y que se suba el salario mínimo (SMI)", advierte. A Josep María Álvarez (Belmonte de Miranda, Asturias, 1956) todos en su entorno le llaman Pepe, haciendo honor a su fama de campechano y sencillo con un discurso de sindicalista en estado puro, pragmático y resolutivo. Es la voz de la UGT, el hombre que lidera uno de los dos sindicatos más importantes de España y ha conseguido lo que parecía casi imposible en estos tiempos revueltos: elevar el nivel de afiliación, en descenso desde hacía años.

Reconoce que esta campaña electoral –donde es el candidato del PP a la Generalitat– es muy diferente a otras "porque el Covid lo ha cambiado todo y apenas tenemos actos presenciales, pero el ritmo es frenético, porque con las videoconferencias, el Zoom y las llamadas no se para un minuto". Alejandro Fernández (Tarragona, 1976), licenciado en Políticas, sigue viviendo en su tierra natal lo que le obliga a madrugar mucho –"todos los días me traslado en coche a Barcelona u otros lugares de Cataluña"– y lo hace en el mismo vehículo que apareció, nada más ser elegido secretario general de su partido, con una esvástica pintada en la ventanilla y las ruedas pinchadas. Se define como moderado, neoliberal, de centro derecha y, sobre todo, español. De hecho en su día le dijo al president Quim Torra que era tan "españolazo" como él. Y prometió a Carme Forcadell, entonces presidenta del Parlament, que defendería la unidad de España y la libertad "hasta que se congele el infierno" y en eso no ha cambiado. Admite, eso sí, que su punto débil son sus tres hijas de 15, 11 y 4 años: "Intento quitarme cenas de trabajo para poder llegar a casa y verlas un ratito antes de que se acuesten", señala.