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Así fueron las primeras elecciones de EEUU: Una chapuza en la que solo votó el 2% de la población

¿Quién no ha confundido Nueva York con la capital de Estados Unidos? Es tan grande su fama que al final tiene hasta el título de capital del mundo. El fallo tiene hasta su explicación histórica, y es que, durante casi 5 años, la ciudad de los rascacielos fue la capital del país. Hablamos del siglo XVIII y de la época de las colonias.

En aquel tiempo, Nueva York fue protagonista directo de las elecciones más chapuceras de la historia de EEUU. Aunque merece la pena insistir en que fueron las primeras. Ocurrió en 1788, y solo votaron 10 de los 13 estados originales (hoy son 50). Y solo participó el 2% de la población.

No tiene sentido compararlas con las de hoy en día, convertidas en uno de los mayores espectáculos del mundo, a términos de audiencia y de show. Las de 1788 no tuvieron nada que ver.

Hoy, las elecciones estadounidenses se han profesionalizado a un nivel nunca visto, en el que todo el mundo conoce las reglas a la perfección, hay centenares de encuestas que indican si tal o cual anuncio o evento ha movido votos o qué perfil de votantes se pueden convencer todavía, los medios están meses hablando únicamente del tema, y hay tanto dinero disponible que nadie se va a quedar sin oír a los candidatos por falta de recursos.

Pero en aquel momento todo estaba en pañales: el país no tenía una capital fija, no tenía claro ni siquiera el número de estados miembro, nunca había puesto en práctica el sistema político que acababan de diseñar y nadie sabía cómo funcionaría o qué podía pasar. De hecho, la constitución acababa de ser ratificada por 9 estados, el mínimo requerido, en junio. Y en septiembre, el Congreso constituyente aprobó una ley para regular las elecciones que se harían inmediatamente, sin casi tiempo para prepararlas.

Cómo designar a los delegados

La sensación es que aquellas primeras elecciones fueron casi improvisadas. Nadie sabía cómo iba a funcionar todo aquello. Para empezar, la Constitución había creado el sistema de delegados presidenciales y había fijado la proporción que le correspondería a cada estado, pero había dejado plenos poderes a los parlamentos estatales para que decidieran cómo designar a esos delegados. Y en esas que Nueva York se encontró con un problema: el Parlamento y el Senado estatales tenían mayorías enfrentadas, entre los que estaban a favor de la constitución que se acababa de aprobar y los que no.

Ambas cámaras tenían que ponerse ahora de acuerdo para decidir como designar a sus delegados. Y no lo hicieron: cuando llegó el día límite para que los delegados votaran, todavía no habían aprobado la ley para decidir cómo elegirlos. Así que Nueva York, uno de los 13 estados fundacionales del país, mandó 16 abstenciones a la primera votación presidencial. Pero no fue el único: Carolina del Norte y Rhode Island no habían llegado a tiempo de ratificar la constitución, así que tampoco pudieron votar, porque técnicamente no formaban parte aún del país. Así que, de las 13 colonias famosas, solo 10 votaron en las primeras elecciones.

Y esos 10 Estados tampoco votaron como se hace ahora. No solo era que el derecho al voto estaba limitado a los hombres, y en algunos casos solo a los que tuvieran un cierto nivel de riqueza. Además, los estados implantaron sistemas electorales completamente distintos. Dos de ellos, Pensilvania y Maryland, pusieron en marcha el mismo sistema que se viene usando hoy, de dar todos los delegados al partido más votado. Otros dos, Virginia y Delaware, dividieron al estado por circunscripciones para elegir a un delegado en cada una, como hacen Maine y Nebraska ahora. Pero en otros cuatro ni se votó: el parlamento estatal seleccionó a los delegados a dedo. Y en Massachussets y New Hampshire hicieron una mezcla: los votantes hacían una criba inicial, y el parlamento designaba a los ganadores de entre la veintena de candidatos más votados.

Entre unas cosas y otras, entonces, ¿cuántas personas votaron? Pues una cantidad minúscula de gente, el 2% de la población. En Delaware, por ejemplo, solo votaron 685 de las más de 45.000 personas que vivían allí entonces. Y en Virginia solo votaron 4.000 personas del medio millón de habitantes, aunque claro, la mitad de ese medio millón eran esclavos negros, y esos no se consideraban seres humanos en la ley de entonces.

El presidente Washington

Solo había una cosa que estaba clara: que el primer presidente de EEUU iba a ser George Washington. Los primeros comicios casi era una cuestión de cómo le iban a dar el poder. Porque había sido el comandante en jefe del ejército revolucionario que luchó contra el Reino Unido y había presidido la Convención Constituyente que acababa de redactar la nueva Carta Magna. Básicamente todo el mundo en la esfera política estaba de acuerdo en que él tenía que ser el que pilotara este nuevo sistema.

Hasta tal punto llegaba ese acuerdo que incluso los delegados que se declaraban en contra de la nueva constitución acabaron votándole para presidente. Era un poco lentejas: los pocos que pudieron votar podían elegir entre delegados a favor de Washington y delegados en contra de Washington pero que le iban a votar igual. Como elección, la verdad es que tampoco estuvo tan competida.

Además, el sistema de delegados era complejísimo y se había inventado para quitarle un poco el poder a los ciudadanos. Para que no votaran a la persona equivocada, ya estarían los delegados para convertir el voto de los ciudadanos en lo que ellos consideraran conveniente.

El monte Rushmore
El Monte Rushmore. | Imagen: Wikipedia

La duda estaba en quién iba a ser el vicepresidente, que era una carrera abierta. Hubo 11 candidatos a presidente, incluido un 'antisistema' el gobernador de Nueva York, George Clinton (no, no es un familiar de quién estáis pensando). Porque, aunque todos tenían claro quién iba a ser presidente, nadie tenía ni idea de quién debía ser el vicepresidente. Así que empezaron a salir candidatos de debajo de las piedras para ese puesto.

Por entonces los delegados no votaban como ahora, tampoco. Ahora votan a uno específicamente para presidente y a otro para vicepresidente. Pero en las primeras elecciones, cada delegado votaba a dos candidatos a presidente. Y entre los que sumaran al menos la mayoría absoluta, el que más votos tuviera saldría elegido presidente, y el siguiente candidato más votado, tuviera mayoría o no, sería vicepresidente. Y como cada delegado votaba a cientos de kilómetros de los demás y sin tener ni idea de lo que estaban votando el resto, sin telégrafo ni nada, pues era imposible coordinarse y lo más probable era que el candidato del grupo mayoritario saliera elegido presidente, y el del grupo minoritario saliera vice. Imagínate esos gobiernos Trump-Clinton o Biden-Trump.

Al final, llegó el día de votar al nuevo presidente. El 4 de febrero de 1789, los 69 delegados que habían sido elegidos en esos 10 estados votaron. Washington ganó de calle, con los 69 votos, vamos, por unanimidad. Pero para el vicepresidente se armó una buena: 10 nombres distintos. Cada uno votaba básicamente a su estadista favorito de la Guerra de Independencia, que había donde elegir. John Adams, al final, acabó como el segundo más votado con 34 votos.

Presidente y vicepresidente

La forma de elección de presidente y vicepresidente trajo más problemas en el futuro. En 1800, las elecciones las ganó el Partido Demócrata-Republicano de Thomas Jefferson, antes del divorcio que sacudiría la política del país. En aquel ticket iba con Aaron Burr de candidato a vicepresidente. Los delegados del partido victorioso le dieron sus 73 votos a los dos candidatos de su partido... y se encontraron con un empate a 73 votos entre Jefferson y Burr. La Cámara de Representantes tenía que desempatar, y tardaron una semana entera y 35 votaciones en decidir que, como habían planeado desde un principio, Jefferson sería presidente y Burr, vice. Desde entonces, una reforma constitucional ha dejado claro que los dos cargos se votan por separado, para no tener que repetir esto cada año.

Parecía que ya estaba todo, pero no, faltaba un último obstáculo: el transporte. Todavía había que contar los votos en la sesión de investidura. Esa sesión se iba a convocar el 5 de marzo, todo dos meses más tarde de lo que se hace ahora, si recordamos el famoso asalto al Capitolio del 6 de enero de 2020. Pero, cuando los primeros dos o tres diputados llegaron a Nueva York, donde se iba a reunir el primer Congreso para nombrar al presidente, fijar una capital, ordenar la construcción de un edificio propio y empezar a fijar las leyes básicas para regular al país, se encontraron con que ahí no había nadie.

Casa de George Washington en Virginia
La casa de George Washington en Virginia.

Resulta que casi todos los diputados y los senadores estaban todavía de camino desde sus casas: Georgia y Connecticut, por decir dos sitios, estaban en el decimoséptimo pino, y entre que hacían la maleta, viajaban, buscaban una residencia en Nueva York y tal, tardaron meses en llegar. Por no estar, no estaban ni siquiera los diputados de Nueva York, porque el parlamento estatal había estado hasta finales de febrero peleándose sobre la ley electoral, y las elecciones las convocaron finalmente para el mismo día en que tenía que haberse inaugurado la legislatura.

Un mes entero estuvieron mano sobre mano los pocos diputados y senadores que iban llegando a Nueva York para nombrar al presidente, hasta que finalmente el 6 de abril se logró el éxito: por fin se habían reunido al menos la mitad de los diputados y los senadores, y por fin pudieron realizar la sesión de investidura bajo mínimos. Por suerte no hubo ningún problema con el recuento, y 8 días después le llegó a Washington una carta a su casa en Virginia, que está a 5 horas en coche, pero a 4 días enteros andando. Y otras dos semanas tardó el flamante presidente electo en llegar a Nueva York, distraído entre fiestas y homenajes por todas las ciudades que pasaba anunciando que iba a ser el nuevo presidente. Finalmente pudo jurar el cargo el 30 de abril, casi dos meses después de que empezara su mandato, en el Ayuntamiento de Nueva York y ante el presidente del tribunal supremo local de Nueva York, un poco aquí te pillo aquí te mato, porque todavía no había ni Capitolio, ni jueces del Tribunal Supremo nacional, ni nada.

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