Opinión

Sánchez subirá impuestos pese a que la legislatura se complica

Aragonés, Díaz y Sánchez, en la “La muerte de San Pedro mártir”, de Berruguete.

Pedro Sánchez se mira a menudo en el espejo de su amigo el primer ministro de Portugal, Antonio Costa, que el pasado fin de semana logró una gran victoria en las urnas, gracias a una política centrista, alejada de los extremismos. Con la salida de Iván Redondo, su mano derecha y el muñidor del plan ideológico es el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, quien está convencido de que ante el escoramiento de Casado a la derecha para contrarrestar a Vox, su destino es ofrecer una imagen política de moderación.

En estos días se ha pasado del no a la guerra de la etapa Zapatero al apoyo a pies juntillas de la política intervencionistas en Ucrania del secretario de Estado norteamericano, Anthony Blinken, expresado tanto por el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, como por la titular de Defensa, Margarita Robles, para intentar arreglar las relaciones con Marruecos, entre otras cosas. También sorprendió la visita de Sánchez en persona al presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Omella, para solventar el asunto de las inmatriculaciones de la Iglesia por parte de un Ejecutivo laico.

Para lograr sus objetivos, la coalición de Gobierno aplica la fórmula de la geometría variable. A Sánchez le da igual pactar a derecha ó a izquierda, con nacionalistas ó con independentistas, con tal de mantenerse en el poder y sacar adelante sus normas y decretos. Es lo que se llamaría un político flexible. Lo hemos visto en la reforma laboral. Se pasó de intentar un pacto con sus socios de ERC, PNV ó Bildu a atraer el voto del Ciudadanos de Inés Arrimadas para acabar en el lecho envenenado de Unión del Pueblo Navarro (UPN).

El presidente ya no puede confiar en la  geometría variable de Bolaños para seguir en el poder

A su vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, le ocurre igual. Sus huestes mantienen la boca cerrada pese a que la luz sigue disparada ó los combustibles baten récord. La semana pasada despachó la polémica sobre el repentino atlantismo de Sánchez en el conflicto de Ucrania con un discreto comentario: "la política exterior la marca el presidente". Y después tragó con Ciudadanos, al que considera una calcomanía de la derecha, con tal de sacar la reforma laboral. No está mal, la carrera de cesiones que lleva para ser la lideresa de un partido de la izquierda radical.

Su famosa frase, de la que ha hecho ya un lema de vida, "Yo no me levanto de una mesa de negociación hasta conseguir un acuerdo", ha fallado estrepitosamente en esta ocasión, al no lograr arrancar ni siquiera la abstención de sus socios de ERC ó de EH Bildu. Son los riesgos de acostarse con unos y levantarse con otros.

No creo, sin embargo, que la reforma laboral, en el caso de que salga adelante, rompa las frágiles costuras de la relación con socios como Pere Aragonés. Los catalanes necesitan que socialistas y comunistas sigan al frente del Ejecutivo para poder disfrutar de sus prebendas y evitar así a toda costa la llegada del tándem PP-Vox, que acabaría de un plumazo con todos los privilegios actuales.

Pero es obvio que la fórmula de la geometría variable no es infalible. Tiene graves riesgos de que todo se vaya al garete, como estuvo a punta de pasar este jueves, cuando la reforma laboral se aprobó de chiripa gracias al voto erróneo de un diputado del PP.

Todo seguirá igual con o sin reforma. Sánchez se siente inexpugnable con los datos de empleo

En el bando socialista, el sentimiento era de euforia antes de la votación en el Congreso. Con los Presupuestos generales y la reforma laboral convalidadas en el Parlamento hay gasolina suficiente para acabar la legislatura y presentarse ante Europa con los deberes hechos para continuar recibiendo los fondos Next Generation.

¿Y qué pasaría si la Mesa del Congreso ó el Constitucional tumban la reforma? La hoja de ruta no variará, aunque habrá que estar más atentos a los movimientos internos en previsión de que ocurra como en Portugal, donde Costa tuvo que adelantar las elecciones por la deserción de su socio de Gobierno.

"Si Sánchez ha salido indemne de una de las mayores pandemias de la historia, con unos magníficos datos de empleo, no lo va a achantar la reforma del mercado laboral", se piensa en Moncloa. De momento es inexpugnable. Pero la legislatura acaba de superar su ecuador y el camino hasta las elecciones será cuesta arriba porque estará salpicado de intereses partidistas de la amalgama de sus socios.

La probable subida de los tipos de interés en este año, como apuntó también este jueves la presidenta del BCE, Christine Lagarde, frenará la actividad económica y dificultará la supresión de los mecanismos de apoyo a las empresas como los créditos ICO ó la prórroga a los concursos.

La financiación de la deuda, en el 120 por ciento del PIB, se encarecerá, aunque el secretario general del Tesoro, Carlos Cuerpo, prevé que apenas tenga impacto este año, gracias a que se aprovechó la política de tipos cero para alargar las nuevas emisiones de deuda.

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, prometió reformar la financiación autonómica. Pero dentro del Gobierno comienzan a dar largas a la propuesta, como ya hizo el ex ministro Cristóbal Montoro durante los gobiernos del PP. "Si no nos hemos puesto de acuerdo con las autonomías para decidir si hay que llevar mascarilla por la calle, cómo vamos a hacerlo sobre la financiación en medio del sudoku de comicios autonómicos que viene", reflexionan en medios oficiales.

La otra asignatura pendiente es la subida de impuestos que viene. En España, la recaudación fiscal de los diferentes tributos representa el 34,7 por ciento del PIB, frente al 38,7 por ciento en Europa, es decir cuatro puntos menos. Por eso Montero y Díaz aseguran que hay margen para subir los impuestos.

Pero el dato ofrece una visión errónea, porque nuestro país tiene el 22 por ciento de su economía en negro, el doble que Europa, lo que quiere decir que sólo el 78 por ciento de la población pagamos tributos, frente al 87 por ciento del resto del continente.

De este modo, la presión fiscal efectiva de los que abonan sus impuestos sube al 44,5 por ciento, igual porcentaje que la UE, según un oportuno estudio presentado este lunes por el Instituto de Estudios Económicos (IEE). Por ello, si hablamos del esfuerzo fiscal de cada ciudadano, ajustado a su renta per cápita, es superior en seis puntos al de los miembros de la UE.

Las cifras empeoran cuando se mide la presión fiscal de las empresas. En España, su contribución alcanza el 11,1 por ciento del PIB frente al 9,6 por ciento de la UE. De nuevo, si quitamos la economía sumergida, la presión fiscal efectiva es más de tres puntos superior a la europea.

Montero encargó un estudio a una comisión de expertos hecha a su media, que deberá dar a conocer sus conclusiones en las próximas semanas. El presidente está preparando para el terreno para el impuestazo con términos como que ésta es "la legislatura de la creación de empleo" (ya mostramos que no es así, la mitad del empleo nuevo es público) ó el conocido estribillo sobre "la recuperación justa".

Sus socios de Podemos se adelantaron con una proposición no de ley para incrementar los impuestos en 50.000 millones, sobre todo a los que ellos denominan ricos, a partir de 120.000 euros de ingresos brutos anuales.

Montero y Díaz están también unidas en imponer la armonización fiscal a las autonomías y acabar con las excenciones a los impuestos de Patrimonio ó donaciones y sucesiones, implantados por algunos gobiernos del PP como los de Madrid ó Andalucía. El ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, además está empeñado en subir las cotizaciones sociales.

Si tuvieran dos dedos de frente, ante el empeoramiento de circunstancias como la inflación, que empieza a extenderse a todos los ámbitos de la economía (la tasa subyacente sin petróleo y alimentos frescos alcanza ya el 2,4 por ciento), o el deterioro del crecimiento (acabó el año pasado 1,5 puntos por debajo de su previsión), lo lógico sería plantear un recorte de tributos para impulsar la actividad, como ha hecho el referente de Sánchez, el primer ministro portugués.

O, por lo menos, posponer la iniciativa hasta que se aclare la situación. Pero no se van a echarse atrás. La imagen de moderación política que vende Bolaños es falsa en materia tributaria. La única esperanza que cabe es que la geometría variable con socios como el PNV ó ERC falle de nuevo y todo acabe en agua de borrajas.

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