Podcasts

La loca idea para el mástil del Empire State: la falsa parada para zepelines que fue un absoluto fracaso

  • La antena de 60 metros lo convirtió en el edificio más alto del mundo durante casi 40 años
  • Amarrar un dirigible a esa altura y en medio de la ciudad era una idea sin sentido y casi imposible
  • El enorme rascacielos se convirtió en el edificio más icónico de Nueva York
Madridicon-related

Hubo una época de la historia en la que los millonarios, para presumir de riqueza o alimentar su ego, no compraban equipos de fútbol o redes sociales, ni trataban de llegar al espacio, sino que competían por construir los edificios más altos del mundo. Es una batalla que no ha desaparecido, pero que ahora está más globalizada. Ahora los edificios más altos no se levantan solo en una única ciudad, sino que, sobre todo, son los países del Golfo y las ciudades chinas los que más esfuerzos están haciendo por mostrar su riqueza construyendo los edificios más altos posibles.

Pero la verdadera carrera por tocar el cielo se vivió en Nueva York, especialmente a finales de los felices años 20, junto cuando el crash del 29 estaba a punto de estallar. En realidad, la ciudad llevaba desde mediados del siglo pasado explorando los límites de la altura de los edificios. Hay dos hechos que propician esta situación: la aparición del ascensor, inventado por Elisha Otis; y el final de la Guerra de la Independencia, que convirtió a Nueva York en la capital financiera mundial.

Con el final de la guerra el precio del suelo en Manhattan se dispara, y los arquitectos empiezan a diseñar edificios más altos y con más plantas, que permitan obtener mayor rentabilidad a la inversión. El ascensor era el aliado perfecto para construir esos edificios que, por fin, superaban las 5 o 6 alturas.

En pocos años, Nueva York se llenó de edificios cada vez más altos. Y en 1890, por fin, el World Building fue el primero en superar los 87 metros de altura, una cifra simbólica, porque es lo que medía la torre de la iglesia de la Trinidad. El pionero edificio, curiosamente, sería demolido posteriormente, mientras que la torre de la iglesia se mantiene en su sitio.

El techo del mundo

La carrera iba tan rápido, que prácticamente cada año aparecía una nueva construcción que se erigía como 'la más alta del mundo'. Hasta que en 1913, en un auténtico hito, se levantó el Woolworth Building, una auténtica joya de la ingeniería que, con sus 241 metros, se mantuvo como techo del mundo hasta 1930.

En los años 20 todo se dispara. Los avances arquitectónicos, las nuevas tecnologías y formas de construcción impulsan la construcción de rascacielos. Entre 1925 y 1931 se incrementa de forma espectacular la construcción de nuevos rascacielos. Una cuarta parte del distrito financiero fue reconstruido en ese periodo.

Con los alquileres disparados, se infló el precio en el mercado inmobiliario y la especulación financiera se disparó. La demanda estaba disparada, y el hecho de que los pisos más altos tuvieran más luz solar, permitía cobrar alquileres más altos a las oficinas que se situaban en las plantas superiores, lo que impulsaba a construir mayores alturas. Por si fuera poco, los edificios de mayor altura aportaban mayor publicidad a los inquilinos. Los edificios de 70 pisos se hicieron comunes.

La carrera definitiva por tocar el cielo

Hasta que, a finales de la década, comienza la carrera definitiva por destronar al Woolworth Building como el edificio más alto. Se convirtió en una batalla entre dos empresas, junto con el ego de dos arquitectos, por lograr tal hazaña, con dos protagonistas: el Bank of Manhattan Building y el Chrysler Building.

Se hicieron muchas trampas en el desarrollo para convertirse en el edificio más alto. Por ejemplo, cuando el Bank of Manhattan tenía todo para lograr el triunfo, el Chrisler Building elevó una aguja que le permitió alcanzar los 319 metros de altura, superando incluso a la Torre Eiffel. Inaugurados ambos edificios con tan solo dos días de diferencia, este truco le permitió convertirse en el rascacielos más alto del mundo. La publicidad fue enorme, y casi inmediatamente la mayoría de oficinas fueron ocupadas. Esta construcción otorgó tal prestigió que permitió que el Midtown pasase de ser una zona comercial de segunda a la principal zona de rascacielos de la ciudad.

Él éxito fue impresionante, pero efímero. Tan solo un año después se inauguraría el gran protagonista de esta historia: el Empire State Building. La construcción de este rascacielos fue toda una proeza, y contiene todos los elementos necesarios para convertirlo en una historia épica. Empezando por los terrenos donde se construyó, ocupados durante décadas por el mítico Hotel Waldorf-Astoria, epicentro de la alta sociedad de Nueva York. Arrasado por el ritmo al que crecía y evolucionaba el barrio, cerró y acabó siendo demolido.

El nuevo proyecto

La propiedad es adquirida por el empresario Floyd Brown, que quiere construir un enorme edificio de oficinas, el Waldorf-Astoria Building. Pero a principios de 1929 no puede cumplir con los pagos del préstamo acordado, así que el banco, el Chatman Phenix, se queda el proyecto, y se lo ofrece a diversos empresarios. Serían finalmente Pierre DuPont, presidente de General Motors y heredero de la familia DuPont, y su socio John Jacob Raskob, el primer gran director financiero de la historia, los que se quedarían con el proyecto.

Con el apoyo de Alfred E. Smith, gobernador de Nueva York hasta un año antes, en 1929 lanzan el proyecto rebautizado como Empire State Building, en honor al apodo que recibía el Estado, el más poderoso del país en aquella época. Los impulsores, además, eran muy ambiciosos: no solo querían un edificio enorme, querían que fuera también bonito.

La prestigiosa firma Shreve, Lamb and Harmon fue la encargada de diseñar el rascacielos. Presentaron en total 15 propuestas, hasta llegar a la definitica, conocida como Proyecto K: un enorme edificio, de 86 pisos y 320 metros de altura. Este diseño ya era más alto que el Chrisler, pero Raskob pidió algo más: "un sombrero". Finalmente no fue un sombrero lo que propusieron, sino un mástil para agarrar dirigibles de 60 metros de altura.

La era del zepelin

Los zepelin llegaron a Estados Unidos por primera vez en 1899, provenientes de Alemania, donde habían nacido unos años antes. Tuvieron su peso en la I Guerra Mundial, pero fue a finales de los años 20 cuando vivieron su época dorada, tras la inauguración del Graf Zeppetin, el mayor dirigible jamás construido. Impulsado por grandes empresarios, como Willian Randolph Hearst, tras varios vuelos de exhibición, estableció su primer vuelo regular en 1930. Cada vez más viajeros apostaban por este sistema de transporte.

En estas circunstancias, la idea de los arquitectos del Empire State Building era brillante. Ese mástil en la cima del edificio permitiría que los dirigibles se amarrasen en él, y de ahí descendiesen a la azotea del edificio, y desde ahí podrían bajar a la calle, en un ascensor privado que les permitiría estar fuera en tan solo 7 minutos. No era un truco para ser aún más alto, insistían los constructores, sino un gran negocio. Hasta habían pensado que el piso 86 tendría un puesto de venta de billetes, y algunos negocios de bebida y comida, para amenizar la espera de los pasajeros.

En 1930, la agencia de noticias International News Photos publicó una fotografía de un dirigible de la Marina de EEUU enganchado al mástil de amarre del edificio. El problema es que era falsa. Nunca un zepelin llegó a engancharse al Empire State Building. Lo más que se logró es que la armada mandase un pequeño dirigible, que hizo varias pasadas cerca del edificio, y que es el que permitió hacer la famosa foto.

Zepelin en el Empire State
Foto falsa de un zepelin amarrado al Empire State Building.

Hubo varios factores que hicieron imposible llevar a cabo este plan. Por un lado, que ninguna empresa de dirigibles lo pidió. Por otro, que no había tantos viajeros que utilizaran este medio de transporte. Además, numerosos expertos aseguraban que no era una superficie adecuada para aterrizar. Por último, los constantes vientos racheados hicieron que el plan fuese imposible de ejecutar.

Incluso sin tener en cuenta todos estos obstáculos, técnicamente sería casi imposible. Se requería un piloto de gran precisión, que fuese capaz de llevar la nave sorteando las numerosas y elevadas antenas ya presentes en la ciudad. La única forma de reducir altura en parado era soltando lastre, en este caso agua, ¿sobre los peatones que recorriesen las principales calles de Nueva York? Por último, operarios tendrían que lanzar cuerdas para que amarrase la nave, y colocar una pequeña pasarela, por la que tendrían que pasar los pasajeros ante violentos vientos.

Finalmente, el Empire State Building se inauguró el 1 de mayo de 1931. Costó más de 40 millones de dólares de la época, y tenía una altura de 380 metros, gracias a ese aparcamiento para dirigibles que nadie había pedido. Acabó reconvertida en antena de telecomunicaciones. Tenía 102 pisos, aunque solo 86 eran habitables. Y era el edificio más alto del mundo, hito que mantuvo hasta 1970, cuando se construyó la primera de las Torres Gemelas. Tras los atentados de 2001, se volvió a convertir en el edificio más alto de Nueva York, hasta 2012, cuando fue superado por nuevas construcciones.

Abierto en plena crisis tras el crash del 29, durante los primeros años estuvo casi vacío, y hasta recibió el apodo del Empty State. No empezó a ser rentable hasta los años 50, cuando la ocupación permitió un equilibrio entre ingresos y gastos. Pese a todo, su altura y su estilo arquitectónico le convirtieron en el mayor icono de Nueva York, status que conserva hasta el día de hoy, a pesar de no haber permitido aparcar dirigibles.

WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBluesky