John Jacob Astor pasó a la historia por convertirse en el primer multimillonario de Estados Unidos. Inmigrante alemán llegado a América en el siglo XVIII, comenzó su fortuna con el negocio de las pieles, y desde ahí llegó a conquistar Manhattan. Acumuló una riqueza sin precedentes a principios del siglo XIX, alcanzando un poder financiero que redefinió la economía estadounidense, y además cimentó el estatus de su familia entre las elítes más influyentes del planeta.
La vida de Astor fue de auténtica película. Nació en Walldorf, Alemania, en 1763, con el nombre de Johann Jakob Astor. Siendo el hijo pequeño, empezó a trabajar desde niño. Primero en la carnicería de su padre, y después vendiendo productos lácteos. Y con tan solo 16 años se marchó a Londres, a trabajar en la empresa de pianos y flautas de su tío. Una experiencia que le sirvió para aprender inglés y anglicanizar su nombre, convirtiéndose en John Jacob Astor.
En 1783, tras el final de la guerra de la independencia, se fue a Estados Unidos. En Nueva York su hermano tenía una carnicería, siguiendo la tradición familiar, y su plan era trabajar allí. Pero en el viaje conoce a un comerciante de pieles, que le inspira para unirse a ese negocio. Con el dinero que gana en la carnicería, empieza a comprar pieles crudas a los nativos americanos, que después él mismo trataba y preparaba, para revenderlas en Londres, donde lograba grandes ganancias.
Para finales de esa década, abría su propia tienda de artículos de piel en Nueva York, donde además también ejercía de agente comercial para los instrumentos musicales de su tío.
América era un lugar vibrante para los negocios en aquel tiempo. El Tratado de Jay, entre Inglaterra y Estados Unidos, abrió nuevos mercados en Canadá y en la región de los grandes lagos. Astor firma un contrato con la Compañía del Noroeste, rival de la mítica Compañía de la Bahía de Hudson, y perfeccionó el sistema que enviaba las pieles de Montreal a Nueva York y de ahí a Europa.
El negocio del opio
Para finales del siglo ya era una de las figuras más importantes del negocio de las pieles, y contaba con una fortuna de 250.000 dólares. Sus comerciales eran famosos por lo despiadados que eran con la competencia y por llegar incluso hasta el oeste de Canadá. En 1800, siguiendo los pasos de otros pioneros, Astor comenzó a negociar con China, principalmente con opio, pero también con pieles, tés y sándalo. Los beneficios eran enormes.
Con la anuencia del presidente Thomas Jefferson, estableció un puesto comercial en el río Columbia, que se convirtió en la primera comunidad de los Estados Unidos en la costa del Pacífico. Astor financió la expedición por tierra que acabaría descubriendo el Paso Sur, a través del cual cientos de miles de colonos cruzaron las Montañas Rocosas para conquistar Oregón, California y los territorios mormones.
El negocio de pieles vive una época de esplendor a partir de 1817, tras unos años complicados, gracias a una ley proteccionista aprobada por el Congreso de Estados Unidos, y que prohibía a los comerciantes extranjeros actuar en el país. Poseedor casi de un monopolio, las conexiones comerciales de Astor se extendieron por todo el mundo, y sus barcos surcaban todos los mares.
Riqueza inmobiliaria
Paralelamente, desde 1799, impulsado por los beneficios del comercio con China, empieza a invertir en inmuebles. Era sistemático, ambicioso y calculador. Estaba pendiente de viviendas o terrenos con dueños en dificultades y los adquiría a precios muy bajos. Uno de los casos más conocidos es el de Aaron Burr, vicepresidente de los Estados Unidos, que tuvo que vender de urgencia todas sus propiedades para poder huir a Europa,después de herir mortalmente a Alexander Hamilton en un duelo con pistolas, tras años de desavenencias. Para Astor fue una auténtica ganga.
Auténtico visionario, a partir de 1830 Astor prevé que el siguiente gran negocio será la construcción de Nueva York, que pronto se convertiría en una de las ciudades más grandes del mundo. Vendió todas sus empresas y reinvirtió todo su dinero en la compra de grandes extensiones de terreno en Manhattan, más allá de los límites de la ciudad.
Su predicción fue acertada, ya que la ciudad empezó a crecer a un ritmo endiablado hacia el norte de la isla, y sus terrenos se revalorizaron infinitamente. Rara vez se dedicó a la construcción en sus terrenos, prefiriendo alquilarlo para que fuesen otros los que lo explotasen.
Llegado el momento, se dedicó a vivir de las rentas, pasando el resto de sus días convertido en uno de los principales mecenas de la cultura de la época, impulsando, entre otras cosas, la que acabaría siendo la Biblioteca de Nueva York. De hecho, uno de los leones que presiden la entrada se conoció durante muchas décadas como Leo Astor y posteriormente como Lord Astor.
El legado
En el momento de su muerte, en 1848, contaba con una fortuna de 20 millones de dólares. Era el equivalente al 0,9% del PIB de Estados Unidos. Equivaldría a unos 120.000 millones actuales, lo que le convierte en una de las personas más ricas de la historia del país.
Aunque él nunca llegó a encajar bien en los ambientes más elitistas de la ciudad, por sus escasos modales y su fuerte acento alemán, sí que abrió las puertas de la alta sociedad a sus hijos. Fueron sus descendientes los que mejor supieron hacerse con el poder a través del dinero, y marcar el destino de la ciudad de Nueva York.
El nombre de Astor sigue vigente en nuestros días, gracias al barrio de Astoria, en Queens; o la ciudad de Astoria, en Oregón; junto con las numerosas calles, parques y barrios que heredaron su nombre en su honor.