
El mismo gobierno que ha hecho lema y principio de su acción legislativa eso de que no hay que legislar en caliente no ha tardado ni quince días en hacer el nuevo decreto de reforma del impuesto de la plusvalía municipal demostrando, una vez más, que para el sanchismo gobernante y sus aliados lo que no se puede hacer para reformar y reforzar la seguridad, la dignidad, la vida y el derecho a la propiedad de los ciudadanos, cuando se trata de desvalijar el bolsillo de los contribuyentes se legisla no ya en caliente sino hirviendo y escaldando.
Premura y agilidad que parece poner de manifiesto que, como sospechan muchos españoles, a este gobierno que sólo sabe hacer políticas recaudatorias pero que es incapaz de crear riqueza y puestos de trabajo, le importa y le preocupa más esquilmar al ciudadano que poner los medios legales y policiales para impedir las violaciones, la ocupación, la inmigración ilegal, la violencia de género, la discriminación y el acoso por motivos ideológicos y lingüísticos, o los crímenes aberrantes e indignantes como el del niño de nueve años en Lardero por excarcelaciones o concesiones del tercer grado a presos sin reinsertar en contra del criterio de la Junta de Tratamiento de la cárcel.
Una reforma la de las plusvalías que, tanto los expertos en derecho como la Asociación de Técnicos de Hacienda (Gestha) consideran de dudosa constitucionalidad porque no se puede regular un impuesto por decreto y con el agravante, además, de que el apaño improvisado por el Ministerio de Hacienda haya sido publicado en el BOE antes incluso que la sentencia del Constitucional que declaraba la nulidad del cálculo del impuesto.
Y mientras tanto Sánchez sigue divulgando ese cuento cruel de las "Navidades de la recuperación" haciendo oídos sordos al último varapalo de Bruselas que rebaja en más de un punto y medio, del 6,2 por ciento al 4,6 por ciento las previsiones de crecimiento de la economía española para este año, lo que convierte en papel mojado la ficción de unos Presupuestos Generales del Estado fraudulentos para el año próximo, al tiempo que nos ha llevado de liderar el crecimiento de la Unión Europea a retroceder en sólo seis meses hasta el puesto 17 entre los 27 estados miembros, además de ser el último país en volver a los niveles de 2019 y el último también en crecimiento de la OCDE.
Previsión a la baja que coincide con las anteriormente realizadas por la propia OCDE, el Banco de España, y la mayoría de los organismos y analistas nacionales e internacionales, a los que se ha sumado también ahora Axesor Rating rebajando hasta el 4,7 por ciento la previsión de crecimiento para España. Esto es 1,4 puntos menos que lo esperado en septiembre, consecuencia del incremento del precio de la energía y de los carburantes junto con la escasez de materias primas y está provocando una caída del consumo y el aplazamiento de compras ligadas a la Navidad.
Todo ello en un contexto en el que los salarios pactados en convenio han subido una media del 1,55 por ciento hasta octubre con datos del Ministerio de Trabajo, muy por debajo del 5,4 por ciento de incremento de los precios, con más de cuatro millones de parados reales, un déficit en torno al 8 por ciento, una deuda pública que se instalará claramente por encima del 120 por ciento, caída de las inversiones extranjeras por la falta de seguridad jurídica y un sector exterior que empieza a notar el impacto de la escasez de suministros. Y eso sin contar las repercusiones negativas para el empleo y el consumo que se puedan derivar de las subidas de impuestos y de las reformas laboral y de pensiones.
Estas son las Navidades que, salvo milagros, que no existen, nos aguardan. Unas Navidades frías y no las de la recuperación que vende Sánchez. Que como decía el inmortal Lope de Vega "no hay tan diestra mentira que no se venga a saber". O a sufrir si nos atenemos a lo que nos viene encima.