Opinión

Es hora de pensar en nuestros jóvenes

La tasa de desempleo juvenil española dobla la media de la UE

En todos los países, la tasa de desempleo juvenil, es decir la de la población activa menor de 25 años es superior a la tasa de paro del conjunto de la población. Esto se debe a que los jóvenes tienen más dificultades en acceder a un empleo, ya que, en general, están todavía en proceso de formación y carecen de la experiencia de los trabajadores que llevan años incorporados al mercado laboral. Esto ocurre en todos los países. Así, por ejemplo, en la Zona Euro la tasa de paro del conjunto de la población en 2018 se situó en el 8,2 por ciento, mientras que la tasa de desempleo juvenil ascendió a más del doble, al 16,9 por ciento.

La tasa de paro de la economía española siempre se ha situado por encima de la tasa media de los países de nuestro entorno. La única excepción fueron los años de la burbuja inmobiliaria, en los que puntualmente y de forma no sostenible se igualaron las tasas de paro española y europea. En la actualidad, y a pesar de cinco años ya de crecimiento continuado, la tasa de paro en España se sitúa en el 13,8 por ciento muy por encima del 7,4 por ciento en la Zona Euro. Es decir, a pesar del crecimiento económico y de la intensa creación de empleo, la tasa de paro en España está más de seis puntos por encima que la de los países de nuestro entorno. Y, lo que es más grave, todos los informes internacionales y nacionales estiman que la economía ya ha alcanzado, o incluso superado, su potencial. Dicho de otra forma, un desempleo del 14 por ciento es lo "normal" para España, mientras que, para el resto de Europa, una tasa "normal" de desempleo es la mitad.

Si esto es ya de por sí preocupante, lo es aún más que buena parte de este diferencial se debe a que el desempleo se concentra en la población menor de 25 años. Mientras la tasa de paro en la Eurozona, para este grupo de población, se situaba en 2018 ligeramente por debajo del 17 por ciento, en España, el desempleo juvenil doblaba esta cifra, con una tasa del 34,3 por ciento. Cómo puede apreciarse en el gráfico, este diferencial se abrió abruptamente durante la crisis económica y aún estamos lejos de cerrarlo. En el peor momento de la crisis, en la punta de desempleo en España, en el año 2013, la tasa desempleo juvenil superaba el 55 por ciento. Hoy, tras el intenso crecimiento económico y la fuerte creación de empleo que se inicia a partir de entonces, uno de cada tres jóvenes que quiere trabajar está parado en España. Es decir, a los jóvenes, la recuperación económica les está llegando más tarde, o no les está llegando.

Es preocupante que el desempleo 'normal' en España sea el doble que la medida de la UE

Por todo ello, no puede extrañarnos el descontento que, en materia social y política, vive una parte importante de nuestra juventud. El abstencionismo entre los jóvenes es mucho mayor qué entre las personas mayores, y, son los jóvenes los que concentran la mayor parte del voto que se dirige hacia los nuevos partidos. Con una tasa de paro tan elevada es muy difícil alcanzar una vida adulta plena, ya que hasta que no se obtiene un empleo estable sobre el que poder crecer personal y profesionalmente, es difícil integrarse completamente en la sociedad. A la alta tasa de paro hay que añadir una fuerte precariedad laboral, ya que son los jóvenes sobre los que se concentra la mayor parte de los contratos temporales. Hay toda una generación que llegó al mercado de trabajo en el comienzo de la crisis y que, diez años más tarde, sigue teniendo dificultades en conseguir un empleo y, sobre todo, un empleo estable. Es lógico pues, que no confíen en el sistema político y económico de una sociedad en la que no pueden integrarse plenamente.

Es imperativo que nos preguntemos qué podemos hacer para aliviar la situación de desempleo y precariedad de los menores de 25 años en España. Nuestro sistema laboral está construido de forma que, a medida que se va avanzando en edad, aumenta el aseguramiento de las rentas, lo cual tiene cierta lógica ya que, cuando se alcanza la madurez, se tienen mayores responsabilidades personales que en la juventud y, cuando se alcanza la edad de jubilación, no existe otra forma de obtener rentas que las derivadas de la propia pensión y del ahorro que se haya acumulado. Como hemos mencionado, los jóvenes tienen dificultades objetivas para obtener un puesto de trabajo estable, menor experiencia y, en muchas ocasiones, menor formación real, ya que, aunque sobre el papel puedan tener mayor titulación qué trabajadores de más edad, muchas veces sus conocimientos no tienen una aplicación directa en el mundo laboral. Por ello, para que se puedan compensar estas dificultades, tiene sentido la existencia de instrumentos que fomenten su contratación inicial como contratos especiales para la inserción de jóvenes en el mercado de trabajo o reducciones en los costes que suponen sus cotizaciones sociales.

Deben eliminarse la diferencias entre los contratos temporales y los indefinidos

Pero esto no es suficiente. Uno de los principales factores que explican la alta precariedad laboral de los jóvenes y su alta tasa de desempleo es la mayor estabilidad en el empleo de la que gozan los trabajadores de más edad y con empleo estable. El mercado de trabajo español, y ello, a pesar de la última reforma laboral, mantiene una clara distinción entre trabajadores contrato indefinido, cuya protección en el puesto de trabajo aumenta con el tiempo, y trabajadores temporales, normalmente jóvenes, cuyo coste de finalización del contrato es mucho más bajo. En consecuencia, en el momento en que llega una desaceleración económica o de crisis, los ajustes en los costes salariales se realizan mediante la no renovación de los contratos temporales. Dicho de otra forma, si el empresario tiene que reducir costes, la vía más fácil es reduciendo plantilla de contratos temporales, que son los que dan flexibilidad a la empresa, y no mediante un gran acuerdo salarial que permita mantener a la mayor parte de la plantilla. Esto es lo que diferencia a España de los países de nuestro entorno, en los que, ante una situación de recesión o desaceleración, los salarios se moderan mucho antes que en España y, al mismo tiempo, la reducción de plantillas es muy inferior. En España, como existe la "flexibilidad" que otorgan los contratos temporales, no existe incentivo a buscar otras vías de ajuste mientras el núcleo de trabajadores con contrato indefinido no se vea amenazado. Eso explica porque España es el país que más empleo destruye durante las recesiones, y el que más empleo crea durante las expansiones: mayoritariamente se destruye (y se crea) empleo temporal. Y ello hace que sean los más jóvenes los que sufren de manera más directa las consecuencias de la crisis económica, especialmente si ésta es larga.

Siendo ésta nuestra experiencia de las últimas décadas es el momento de contar con un marco laboral en el que no haya una diferenciación tan clara entre los contratos temporales y los indefinidos, que reparta un poco mejor el riesgo y que haga más fácil integración de los jóvenes en el mercado laboral. Algo de esto se inició en la última reforma laboral; pero dada la alta tasa de desempleo juvenil que todavía padecemos y el alto porcentaje de contratación temporal entre los jóvenes es el momento de llevar a cabo cambios más profundos.

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