Opinión

La etapa más traicionera de la epidemia

El presidente de EEUU Donald Trump y su equivocada presión a las farmacéuticas

Abril marcó la fase más dramática y, algunos dirían, peligrosa de la crisis del Covid-19 en Estados Unidos. Las muertes se disparaban; los cuerpos se apilaban en camiones refrigerados a las afueras de los hospitales de la ciudad de Nueva York, y los respiradores y el equipo de protección personal para los sanitarios escaseaban desesperadamente. La economía se despeñaba por un precipicio, con un desempleo que se elevaba al 14,7%.

Desde entonces, los suministros de equipo médico y de protección han mejorado. Los médicos tienen más claros los tratamientos para los pacientes. Hemos reconocido la importancia de proteger a las poblaciones vulnerables, incluidos los ancianos. Los infectados son ahora más jóvenes en promedio, lo que reduce aún más las muertes. Con la ayuda de la Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica contra el Coronavirus (CARES), la actividad económica se ha estabilizado, aunque a niveles más bajos. O eso nos dicen.

De hecho, la fase más peligrosa de la crisis en EEUU puede tener lugar ahora, y no la primavera pasada. Mientras que las tasas de mortalidad entre los infectados disminuyen gracias a un mejor tratamiento y un perfil de edad más favorable, las muertes siguen siendo aproximadamente 1.000 por día. Esto coincide con los niveles de principios de abril, lo que refleja el hecho de que el número de nuevos infectados es un 50% mayor.

Si la economía vuelve a caer no recibirá el apoyo monetario y fiscal de la primavera

La mortalidad, en cualquier caso, es sólo un aspecto del número de víctimas del virus. Muchos pacientes que superaron el Covid-19 continúan sufriendo problemas cardiovasculares crónicos y deterioro de la función mental. Si 40.000 casos al día es la nueva normalidad, entonces las implicaciones para la salud humana y el bienestar económico son verdaderamente nefastas.

Y, nos guste o no, todo indica que muchos estadounidenses, o al menos sus actuales líderes, están dispuestos a aceptar 40.000 nuevos casos y 1.000 muertes al día. Cada vez están más acostumbrados a tan negativas estadísticas. Se muestran hartos de los confinamientos y las restricciones. Usan sus mascarillas para hacer proclamas políticas.

Esta es también una fase más peligrosa para la economía. En marzo y abril, los políticos hicieron todo lo posible para detener la hemorragia económica. Pero habrá menos apoyo político ahora si la economía vuelve a deteriorarse. Aunque la Reserva Federal siempre podrá idear otro programa de compra de activos, ya ha bajado los tipos de interés a cero y ha adquiere una enorme cantidad de activos en su programa de compras masivas de deuda. Es por eso que los funcionarios de la Reserva Federal han estado presionando al Congreso y a la Casa Blanca para que actúen.

Desafortunadamente, el Congreso parece incapaz de replicar el consenso que permitió la aprobación de la Ley CARES a finales de marzo. El suplemento semanal de 600 dólares a las prestaciones por desempleo ya no está vigente. La retórica partidista del presidente Donald Trump y otros líderes republicanos en contra de las ciudades "gobernadas por los demócratas" implica que la ayuda a los gobiernos estatales y locales no está en la agenda.

Por consiguiente, si la economía se tambalea por segunda vez, ya sea por un estímulo fiscal inadecuado o por la temporada de gripe y una segunda ola de Covid-19, no recibirá el apoyo monetario y fiscal adicional que la protegió en la primavera.

La presión que Trump ejerce para lanzar una vacuna en octubre implica graves riesgos

La solución mágica con la que todos cuentan, por supuesto, es una vacuna. Esto, de hecho, es el peligro más grave de todos. Hay una alta probabilidad de que una vacuna sea lanzada al mercado a finales de octubre, a instancias de Trump, tanto si los ensayos clínicos de la fase 3 confirman su seguridad y eficacia como si no. Esta posibilidad evoca recuerdos de la vacuna contra la gripe porcina del presidente Gerald Ford, también lanzada en los prolegómenos de unas elecciones presidenciales, que dio lugar a casos de síndrome de Guillain-Barré y a múltiples muertes. Este episodio, junto con un documento científico fraudulento que relacionaba la vacunación con el autismo, ayudó mucho a crear las movilizaciones contra las vacunas que hoy en día presenciamos.

El peligro, pues, no son sólo los efectos secundarios de una vacuna defectuosa, sino también la resistencia generalizada del público incluso a un futuro fármaco que supere el ensayo clínico de fase 3 y cuente con el apoyo de la comunidad científica. Esto es especialmente preocupante en la medida en que el escepticismo sobre los méritos de la vacunación tiende a aumentar de todos modos tras una pandemia que las autoridades de salud pública, supuestamente competentes en tales asuntos, no lograron evitar.

Los estudios han demostrado que la experiencia de una pandemia afecta negativamente a la confianza en la seguridad de las vacunas y hace que los afectados no se sientan inclinados a medicar a sus hijos. Este es el caso específicamente de las personas que están en sus "años impresionables" (entre 18 y 25 años de edad) en el momento de la exposición, porque es a esta edad cuando se forman de forma duradera las actitudes sobre las políticas públicas, incluida la política sanitaria. Este mayor escepticismo sobre la vacunación, observado en diversos momentos y lugares, persistirá en el futuro.

La diferencia ahora es que Trump y su equipo, al hacer afirmaciones imprudentes y poco fiables, corren el riesgo de agravar el problema. Así pues, si no se toman medidas para tranquilizar al público sobre la independencia y fiabilidad de la investigación científica, sólo nos quedará la alternativa de la "inmunidad de grupo", que, dados los muchos trastornos secundarios conocidos y sospechados del Covid-19, implica grandes riesgos.

Todo esto sirve como una advertencia de que la fase más peligrosa de la crisis en EEUU, y en otros países, probablemente comenzará el próximo mes. Y eso teniendo en cuenta que octubre es también el comienzo de la temporada de gripe.

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