
En el ámbito de los mercados financieros, el año 2024 pasará a los libros como uno de los años con mayor euforia inversora de la historia y, probablemente, como el punto álgido de la mayor burbuja que han vivido los mercados occidentales hasta la fecha. Si bien una parte significativa de los activos que han participado en esta burbuja está sustentada por innovaciones tecnológicas, como los semiconductores o la inteligencia artificial, que ya han tenido un impacto notable en nuestras sociedades (y cuya importancia seguirá en aumento), otra parte de la burbuja ha sido espoleada por activos cuya realidad dista considerablemente de las expectativas iniciales que se tenían en ellos, y cuya capacidad de satisfacer ninguna necesidad es todavía, en el mejor de los casos, incierta -léase, la industria de las criptomonedas.
En un entorno económico de estas características, el reto al que se enfrenta todo inversor es doble. En primer lugar, determinar si es posible beneficiarse de los cambios tecnológicos a través de inversiones específicas usando un proceso analítico, consistente y, al menos parcialmente, predecible. En segundo lugar, saber cómo protegerse de la devastadora destrucción de riqueza que inevitablemente sigue al estallido de toda burbuja financiera, a la vez que se evitan aquellos negocios que, arrastrados por el progreso tecnológico, se convierten en redundantes y condenados al olvido. Lecturas de un profesional CFA: Una de las mejores biografías jamás escritas.
Aunque se han escrito numerosos relatos sobre las burbujas del pasado y las repercusiones económicas que tuvieron una vez que pincharon (hace dos años publiqué en esta columna una reseña de un libro a tal efecto), la selección se reduce a la mínima expresión si nos ceñimos a aquellas obras que intentan dar una respuesta a los dos retos anteriormente mencionados. Probablemente, uno de los mejores libros que aborda este desafío es Engines that Move Markets: Technology Investing from Railroads to the Internet and Beyond, de Alasdair Nairn, actual CEO de Edinburgh Partners -el cual publicó también en 2021 otro entretenido relato sobre la burbuja de las SPACs titulado The End of the Everything Bubble, que es igual de pertinente en la actualidad. Engines that Move Markets fue publicado originalmente en medio de la euforia de las puntocom, aunque el autor volvió a publicar en 2018 una segunda edición incluyendo las enseñanzas de aquel episodio.
A lo largo de diez capítulos, la obra nos muestra los vaivenes de los inversores que apostaron por las tecnológicas punteras de su época, recorriendo de manera cronológica diferentes episodios que acabaron desembocando en ejemplos perfectos de especulación inversora. Dichos episodios, que abarcan dos siglos de historia, son: el desarrollo de los ferrocarriles en Gran Bretaña en 1840, la expansión ferroviaria en Estados Unidos dos décadas más tarde, el auge de la industria de la automoción a principios del siglo XIX, la invención de la electricidad (y la bombilla), la creación de la industria petrolera, los negocios del telégrafo y del teléfono, la historia de la creación de la radio y de la televisión a principios del siglo XX, el ascenso de la industria de ordenadores y los semiconductores a partir de 1950 y, finalmente, la era de internet y las puntocom en la década de 1990.
El libro ofrece en cada capítulo una fascinante cantidad de detalles que cautivarán a los amantes de la historia empresarial y de los negocios. A riesgo de simplificar, en los siguientes párrafos me gustaría explicar en detalle en las que son a mi juicio las cuatro conclusiones más importantes, desde una perspectiva inversora, que pueden extraer nuestros lectores de las 600 páginas del libro.
La primera es que el interés de la comunidad inversora por cada nueva innovación sigue un patrón bastante similar en cada caso. Como explica Nairn: "Sin embargo, una característica sorprendente de cada capítulo es el hecho de que, aunque los patrones no han sido idénticos en cada caso, sí han sido muy similares. En primer lugar, la tecnología existente y los posibles nuevos inversores reciben un nuevo invento con escepticismo. Dicho escepticismo es sustituido gradualmente por entusiasmo a medida que los empresarios aprecian el potencial de ventas de la nueva tecnología. Pronto aparecen nuevos participantes en el mercado y que pueden acceder a financiación de capital riesgo. Se crean empresas y, en general, les va bien en el mercado (en términos del precio de sus acciones) gracias a la oleada de entusiasmo. Hasta aquí todo bien; pero cuando la tecnología empieza a madurar, aparece el realismo. Inevitablemente, a algunos se les acaban los recursos. Las empresas empiezan a cerrar, solo sobreviven las más fuertes y los inversores ingenuos pierden dinero en la enorme criba. El pesimismo empieza a invadir el mercado y los precios de las acciones caen de forma generalizada. Finalmente, el mercado se estabiliza".
La segunda conclusión, que no sorprenderá a nadie que haya dedicado un mínimo de estudio al campo de la estrategia empresarial, es que aspectos como las barreras de entrada o la estructura competitiva de una industria son claves en el eventual éxito de las inversiones tecnológicas. En todos los episodios estudiados en el libro, sin excepción, las empresas que no disfrutaban de protección de patentes u otras ventajas competitivas sostenibles terminaron viendo cómo la competencia erosionaba sus rendimientos tarde o temprano. Adicionalmente, Nairn sostiene que aquellas empresas que son capaces de adaptarse y reinventarse continuamente, como en su momento hizo Standard Oil o Microsoft más recientemente, pueden mantener su relevancia en un entorno cambiante. No obstante, lamentablemente para los inversores en estas compañías, dichas metamorfosis nunca son obvias de antemano.
La tercera conclusión es la gran dispersión de retornos entre vencedores y vencidos en cada introducción de una nueva tecnología. Según Narin, "[l]a mayoría de estos episodios tienden a asociarse con solamente una o dos empresas de éxito: Western Union en el negocio de los telégrafos, GE en la iluminación, Ford y GM en la industria del automóvil, IBM en los ordenadores, Microsoft en el negocio del software. Sin embargo, el éxito final de estas empresas distó mucho de ser una conclusión inevitable. Por cada empresa que construyó una posición de mercado duradera, hubo cientos de otras que intentaron hacer lo mismo -y fracasaron".
La última y cuarta conclusión es un corolario de la anterior, y sin duda, la más importante y aleccionadora, ya que nos recuerda la importancia de tener un mínimo de humildad sobre nuestras capacidades y sobre lo que se debe esperar de nosotros. Porque aunque pueda ser relativamente sencillo identificar las tecnologías ganadoras y además tengamos tiempo para poder ajustar las carteras (por ejemplo, fue obvio durante muchos años para observadores informados que los ferrocarriles iban a sustituir a los canales como medio de transporte de mercancías en el Reino Unido, aunque dicha dinámica tardó al menos quince años en verse completamente reflejada en el precio de las empresas de canales), la verdadera dificultad radica en identificar a las empresas que serán líderes en cada nuevo paradigma tecnológico. En lugar de perseguir la incierta tarea de identificar a estos últimos, los inversores deberían centrar sus esfuerzos en reconocer sectores con dinámicas adversas, una tarea más factible con suficiente dedicación. El caso de Intel, que en dos décadas ha pasado de ser el titán indiscutible del silicio a simplemente un emblema de la pérdida de rumbo empresarial, sirve como un recordatorio elocuente del riesgo inherente de invertir en las tecnologías más avanzadas -ni siquiera los gigantes del pasado tienen garantizado su lugar en el futuro.
Ficha técnica
Título: "Engines that Move Markets: Technology Investing from Railroads to the Internet and Beyond"
Autor: Alasdair Nairn.
Editorial: Harriman House, 2018, pp.570, tapa dura.