
En el mejor septiembre de la serie histórica, el paro registrado se redujo en 26.329 personas. Sin embargo, entre los menores de 25 años ha vuelto a incrementarse con 16.657 nuevos inscritos, enquistando el desempleo juvenil en nuestra economía y convirtiéndolo en un mal endémico contra el que es importante encontrar antídotos.
Porque en el terreno laboral los jóvenes son los más afectados por el desempleo, como ya ocurriera tras el estallido de la burbuja inmobiliaria que supuso el detonante de la anterior crisis económica.
En este contexto, de nuestro recientemente publicado "Informe sobre Jóvenes y mercado de trabajo en España" se desprende el elevado peso de la población joven con un bajo nivel educativo, que tiene como principal causa la tremenda tasa de abandono escolar temprano. Pero, además, nuestro estudio constata la existencia de unos menores niveles de competencias básicas entre los más jóvenes, independientemente de su nivel educativo y del entorno tan mutante que los rodea.
De ahí, la necesidad de continuar ahondando en el análisis de los factores que inciden en estos problemas, entre los que destaca la brecha existente entre la cualificación de los jóvenes y las demandas más frecuentes del mercado laboral. Y es que los contenidos que se imparten en colegios, institutos, centros de formación, universidades… deberían de ofrecer respuestas a las principales preguntas que surgen en el ecosistema empresarial.
La educación actual no ofrece respuestas a las necesidades de las empresas
En este sentido, es apremiante elevar el número de personas graduadas en Formación Profesional (FP), para lo que resultaría necesario tanto impulsar la elección educativa por estas enseñanzas como que una mayor proporción de alumnado las finalice, fortaleciendo el aprendizaje de los estudios profesionales en aras de hacerlo más eficiente, de calidad y adaptado al entorno productivo.
En paralelo, se requiere potenciar la formación profesional dual, lo que obliga a avanzar en un marco de referencia estandarizado para implantar los proyectos de FP dual de calidad en empresas y centros educativos con criterios de funcionalidad, eficiencia y eficacia.
Y, después de la situación parlamentaria de los últimos años, hay que reactivar las reformas normativas que se habían iniciado con el objetivo de impulsar la FP.
De igual modo, ante la concentración que se observa en determinadas familias profesionales, conviene indagar y actuar en las etapas educativas previas sobre las causas que inciden en la menor elección de determinados estudios de contenido científico y tecnológico, así como sobre los factores que contribuyen a reproducir la segregación y segmentación por sexo en la elección de los campos formativos.
Resulta imprescindible potenciar la formación profesional dual
En el ámbito de la educación universitaria, las Administraciones deben actuar cuanto antes para revertir la tendencia que se observa de descenso en el alumnado y para mejorar su rendimiento académico y las competencias transversales como elemento clave de la formación y la empleabilidad en este periodo que marca el fin del mundo analógico y el asentamiento del irrefrenable mundo digital.
Una era caracterizada por la revolución tecnológica y la invasión de los robots y las máquinas. Una era del todo conectado, de clics, likes y bits, de datos, pantallas e inteligencia artificial. Una era en la que, en definitiva, para reducir el paro juvenil hay que aumentar la proporción de graduados en carreras científicas y tecnológicas (STEM), que en España resulta ligeramente inferior que en el resto del club comunitario.
No menos relevante es fomentar una todavía insuficiente cooperación entre las universidades y las empresas para mejorar las competencias profesionales y la empleabilidad de los egresados universitarios. Al margen de la ausencia de estas sinergias, ¿cómo mejorar el sistema de becas y ayudas al estudio?, ¿por qué no reconocer que las medidas coyunturales de refuerzo recientemente adoptadas pueden ser un paso en la buena dirección?, ¿cuáles serían las claves para agilizar una reforma más estructural y estable de este sistema, máxime ante las consecuencias económicas, sociales y académicas de la pandemia?...
Pero más allá de acelerar el ritmo de creación de empleo, se precisa una revisión de la eficiencia de las vías de entrada al mercado laboral y de la capacidad de los mecanismos de mejora en el ajuste oferta-demanda para evitar, como otro efecto negativo de una temporalidad excesiva, que el paro juvenil sea más alto de manera estructural.
Por ello, planteamos una recuperación tras la actual crisis en dos etapas: en la primera daríamos un incentivo mayor a la conversión de contratos temporales para los jóvenes, sometido a acuerdos colectivos, de manera que se lograra una mayor estabilidad de partida de la población asalariada joven que la que había en 2019. En la segunda, impulsando una contratación inicial más estable -incluso modulando los requisitos para el acceso a financiación o recursos procedentes de los fondos para la reconstrucción-.
En paralelo, convendría realizar mayores esfuerzos en los ámbitos de la educación y la formación en lo relativo a integrar el emprendimiento dentro de las competencias básicas que debe asegurar el sistema. También resultaría positivo potenciar una mayor participación joven en el emprendimiento, en especial en el caso femenino, reforzando y desarrollando las medidas dirigidas específicamente a estos fines previstas en el Plan de Implantación de la Garantía Juvenil, así como en el Plan de Choque por el empleo joven.
Porque eso necesita España: inmunizar a sus jóvenes contra el virus del paro.