Ph.D., CFA, Miembro de CFA Society Spain

En el ámbito de los mercados financieros, el año 2024 pasará a los libros como uno de los años con mayor euforia inversora de la historia y, probablemente, como el punto álgido de la mayor burbuja que han vivido los mercados occidentales hasta la fecha. Si bien una parte significativa de los activos que han participado en esta burbuja está sustentada por innovaciones tecnológicas, como los semiconductores o la inteligencia artificial, que ya han tenido un impacto notable en nuestras sociedades (y cuya importancia seguirá en aumento), otra parte de la burbuja ha sido espoleada por activos cuya realidad dista considerablemente de las expectativas iniciales que se tenían en ellos, y cuya capacidad de satisfacer ninguna necesidad es todavía, en el mejor de los casos, incierta -léase, la industria de las criptomonedas.

2024 ha sido un año entretenido en Estados Unidos políticamente hablando. No solo por las recientes elecciones presidenciales, sino también por la conmemoración del 50º aniversario de la publicación de The Power Broker, la biografía sobre Robert Moses, considerada como una de las mejores biografías jamás escritas.

Desde el lanzamiento de la versión 3.5 de ChatGPT a finales del 2022, el discurso sobre el impacto a futuro que tendrá la inteligencia artificial (IA) en nuestras sociedades ha acaparado el centro de atención, generando reacciones muy polarizadas. Desde algunos como Bill Gates, que la considera una de las "dos demostraciones de la tecnología que le han parecido revolucionarias" en toda su vida, hasta otros como Nick Bostrom, que defiende que la IA es uno de los mayores retos a los que se ha enfrentado la especie humana.

Con las elecciones americanas a la vuelta de la esquina, durante las próximas semanas seremos bombardeados constantemente por encuestas, estadísticas, gráficos y análisis que intentarán arrojar algo de luz sobre quién ganará en este o aquel “swing state”. La mayoría de estos análisis serán superficiales y reflejarán simplemente la opinión, o “corazonada”, del comentarista de turno. Pero algunos otros serán mucho más sesudos, aportando datos y estableciendo elaboradas comparativas históricas. La importancia de cómo realizar predicciones más elaboradas, sin embargo, no solo se circunscribe al ámbito político. En términos más generales, ¿qué separa una predicción buena de una predicción mala, y cómo podemos incorporar estas buenas prácticas a los problemas a los que nos enfrentamos en el día a día? Le puede interesar: Lecturas de un profesional CFA: Los Juegos Olímpicos también son finanzas.

Como cada cuatro años, este mes de agosto pudimos disfrutar durante unas semanas de los Juegos Olímpicos, celebrados esta vez en París. Aunque los Juegos siempre nos asombran con récords e historias de atletas improbables, hay un detalle menos conocido de los Juegos (pero no por ello menos importante) que se ha mantenido inmutable en todas las ediciones de esta competición de las últimas décadas, que no es otro que los fuertes sobrecostes sobre el presupuesto original que han sufrido cada una de estas ediciones. En el caso de París, por ejemplo, el presupuesto original de 3.600 millones de euros ha acabado ascendiendo a 8.800 millones.

Si hiciésemos una encuesta entre profesionales del mundo de las finanzas sobre qué características definen a un gestor de fondos exitoso obtendríamos probablemente las respuestas consabidas. Entre estos factores destacarían una mentalidad analítica, ser rápido con los números, la habilidad para identificar buenos negocios, pasión por leer, entender el perfil de riesgo de una inversión y disponer de una amplia base mental de datos de las inversiones pasadas. En la mayoría de las respuestas no encontraríamos el rasgo "cómo ejecutar una inversión", es decir, qué hacer con la inversión en cuestión una vez estamos invertidos ya en ella. Para mucha gente, esta habilidad sería más propia de un "trader" que de un "inversor".

Cada cierto tiempo leemos en la prensa económica historias de augustas instituciones financieras que, de la noche a la mañana, sucumben al impacto de eventos improbables y de gran impacto. Menos conocidos son los tremendos éxitos cosechados por algunos gestores que aprovechan estas situaciones para cerrar transacciones con abultados beneficios. Por ejemplo, Bill Ackman, el famoso gestor estadounidense del fondo de inversión libre Pershing Square, compró 26 millones de dólares en febrero de 2020 de CDS sobre índices de renta fija corporativa (instrumentos que subirían en valor en caso de que los índices subyacentes cayesen), para venderlos semanas después por la impactante cifra de 2.600 millones, 100 veces el importe inicial -haciendo que muchos hayan bautizado esta operación como "la mejor operación financiera de la historia"-.

En julio de 1991 la familia Gates invitó a varias personas a cenar a su casa, entre las que estaban su propio hijo, Bill Gates, y Warren Buffett. En un momento de la cena, los anfitriones preguntaron a sus invitados qué factor creían que había sido el más decisivo a la hora de obtener éxito en la vida. Tanto Gates como Buffett, que se habían conocido esa misma noche, respondieron "concentración" (focus). Michael Moritz, principal ejecutivo de la firma de venture capital Sequoia durante muchos años, escribiría más tarde sobre la obsesión de Gates con pequeños hábitos que le permitiesen eliminar distracciones en su día a día, tales como quitar la radio del coche para evitar que la música o las noticias no le dejasen pensar sobre Microsoft mientras conducía.

El famoso psicólogo israelí Daniel Kahneman falleció el pasado miércoles 27 de marzo a la edad de 90 años. Premio de Nobel de Economía en 2002 por sus contribuciones a la economía del comportamiento, campo que él mismo desarrolló desde cero con su amigo y también psicólogo israelí Amos Tversky, Kahneman ha sido uno de los pocos pensadores cuya obra ha tenido un impacto de tan largo alcance en tantas disciplinas diferentes a la vez. No es exagerado afirmar que la gestión de activos, la industria en la que trabajo yo, la entenderíamos de manera totalmente diferente hoy en día si no fuese por sus contribuciones a lo largo de casi seis décadas.

El mundo financiero y el de las inversiones han usado tradicionalmente muchas expresiones prestadas del mundo de la biología. Las empresas "nacen" y "crecen", las industrias alcanzan su "madurez", los modelos de negocio se tienen que "adaptar" a entornos cambiantes, cada cultura corporativa es única y tiene su "identidad" y el capitalismo opera en parte a través de un proceso de destrucción creativa que, en última instancia, guarda bastantes paralelismos con la teoría de la selección natural de Darwin. ¿Puede la biología evolutiva ayudarnos a ser mejores inversores, o por el contrario son estos paralelismos simples juegos metafóricos del lenguaje?