Opinión

Original, fotocopia y marca

La ministra de Industria Reyes Maroto y el candidato socialista en el 4-M, Ángel Gabilondo

Entrados ya oficialmente en la campaña madrileña sorprenden poderosamente, por lo insólito, que los anuncios y promesas del candidato de la oposición mayoritaria coincidan casi milimétricamente con las decisiones y los logros del gobierno regional en la legislatura.

No subiré los impuestos, mantendré abiertos la hostelería y el comercio, continuaré y conservaré la actividad del hospital Isabel Zendal (al que tanto denostaron), respetaré la libertad de educación y proseguiré con una política económica que ha llevado a Madrid a convertirse en la locomotora económica de España, dice el candidato socialista Ángel Gabilondo. Y a la vista de este mimetismo uno no puede más que preguntarse ¿contra quien se presenta el aspirante, contra el actual Ejecutivo y el PP o contra él mismo, su jefe y el PSOE? ¿Porqué se enfrenta y vitupera a la presidenta Díaz Ayuso si todo lo ha hecho bien y él quiere hacer lo mismo? Y, sobre todo, si tenemos que elegir, ¿no será mejor el original que una mala fotocopia a la que, además, se le transparentan los antecedentes y contradicciones? Es lo que en el ámbito mercantil se conoce como el valor de la marca, es decir la cotización que ha adquirido un producto o servicio en el mercado por sus méritos y calidades.

El sentido común y la experiencia demuestran que, en política y en economía, como ocurre en todo en esta vida, quien mejor y con más eficacia hace las cosas y cumple las promesas es quién cree en ellas y ha demostrado que sabe hacerlas, y no el advenedizo o el converso, sobre todo si lo es por intereses y a la fuerza. Y qué de sabios es depositar la hacienda y la confianza en quien tiene una probada experiencia de gestión y un equipo competente, antes que quien ha sido censor y reventador de lo que pregona ahora y se mueve teledirigido por la sociedad Sánchez&Redondo Producciones cuyas políticas contrarias a lo que hoy proclama ha sido cómplice y representante.

El señor Gabilondo, que ha pasado de la metafísica al guiñol, es sólo la voz de su amo monclovita. El ventrílocuo de La Moncloa que es quién le ha hecho las candidaturas, le ha redactado el programa, el verdadero que no se corresponde con el que publica, y el que no tiene reparos en ningunearle y boicotearle anunciando subidas de impuestos a Madrid disfrazadas de armonización para dar gusto a sus aliados independentistas catalanes, secundado por su ministra de Hacienda. Y lo hacen con premeditación y sin escrúpulos como cuando dicen que el candidato Gabilondo tiene libertad para decir lo que le plazca, rememorando aquella frase histórica de que "los programas electorales se hacen para no cumplirlos" que pronunciara ese gran cínico que fue Tierno Galván.

Y ahí está también ese anuncio de una vicepresidencia económica en Madrid para la ministra de Industria, que también lo es del Turismo y Comercio, Reyes Maroto, que no ha dejado el Gobierno, por si acaso. La misma que une a su moderación en las formas su inoperancia en la gestión y que, recordemos, no hace mucho defendía subir los impuestos sobre el diésel y se pronunciaba en contra de bajar el IVA turístico en España. Eso y el anuncio de que nunca pactará con "este Pablo Iglesias", que suena a lo mismo que también expresara Pedro Sánchez cuando dijo que no podría dormir con Podemos en el Gobierno y ahora es su más ardiente compañero de cama y cometidos.

Como dice el refranero popular, "obras son amores y no buenas razones" o "por sus hechos los conoceréis" que explica el Evangelio. Y eso es algo que vale para todos, para todas y para "todes" que diría Irene Montero para recordarnos que todavía no existen vacunas contra la estulticia.

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