Con una deuda que roza los 6.500 millones de euros y las acciones a la mitad de lo que valían antes de la pandemia, Grifols asume que llega la hora de apretarse el cinturón. La compañía ha puesto el freno a las adquisiciones y ha suspendido el dividendo mientras busca 300 millones entre desinversiones y medidas de ahorro. La captación de plasma ya está en los niveles previos al coronavirus, pero la recuperación se ve amenazada por la presión de una competencia que cuenta cada vez con más recursos y ya ofrece soluciones iguales a las de la cotizada catalana.