
Los españoles veníamos imaginando que las jubilaciones había que pagarlas con dinero. Escrivá, ministro de Seguridad Social y de otros asuntos –inclusión y migraciones- ha revelado el secreto de su reforma de las pensiones: o todos pagamos más o algunos cobrarán menos. Esta audacia, sintetizada así, en tan clara disyuntiva, no es cosa de cualquier mente o de cualquier equipo técnico. Porque no todo el mundo puede concebir con acierto una reforma financiera que consista en ese planteamiento: o me dais más dinero o voy a tener que pagaros menos. No extraña a nadie que el señor Escrivá sea economista. Así ya se puede. Conocedor de los secretos financieros, después de estudios y análisis, tras el esfuerzo de su gabinete y poniendo al servicio del país todos sus conocimientos, el ministro nos ha dicho algo que no podíamos ni siquiera imaginar: o se consigue más dinero o se va a cobrar menos.
Esto ya venía pasando en las fruterías y algunos autónomos lo tenían por seguro: o entraban más ingresos o no podrían pagar sus gastos. Pero que el mismo principio sea aplicable a la Seguridad Social no nos lo habían dicho nunca. La diferencia sustantiva entre un caso y otro es que el ministro, cuando no tiene dinero, anuncia que hay que darle más y hasta puede meter la mano en nuestros bolsillos, pero los autónomos y empresas y asalariados cuando no tienen dinero, es que no lo tienen. Y cierran. O no pagan. O no comen. La pura sencillez de esta tesis permite comprobarla hasta con un ábaco.
Habíamos pensado que un ministro de Seguridad Social y de otros asuntos venía al Gobierno a arreglar las cuentas de la protección social. Y más allá de eso, el ministro ha identificado el problema y ha resuelto el enigma: o hay más dinero o se va a cobrar menos. Nadie podrá negar que no tiene en esto razón el señor ministro. Queda claro. Es así. O se tiene más dinero para pagar o se cobrará menos. Hasta ahí ha llegado el análisis y la reforma del sistema de pensiones español y la sustancia de los técnicos del ministerio. La destilación científica que el ministro nos ofrece es, por tanto, incontestable y desde luego cierta: o hay más o hay menos.
Pero esa idea, que es completamente lógica, no quieren entenderla algunas personas empeñadas en que un ministro de Seguridad Social y de otros asuntos no está para enunciar fundamentos de aritmética ni para resolver restas. Y esas personas se quedan tan tranquilas al opinar así, como si las palabras del ministro no fueran la quintaesencia de la verdad, una noción –la verdad- que el Gobierno utiliza con la distancia y el cuidado con el que se maneja el uranio 235. El señor Escrivá ha declarado formalmente que la seguridad social es como un puesto de melones: mientras haya melones, ahí se va tirando. Sin otras preocupaciones ni reformas. Y cuando no hay, es que se han acabado. Y ya se verá entonces: o se ponen más melones o se comerán menos.
También ha dicho el señor ministro que, para sanear las cuentas del sistema de pensiones existe la opción de trabajar más tiempo. Otra disyuntiva que nos ofrece Escrivá. O se cobra menos o se trabaja más. Pero aquí no se puede estar de acuerdo porque eso no es una alternativa, sino la misma cosa. Trabajar más tiempo es cobrar menos pensión porque se cobrará durante menos tiempo. A menos que vivamos cada vez más, que parece el verdadero plan del ministro: mantenernos vivos durante años, con pensión constantemente reducida durante años y pagando constantemente más durante años hasta morir sin pensión alguna. Parece una imagen del infierno pero es la imagen de un país que en lugar de reformar para todos las pensiones y salvar el sistema de protección, prefirió cuidar los votos a cuidar las cuentas.