Opinión

La energía que da alas a la inflación

¿Dan alas las políticas monetarias expansivas al monstruo de la inflación?

El precio mayorista de la electricidad sigue al alza de forma imparable, batiendo nuevos récords en un contexto donde los agentes económicos perciben que las medidas del Gobierno para contener la escalada del precio no están siendo eficaces, así como el anuncio de que estos precios seguirán creciendo hasta mediados del año que viene. Pero la electricidad y los combustibles son una parte fundamental en la cesta de consumo de los ciudadanos mientras que se nos anima a caminar por una senda verde de transición ecológica que está llena de buenas intenciones mientras nos vacía los bolsillos en silencio.

La inflación interanual del mes de agosto se podría situar en el 3,3% según el IPCA adelantado que nos suministra el INE y de cumplirse el dato, estaríamos encadenando 6 meses al alza desde el mes de febrero que se situó en el 0,0%, siendo lo más significativo que se trata de un valor que no habíamos visto desde hace casi 9 años y que viene protagonizado por el encarecimiento del precio de la energía, aunque no creo que esté descubriendo nada nuevo a estas alturas.

De igual forma, la inflación subyacente también sigue su senda alcista aunque de forma más moderada hasta el 0,7% y que, sin ser elevada, muestra que la subida del nivel generalizado de los precios puede ser sólida, confirmando una tendencia alcista que la mayoría de los expertos pronosticaban hace tiempo y que, con bastante probabilidad, seguirá creciendo en los próximos meses al igual que se espera que la inflación de la eurozona, que alcanzó niveles del 2,2% en julio siendo los máximos de los últimos 3 años, también aumenten en agosto. De hecho, cuando Christine Lagarde anunció hace unos meses atrás un proceso de revisión estratégica por el que el BCE iba a dar un giro acomodaticio a la política monetaria expansiva para ser muy flexibles y no caer en la ilusión de que se ha alcanzado la plena recuperación de esta crisis, quizás estuviese pensando en nuestro país y seguro que tenía claro que vamos a tener que lidiar con el problema de la inflación durante un periodo de tiempo prolongado.

Y en esa línea, lo que la gobernadora del BCE nos vino a decir es que, como sabe que la inflación en la eurozona va a superar la línea roja del 2% a partir de la cual se deberían disparar todas las alarmas así como los mecanismos para atajarla de forma automática, lo que conlleva tapering y subida de tipos, el regulador de nuestra política monetaria, va a mirar hacia otro lado como si no ocurriese nada, lo que vulgarmente se llama "hacerse el tonto" y saltarse una vez más las sagradas reglas de las escrituras de la unión monetaria.

En el mundo de los gobernantes algunos cambian sus políticas para defender los principios básicos sobre los que se apoyan y otros cambian los principios para defender sus políticas y este es el caso que nos ocupa ya que las herramientas para combatir la inflación son de sobra conocidas. Tras 23 años de existencia del BCE donde una de sus funciones es la de ser el centinela de la inflación que debe actuar si atraviesa la línea roja, se nos dice que ahora la mejor forma de mantener la estabilidad de precios es no controlarla estrechamente y esperar, ya que el objetivo del 2% de inflación es a medio plazo y simétrico, por tanto, podemos tener desviaciones positivas o negativas, ambas indeseadas. Y como el objetivo es ahora a medio plazo, mientras estas desviaciones sean transitorias serán aceptadas sin que nadie mueva un solo dedo. Un poco más tarde, fruto del más puro azar, el BCE declaraba que la inflación en la eurozona por encima del objetivo era temporal, casualidades de la vida. Es como si entra un desconocido en casa, forzando la puerta y en vez de llamar a la policía, esperamos a ver si nos roba o no de forma transitoria, porque la clave está en si nos roba a medio plazo no en una sola ocasión.

Y tras palabras tan grandilocuentes y vagas como la nueva estrategia de la política monetaria o el concepto de medio plazo que nadie sabe definir de forma concreta, pues es un artilugio para fijar cualquier objetivo en un momento indefinido del tiempo y poder acomodarlo conforme surjan los acontecimientos, el BCE no hace más que intentar retrasar lo inevitable, además de blanquear los efectos secundarios de sus políticas pues la principal causa de esta inflación, aunque no es la única, es la política monetaria expansiva que ya no tiene más margen de maniobra. Y si hablamos del precio de la electricidad como principal causante de los datos que nos atañen ahora, el aumento de precios de los derechos de emisión de CO2 impulsado desde la UE también está en la jugada.

No vamos a sufrir hiperinflación, no es lo preocupante, pero fijar un objetivo tiene como función mantener controladas las expectativas de los agentes económicos sobre la evolución del nivel de precios, permitiendo que la inflación se mantenga baja y la economía siga creciendo a largo plazo. Si los agentes económicos pierden la confianza en las expectativas de inflación y observan que el regulador de la oferta monetaria incumple sus propias reglas, se estará liberando al monstruo de la inflación entrando en una espiral de aumentos irracionales de los precios de la que será difícil salir, con el grave perjuicio de este impuesto silencioso sobre las clases medias, los ahorradores y los más vulnerables a los que se supone que se pretende proteger con el manido término del escudo social. Además, la pérdida de confianza de los agentes económicos pondrá en marcha decisiones que pueden llegar a ser irracionales de modo que en vez de decidir invertir el dinero en actividades productivas que apalanquen crecimiento económico y riqueza, lo harán en activos reales no productivos, a sabiendas de que se van a revalorizar con la inflación sin hacer nada, lo que puede llevar a nueva burbuja especulativa como ya sufrimos en el pasado con el sector inmobiliario con las graves consecuencias que ya conocemos y añadir más leña al fuego de la inflación aunque la realidad es que este fenómeno siempre le viene de perlas a la deuda soberana.

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