Según se conoce por las manifestaciones del Gobierno, se están negociando adhesiones para sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado de 2021. De su contenido, por los mensajes gubernamentales y los de las formaciones políticas que están en ese proceso, nada se sabe. Únicamente se tienen ciertas nociones a través de la conferencia que el propio presidente del Gobierno dio en la Casa de América el pasado lunes 31 de agosto con un título muy marketiniano: "España puede".
En aquella ocasión, el presidente del Gobierno indicó que se estaba "avanzando en los preparativos del Plan Nacional de Recuperación, Transformación y Resiliencia, que trazará la hoja de ruta para la recuperación y también para responder a los retos de la próxima década" (se supone que se refería a esta década y no a la próxima). Un Plan que, siguiendo con el discurso presidencial, "según las estimaciones del Gobierno impulsará el crecimiento económico a largo plazo en nuestro país en un 2 por ciento del PIB, por encima del 2 por ciento del PIB". Sin embargo, salvo estas imprecisiones, y el hecho de que el Plan estará inspirado en la Agenda 2030 de Naciones Unidas, nada se dijo de cuáles serán las acciones concretas que podrán dotar a España de la necesaria recuperación y de la imprescindible transformación, para que pueda volver a su estado inicial una vez que haya cesado la perturbación a la que estaba sometida, de acuerdo con la segunda acepción que da la RAE para resiliencia.
De acuerdo con Sánchez, el Plan se desarrollará según cuatro líneas maestras. Primero, transformación digital. Asunto donde, con lo dicho por el presidente, "pasado mañana, en 2021 se encontrará digitalizado el 40 por ciento del PIB europeo". A lo que añadió que, en lo relativo a infraestructuras digitales, incluyendo el 5G, "estamos, evidentemente, aventajando a los demás países europeos". Segundo, la transición ecológica, donde, siguiendo el discurso presidencial, "es preciso adelantar nuestros plazos y también nuestros mejores planes"; que tendrán efectos en el "ámbito del crecimiento económico potencial, en el ámbito del empleo de calidad, y también del crecimiento y perdurabilidad de muchísimas empresas".
Un tercer aspecto, vendrá de la cohesión social y territorial, donde el Fondo de Recuperación Europeo ayudará a evitar las divergencias territoriales, que "ensamble" el mercado único, y no "ensanche" las diferencias territoriales. Dando facilidad, según el discurso del presidente, a una concatenación: "una España digital propicia una España cohesionada. Y una España cohesionada en lo territorial facilita una España verde". Para terminar con el cuarto elemento transformador que estará centrado en una agenda feminista; cerrando así el círculo de los cuatro ejes fundamentales del Plan Nacional de Recuperación, Transformación y Resiliencia: transformación digital, transición ecológica, cohesión social y territorial, y cambio feminista en las mentalidades.
Se trata de mensajes políticos difíciles de encuadrar en unas cuentas públicas que, por su propia naturaleza, son eso: cuentas; es decir, partidas económicas concretas distribuidas de tal manera que faciliten la deseada recuperación económica, y permitan la transformación de los fundamentales de la economía española para impulsar un crecimiento económico sostenido en el tiempo. Que, a su vez, independientemente de si son resilientes o no, creen riqueza, y la distribuyan adecuadamente entre los ciudadanos españoles que, con sus impuestos y el de sus empresas, son al final los garantes del sistema económico.
Los Presupuestos actuales son los que el ministro Montoro consiguió aprobar en 2017. Ya no sirven. España está hundida económicamente. Ahí están los datos de Eurostat para el segundo trimestre del año: una caída del PIB respecto del primer trimestre del 18,5 por ciento. El peor país de Europa en este sentido. Le siguen Croacia (-14,9 por ciento) y Hungría (-14,5 por ciento). Y respecto del desempleo, lo mismo, el peor dato de Europa: caída del 7,5 por ciento respecto del primer trimestre. Parece, sin embargo, que el Gobierno todo lo deja al plan europeo de recuperación: los supuestos 140.000 millones de euros (en préstamos y teóricas subvenciones). Rescates encubiertos que llegarán con muchas exigencias y siempre que se presenten unos presupuestos acordes con lo que Europa espera de España. Y es, quizás, el momento de recordar las recomendaciones que el día 20 de mayo de 2020 hacía públicas la Comisión Europea sobre el Programa de Estabilidad y Reformas de España: 10 páginas con 33 comentarios y 4 recomendaciones. Allí se ponen de manifiesto nuestras carencias: deuda disparada; necesidad de control del déficit y del techo de gasto; mejoras en los sistemas de salud, hoy comprometidos por los rebrotes (de nuevo los peores datos de Europa); nivel de pobreza (España es el país europeo con menores beneficios a familias con hijos); los mecanismos de protección social y los gastos disparados en las pensiones; las quiebras de pymes; incentivar la inversión privada; aumentar la productividad y la innovación, etc., etc. No seguiremos. El 20 de mayo todavía no se había visto lo peor de los efectos de la gestión del Covid-19 en nuestro país. España entra en una dificilísima senda económica en la que no sirven discursos generalistas, ni anuncios de que la recuperación está en marcha. Los países frugales no estarán muy a favor de aumentar los impuestos en sus domicilios para pagar los dispendios de los vecinos. Como bien se sabe: en temas económicos, lo que no son cuentas, son cuentos.