La morosidad continúa representando un desafío significativo para las empresas, siendo especialmente perjudicial para aquellas de menor tamaño, como las pequeñas y medianas compañías. Estas, al contar con recursos más limitados, enfrentan mayores dificultades para hacer frente a prolongados periodos de impago y obtener la financiación necesaria para mantener y desarrollar sus operaciones. Durante el segundo tercio de este año, el 70,5% de la facturación se pagó con retraso, siendo esta la proporción más alta en año y medio. Preocupa ahora la evolución de este índice con la incertidumbre jurídica que se abre tras los pactos de investidura con el secesionismo.